10.11.09

Democracia sindical

Estimados lectores:

Como se anunció en este espacio el día de ayer, mañana miércoles tendrá lugar un paro de labores en la Universidad Nacional para apoyar la lucha del Sindicato Mexicano de Electricistas. De forma harto patética, quienes nos oponemos a tal ridiculez no logramos unificar nuestras voces para exteriorizar nuestro rechazo a la medida... vaya, ni siquiera pudimos ponernos de acuerdo para expresar lo que queremos pero, en nuestro descargo, diré que tampoco tuvimos espacio alguno para hacernos oír. Por tanto, la votación se realizó en el lugar señalado -el auditorio Justo Sierra-, y en ella participaron quienes pueden entrar al sitio de referencia sin sentirse amenazados, y sin que su sentido del orden, la limpieza y la estética resultaran ofendidos dadas las deplorables condiciones en que se encuentra el inmueble.

Tengo en mis manos una circular emitida por el sindicato universitario, donde quedan de manifiesto los muy democráticos ideales que practica el moderno corporativismo mexicano, muestra palpable de la forma en que se toman las decisiones al interior de tales organismos y del modo en que los mismos se basan en políticas de hechos consumados. La hojita, fechada el día 9 de noviembre, se titula "Huelga parcial del STUNAM de 12 horas en apoyo al SME y por la solución a las demandas internas". ¿Cómo dijo? ¿"Huelga parcial"? ¿Qué demonios es una huelga parcial? ¿Paran unos y los otros siguen trabajando? Pues no, señor, en este caso paran unos y todos nos vamos al demonio, queramos o no trabajar, amén de que el estallido de una huelga requiere seguir una serie concreta de pasos para tener efectos legales y evitar que el patrón eche a la calle a los trabajadores por abandono de puestos o faltas injustificadas. ¿Qué es entonces una "huelga parcial"? Nada, un eufemismo para decir "no vamos a trabajar, ¿y qué, y qué?" El otro error es menor, pero nos demuestra el nivel intelectual de nuestros ínclitos sindicalistas: "por la solución a las demandas internas". En todo caso, sería la solución de -no a- las exigencias -no demandas, que es una espantosa traducción del inglés-, pero háganlo ustedes entender a estos mentecatos.

En su primer párrafo, a la letra, el texto reza: "Por acuerdo unánime de nuestro Consejo General de Representantes, el STUNAM realizará el próximo 11 de noviembre una huelga general -¿no era parcial?- de 12 horas en la UNAM, en solidaridad con la lucha de los trabajadores agrupados en el hermano -¡oh, qué fraterno suena esto!- Sindicato Mexicano de Electricistas, así como en contra de los recortes presupuestales a la educación, la ciencia y la cultura, de la imposición de pagos excesivos de impuestos y por el respeto a la materia de trabajo de los empleados de base de la UNAM que viene siendo usurpada por gente de confianza -¿la UNAM o la materia de trabajo?-".

Hasta aquí el galimatías. Lo que se deja ver es que, para dar un mayor peso al simple acto solidario -que en sí es una tontería, un acto vacío al que se pretende dotar de elementos nacionalistas, patrióticos, solidarios y obreristas-, se integran al discurso aquellos elementos de protesta que serían naturales para un sindicato universitario, como son la usurpación de plazas y el recorte presupuestal. Sin embargo, ambos puntos son un camelo dado que, por un lado, la gente de confianza no le usurpa plazas a los sindicalistas, sino que las mismas son ocupadas por gente externa en el momento en que nadie del STUNAM tiene las calificaciones necesarias para hacerse con un trabajo determinado. Así, por citar un caso que conozco de primera mano, una plaza de secretaria bilingüe inglés - español estuvo vacía durante dos años porque las secres sindicalizadas con trabajos escriben en castellano, y eso, con mala ortografía. ¿Cómo querían una plaza donde se requiere parlar en inglés? Lógicamente, el trabajo debió anunciarse al exterior, y ahí fue ocupado por alguien que, tras realizar una serie larga de exámenes, demostró que tenía los conocimientos y la capacidad para integrarse a la planta laboral de la institución. En el segundo caso, lo dicho: el problema de la universidad no es que sobre o falte dinero, sino que el mismo se emplee de forma inteligente.

El resto de la hoja prosigue, en un tono por demás desapasionado, con la enunciación de lo que se hará y lo que se espera obtener, o sea, la solución de las exigencias sindicales. El cierre del texto, dado su interés, será reproducido a continuación: "¡Solidaridad amplia con los electricistas afiliados al SME! ¡No a los recortes presupuestales a la educación! ¡Solución a nuestra problemática laboral interna! ¡Solución a las demandas de los trabajadores del Colegio de Bachilleres! [...] A partir del martes 10 de noviembre los trabajadores de base en urnas refrendaremos la propuesta de huelga parcial de 12 horas".

¿Los trabajadores del Colegio de Bachilleres? ¿A qué vienen aquí a cuento? ¿Por qué se integran elementos extraños al discurso? ¿Sólo por agrandarlo? Así parece. Me recuerda cuando, en medio de la anterior lucha para elegir dirigente en el STUNAM, algunos alucinados terminaban sus consabidas listas de promesas -mejoras salariales, ampliación de puestos de base, homologación de tabuladores- con la ridiculez aquélla de "no al desafuero" del Peje. Así, en su intento por ganar adeptos a una causa determinada, los sujetos en cuestión perdían de vista su objetivo principal y metían en el costal todo aquello que sonara a lucha social, de modo que se viera el color de su playera y se supiera, de una vez por todas, a qué atenerse.

Sin embargo, tal no es lo peor del párrafo. Primero, al haber sido redactado sin comas, la lectura de las últimas propuestas se presta a realizar una chunga mayúscula, porque ¿quiénes son "los trabajadores de base en urnas"? ¿Son acaso los nuevos exponentes de aquel infame experimento denominado "gato bonsai", sólo que ahora se hace con sindicalistas? Eso sí sería motivo de protesta; sin embargo, creo que, para dar más peso a la votación, se hará sufragar a alguno que otro muerto, cuyas cenizas apoyarán a la noble causa del SME desde las urnas en que se encuentran. Después de ello viene lo que es, desde mi punto de vista, el colmo de las abominaciones: como se ha mencionado, la hoja está fechada el día 9 de noviembre, y anuncia la realización de un paro el día 11. ¿Cómo es que, entonces, las votaciones para dar peso a la propuesta se realizarán el día 10? ¿No deberían haber tenido lugar antes de que circulara la hoja? ¿No es todo esto una simulación imperdonable, un engaño mayúsculo, y una forma de poner presión a quienes, por sus muy particulares razones, hubieran querido votar en contra del paro?

No obstante lo mencionado, los líderes sindicales no son tontos; de otro modo, no podría uno explicarse cómo han permanecido en sus puestos a lo largo de los últimos veinte años sin dar golpe y, peor acaso, sin trabajar. Así, en medio de las juntas donde "democráticamente" se decidiría si la gente del STUNAM se sumaba al paro, el discurso siguió, más o menos, el siguiente rumbo: "Compañeros: hay que estar con el SME. Si no los apoyamos en el paro, el día de mañana nosotros también perderemos nuestros trabajos. La privatización del sector eléctrico está en marcha, y la de nuestra fuente de trabajo -la UNAM- es cosa de poco tiempo. Por tanto, hay que parar al espurio, al neoliberalismo, a los intentos privatizadores del gabinete panista, y luchar con el SME".

Lo anterior no es una exageracion mía: es una reproducción textual de los puntos más importantes abordados en las asambleas sindicales. En un principio, algunos trabajadores se opusieron al paro, alegando que lo peor era mostrarse como un sindicato rijoso que, más aún, se sumaba a una lucha perdida y, ante todo, ajena. Empero, los delegados sindicales se las arreglaron para repetir hasta el cansancio la consigna de que "o vamos al paro, o nos quedamos sin trabajo", y lograron su cometido, que no era otro que meter miedo a las masas de imbéciles para quienes el acto de pensar es un ejercicio agotador en extremo. Por tanto, como todo se redujo a "paramos o nos despiden", los resultados de la votación no podían sino favorecer a la primera opción, aun cuando, como es notorio, no hay visos de que se busque privatizar a la universidad, tampoco se está en vías de privatizar el suministro eléctrico, y menos se piensa poner en la calle a la gente del STUNAM, si bien algunos deberían estar fuera de sus plazas de descanso, perdón, de "trabajo", hace largo tiempo.

Por lo pronto, a los sindicalizados universitarios se les avisó que, como muestra de solidaridad con el SME, se les descontarían cien pesos de su sueldo, mismos que permitirían a los electricistas sobrevivir a los embates del gobierno. Sospecho que, al ver finalizada la mina de oro que representa ser líder sindical, el bueno de Martín Esparza se halló sin fondos para terminar las remodelaciones de su rancho, y el dinerito del STUNAM le vendrá de perlas para, cuando menos, concluir con el remozado de las caballerizas, y pagar los sueldos de los democráticos empleados que en el sitio se afanan. Mientras tanto, los trabajadores universitarios, apoyen o no al SME, han visto disminuir arbitrariamente su ingreso. Claro que pueden quejarse de ello y pedir que les sean regresados los cien pesos, ¡faltaba más! Sin embargo, para lograr la restitución del dinero usurpado, deberán dirigir una carta al sindicato y exponer el hecho, lo cual desamina al más pintado dado que, en el acto, le señalará como reaccionario, antisindicalista, poco amigo, y le expondrá a ser objeto de cualquier tipo de represalias.

En medio de todo ello, ahí viene el paro -que tampoco es tal, porque no puede parar labores quien, de hecho, se encuentra en situación de paro, esto es, sin chamba- y, ¡ah, qué nobles son las luchas sindicales!

9.11.09

La arbitrariedad galopante.

Como se mencionó en una entrada previa, el enjuague entre la gente del Sindicato Mexicano de Electricistas -SME- y las autoridades toma rumbo. De hecho, la Secretaría del Trabajo calcula que, a la fecha, ha acudido por su liquidación un 50% de quienes antes trabajaban en Luz y Fuerza del Centro -LyFC-, a quienes las consignas de Martín Esparza les vienen guangas porque no poseen los cuantiosos ahorros del abnegado líder obrero y, por ende, deben decidir entre mantenerse en una lucha estéril o cobrar un dinero que ler permitirá sobrevivir en tanto encuentran un trabajo donde, se espera, sí devengarán los sueldos recibidos.

Sin embargo, como también se mencionó, los muy oportunos defensores de las causas sociales han salido al quite del SME y, como pueden, le brindan su apoyo. Así, tras convocarse a un paro nacional el próximo día 11 de noviembre -es decir, pasado mañana-, el Sindicato de Telefonistas ha anunciado que se sumará al mismo, y que le vale un rábano serenado si el patrón descuenta el salario correspondiente. En tanto, la izquierdiza en pleno -es ironía-, entre la que destaca gente tan comprometida con la lucha obrera como Gerardo Fernández Noroña, Marcelo Ebrard, Alejandro Encinas, o el Peje, han hecho todo el ruido posible para alertar sobre este nuevo golpe que el capital brinda al trabajo y, de paso, para colgarse de los cinco minutos de fama que brinda el movimiento de los electricistas. No en balde el Peje ya convocó a una nueva asamblea popular donde, de nueva cuenta, dirá cómo es que debe guiarse la economía nacional; de paso, medirá fuerzas con Marcela la Brava, quien hizo honor al mote recibido en este espacio cibernético y, sin decir "agua va", adelantó que la consulta para elegir al candidato de los perredés para la lucha del 2012 deberá hacerse como si fuera una medición de rating, y no a ravés de las consabidas votaciones internas que, según se ha visto, a nadie dejan satisfecho.

La insensatez de los espontáneos apoyadores del SME llega a sus peores extremos posibles al recordar, una vez más, que el partido que cobija al Peje y a Noroña no es otro que el PT, engendro de los hermanitos Salinas, y que el primero, junto con Encinas y Ebrard, recibieron de muy buena gana los dineros que dio el humilde empresario Carlos Slim para reconstruir una fracción del Centro Histórico y tornarla un lugar a modo para recibir inversiones y acomodar a clasemedieros nice que se precian de vivir en el corazón de la ciudad. Cosas de la incongruencia, sí señor, amenizadas por el impulso que el millonario dio a las apiraciones presidenciales del loquito de Macuspana, y que éste preferiría que todos olvidáramos. ¿Usted, querido lector, lo entiende? Yo tampoco, pero la lucha de clases, reinterpretada a modo por los tíos más torpes del pueblo, cabalga de nuevo.

Para retornar al punto central de esta entrada, hace unos días se anunció que, de buenas a primeras, la Universidad Nacional se uniría al mentado paro nacional, para beneplácito de la fauna haragana que puebla a la institución y que ha confundido las obligaciones del estudiante universitario -asistir a clases, pasar sus materias, sustentar uno, dos, o tres exámenes para obtener los correspondientes cueros de puerco que le permitan ejercer una profesión- con sumarse a cualquier pleito que se trame en las calles. A la muy sabida respuesta de "es que el estudiante tiene consciencia, es el elemento pensante de la sociedad, y debe de estar con..." bla, bla, bla, les recordaré lo que mencioné en una entrada ya añeja: la mayoría de quienes se suman a tan singulares muestras de apoyo no son estudiantes, sino vagos profesionales, incapaces de escribir un párrafo -o un renglón siquiera- sin faltas de ortografía, para quienes el presupuesto federal que se gasta en su educación es una obligación del Estado que no se traduce en la asunción de algún compromiso básico como sería, por ejemplo, aprender a escribir, conducirse con urbanidad y, sobre todo, entender que el respeto a los demás es una norma de vida, no una consigna furibunda que lanzan orates vestidos con trajes Hugo Boss en tarimas montadas ex profeso a lo largo y ancho del país.

Éste es el princinpal problema que se avecina con las protestas: el cierre arbitrario de la universidad durante 24 horas. ¿Por qué cerrarla? Para crear la ilusión de que toda, TODA la comunidad universitaria apoya a los tarados del SME y su lucha ridícula. Tal es el punto y no otro: hacer creer que los universitarios, como somos seres conscientes, repudiamos el decreto de extinción de LyFC y queremos que se restituya, ipso facto, a los haraganes en sus puestos de trabajo. Tiene, asimismo, la finalidad de montar un aparato supuestamente enorme de apoyo a quienes no se han cansado de decir "se va la luz y hay apagones porque ya no estamos nosotros a cargo", sin ponerse a pensar que, si el servicio eléctrico es pésimo, se debe sólo a la pésima forma en que estos tipos dizque trabajaron durante un buen número de años. Señores: los apagones han ocurrido siempre y, si ahora se magnifican, es sólo como estrategia discursiva, no porque en realidad el servicio sea peor que antes.

Lógicamente, hay una cantdad considerable de universitarios que nos oponemos al mentado paro, desde trabajadores hasta estudiantes, pasando por académicos y administrativos. Empero, nuestra opinión no cuenta y, una vez más, seremos tachados de reaccionarios, esclavos del capital y, lo más chistoso, idiotizados por López - Dóriga o Alatorre. Un día de paro es lo que nos espera porque, sin consultarnos, a "alguien" se le ocurrió que era buena idea suspender labores para así apoyar a la parvada de idiotas, sin tomarnos opinión, en una actitud semejante a la de aquellas personas que cierran un eje vial porque la maestra Fulanita del kínder Zutanito le pegó a un niño. Bien, vale su queja, pero ¿por qué afectar a miles de automovilistas, o de personas que viajan en transporte público? ¿Qué solucionan fastidiando a los demás? ¿Dónde está el respeto? Peor aún, ¿cómo piden respeto a su causa -que ni siquiera es suya- pisoteando a los otros?

En mi sitio de Facebook, todavía hubo quien, a propósito de mi petición en torno a la realización de una consulta sobre el cierre de la universidad, dijo "menos mal que está muy solo en su reclamo". A ver si nos entendemos: ¿desde cuándo está mal, es inapropiado, o no se debe, pedir que se consulte a la gente sobre una decisión a tomar en un sitio público como es la propia universidad? ¿En qué momento es ilógico pedir que se vote para ver si se cierra ésta y así se muestra un pretendido apoyo generalizado a los holgazanes del SME? ¿Por qué una persona se alegra de que mi petición no tenga eco? ¿No acaso quienes apoyan a los sufridos electricistas claman por la democracia, la igualdad, las oportunidades, el diálogo y demás? ¿O es una igualdad parecida a la que se enunciaba en el comunismo, un diálogo como el que permiten Fidel y su carnal, o una apertura de espacios tal y como se verifica en Venezuela? ¿Entonces?

La consulta sobre el paro, a pesar de todo, está por realizarse. Claro que NO como debiera ser, esto es, en un sitio más o menos neutral al que pudiéramos ingresar quienes así lo deseáramos, sino en el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras, tomado hace ya nueve largos años por sujetos ajenos a la institución y cuya filiación política -por llamar de algún modo a la carencia total de ideas y la defensa de una malentendida "autogestión"- nos es bien conocida. Asimismo, se ha convocado a la consulta en enormes carteles que mencionan "¡Todos somos el SME!", lo cual es un insulto para quienes sí nos dedicamos a trabajar y no vivimos de prebendas, ni cobramos por dar un servicio patético a nuestros clientes. No obstante, más allá de la consigna, la pregunta que queda por realizar es: si la consulta se realizará en territorio "amigo" de los holgazanes, impulsada por un lema que favorece a los mismos holgazanes, en un sitio al que sólo ingresan personas afines a los holgazanes, ¿cuál será el resultado? Todo se asemeja sospechosamente a las "asambleas" del Peje, en las que el aludido expone sus muy sesudas arengas ante su público fiel y termina preguntando si la gente quiere que se haga lo que él ya ha dicho que debe hacerse. Lógicamente, como los asistentes son paleros incondicionales, aprueban, y el tipo, ante la barahúnda de balidos escuchada -en su muy particular versión del "aplausómetro"-, dice estar armado con la supuesta "voluntad popular", e inicia la planeación de los mitotes a los que nos tiene ya acostumbrados.

Veremos qué nos depara la supuesta "consulta". Por lo pronto, todo parece indicar que el miércoles tendremos un asueto forzado, amenizado por marchas, gritos, porras, sombrerazos, y apariciones públicas de cadáveres políticos sedientos de fama instantánea. Más noticias, en la siguiente entrada.

27.10.09

El apagón.

Conforme pasan los días, es posible revisar con un poco más de cordura lo acaecido en torno a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro -LyFC-, extinguida por decreto presidencial el 11 de octubre de este 2009. Así, si bien las protestas no han hecho sino comenzar -y en las mismas recién se ha "montado" definitivamente el siempre oportunista López Obrador-, el proceso comienza a tomar un rumbo definitivo al aparecer, no sólo la inmensa maraña de componendas, prácticas de corrupción, actos ilícitos y manejos poco claros del sindicato, sino dividirse éste en un sector que busca el diálogo con las autoridades, a fin de encontrar un puesto de trabajo en la Comisión Federal de Electricidad -CFE-, y quienes se aferran a revertir la medida.

¿Qué fue lo acaecido? A los ojos de quien estas líneas escribe, el problema se reduce a una serie de elementos en extremo simples: los gobiernos que transitaron por el poder a lo largo de los últimos, cuando menos, treinta años, habían visto que LyFC era una empresa a todas luces ineficiente, incapaz de brindar un servicio de calidad a sus clientes, burocratizada hasta límites inconcebibles, operada por un conjunto de sujetos ineptos, corruptos y déspotas. ¿Qué hicieron ante tal calamidad? Lo lógico y lo deseable hubiera sido eliminar de un plumazo al ente nefasto en cualquier momento, máxime si se considera que, cuando menos, entre 1970 y 1994 existía un abanico enorme de posibilidades para que cualquier presidente tronara a una empresa, hiciera cera y pabilo del sindicato, y recibiera la aprobación unánime de la clase política, dado que los sectores importantes de ésta militaban en el mismo partido que el mandatario en turno. Sin embargo, por desidia, por falta de... de... de redaños, o por consideraciones políticas, los ocupantes de la Silla del Águila difirieron tomar la crucial decisión, e hizo falta que llegara alguien dispuesto a vérselas con el sindicato -y con sus muy oportunos apoyadores- para que la tan pospuesta medida tuviera efecto.

En este proceso, no todo se relacionó con la probada ineficiencia de LyFC: la gota que derramó el vaso la constituyó el raudal de amenazas, insultos, y verborrea desbocada de que echó mano Martín Esparza tras reelegirse como secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas -SME-. El tío en cuestión pensó que, como en este país no hay quien se meta con los sindicatos -especialmente con los autodenominados "democráticos", cuyos líderes llevan en sus respectivos cargos varios decenios-, podría tranquilamente hacer topillo en los comicios internos y, bajo el sobado procedimiento de embarazar urnas e inflar padrones, vencer a su contrincante. Como el gobierno federal no se tragó la maniobra -principalmente debido a que el perdedor protestó, lo cual muestra que el SME no es el bloque monolítico que sus defensores quieren pintar-, Esparza trató de ejercer presión bajo distintos medios, apelando a la también muy conocida tónica de nombrar al gobierno "represor", "amigo del capital", "antidemocrático", "antisindicalista", y estupideces por el estilo. En medio de las arengas en uno y otro sentido, el Ejecutivo recordó que LyFC era una empresa que, desde cualquier punto de vista, no debía existir, y simplemente la eliminó por la vía legal.

El decreto presidencial tiene, como siempre, un lado bueno y uno malo: el bueno consiste en que se ahorrarán cada año los 40,000 millones de pesos que se empleaban en subsidiar a la porquería que nos brindaba luz a los capitalinos. ¿40,000 millones? Sí, señor: 40,000 millones entraban a las arcas de la compañía, además de los dineros que provenían del pago de nuestros recibos. ¿En qué se empleaban? Misterio: no resulta creíble que en sueldos, porque ello determinaría que cada empleado cobraba un millón de pesos cada doce meses; tampoco es creíble que en mantenimiento, porque el servicio es una auténtica calamidad, y tanto las variaciones del voltaje como los apagones son constantes; menos aún es creíble que se utilizarían para incrementar la capacidad instalada de la empresa, dado que la misma está, incluso, subutilizada; finalmente, tampoco se concibe que se destinarían a ampliar la red de servicio, dado que existen innumerables zonas de la ciudad donde la gente, por distintos motivos, no paga sus consumos, y no por falta de ganas, sino porque la compañía prefería sugerir a las personas "ponga un diablito y cuélguese de la red" antes que realizar los trámites necesarios, instalar el medidor, e ir a verificar el consumo cada bimestre. No, amigo, ¡cuánta fatiga causa todo eso!

El lado poco amable del decreto reside en que, instantáneamente, han sido puestos en situación de paro 40,000 sujetos. Sin embargo, hay aquí una consideración a realizar: ¿por qué son 40,000? ¿Por qué laboran 40,000 personas en una empresa que con 8,000 hubiera funcionado a la perfección y que, incluso, habría tenido mejores posibilidades de salvarse? Tampoco se sabe, aunque todo ello parece girar en torno a las mal llamadas "conquistas sindicales", las cuales permitían al sindicato contratar personal cada año, se necesitara o no, bajo el socorrido sistema de "puntos", en el que cualquier persona que asista a juntas sindicales, marchas, plantones, o actos de apoyo a X o Z junta "puntos" y, al finalizar el año, tiene la posibilidad de integrar a un familiar, amigo o conocido a la nómina de la empresa. Lógicamente, ello redunda en que la plantilla laboral albergue a más gente de la requerida, por no decir que permite a los "puntistas" hacerse de recursos extraordinarios al vender la plaza que han conseguido con el sudor de sus frentes y las nacientes callosidades en sus extremidades inferiores.

Ante lo mencionado, parece natural que la CFE recontratará sólo a 8,000 personas, las necesarias para brindar energía eléctrica a la Ciudad de México y zonas aledañas, y que serán las primeras 8,000 que acudan por su liquidación, lo cual demostrará que son enemigos de los rijosos, que buscan tener un empleo, y que están dispuestos a adaptarse a las nuevas condiciones. En tanto, el personal haragán, inútil, amigo de la riña y de Martín Esparza, quedará desempleado, supeditado a la buena voluntad de un muy populista GDF y, por supuesto, a nuestros impuestos. Y eso, como se vea, sí que resulta una contrariedad.

La eliminación de LyFC ha encontrado oposición entre quienes se esperaba que pelearían contra la medida: en primer lugar, los ya citados "sindicatos democráticos", aunque su apoyo ha sido tibio porque, en una de tantas, nadie sabe dónde saltará la liebre. En segundo lugar, los grupillos dedicados a la protesta profesional -Panchos Villas, CGH, estudiantado rijoso pero "consciente"- a quienes eso de pintar mantas se les da mejor que buscar una ocupación seria en la vida. Finalmente, los partidos políticos de la pseudo - izquierda, agrupados bajo el marbete del FAP, para quienes la medida no es sino el ataque del capital al trabajo. No sobra mencionar que, entre los políticos, destacan dos figuras: Porfirio Muñoz Ledo, secretario del Trabajo durante el sexenio de Luis Echeverría -y que, por ello, bien debe saber por qué el SME creció en la medida en que lo hizo-, y el infaltable Peje, que ha encontrado una nueva oportunidad de salir en las pantallas después de las enemil tonterías protagonizadas en Iztapalapa por el tal Juanito, Clara Brugada, y él mismo.

El Peje ha decidido apoyar al SME porque no le queda de otra: es una forma más de oponerse al gobierno, de enunciar sus lemas gastados donde la "lucha de clases" se parece más a doña Lucha que a una consigna seria, de refrendar su apoyo a los pobres -rubro en el que, por cierto, no encajan, ni él, ni Martín Esparza-, de invocar nuevamente al fantasma de la "privatización" que anida en su loca cabeza, y de llamar a las consabidas movilizaciones en pro de la resistencia civil pacífica. Para sus seguidores incondicionales, el asunto cobra nuevas dimensiones al hablar de "la defensa patriótica del sindicalismo", "el rescate de los bienes nacionales", e incluso equiparar la defensa de un ente corrupto como es el SME con la defensa de la patria. Vaya, no ha faltado el exaltado que ha querido ver, por enésima vez, una magna conspiración en el gobierno que, al mismo tiempo, recorta el presupuesto de la UNAM -mismo que, insisto, si se empleara mejor alcanzaría para cubrir las necesidades de mi casa de trabajo- y elimina a un sindicato. El problema aquí es que, ni el recorte a los dineros de la universidad es cosa cierta -y, aun si lo fuera, ello debería forzar a racionalizar el gasto-, ni se ha eliminado al sindicato, sino a su fuente de empleo. Por tanto, todo es un desbarre monumental.

A propósito, y ya como colofón: ¿desde cuándo es un delito cerrar una empresa que no funciona? ¿En qué momento puede calificarse como "ilegal" el despido masivo de trabajadores que, en su mayoría, no trabajan, o trabajan mal? Las prácticas del SME, lo mismo que las del STUNAM, el STPRM, la FSTSE, o las de cualquier sindicato enclavado en el gobierno, de realizarse en la iniciativa privada, habrían conducido, años ha, a la rescisión del contrato colectivo de trabajo, el despido de los inútiles, y el mantenimiento sólo de los trabajadores necesarios y eficientes. ¿Por qué en este país, donde tanta falta hace crear una cultura efectiva del trabajo, se protesta para defender la ilegalidad, la ineptitud, el tortuguismo, o la estupidez? ¿Por qué pelean quienes defienden al SME? ¿Es tan malo que se vayan a la calle miles de inútiles? Cuando Marcela la Brava abre la boca para decir que "los niveles de vida en la ciudad se deteriorarán al incrementarse el número de desempleados", ¿no piensa en el hecho de que esa gente, bajo cualquier otra circunstancia, no podría haber ocupado en ningún momento un puesto de trabajo?

Trabajo hay, señores, pero existen dos requisitos indispensables para ocupar una plaza: querer trabajar -lo que en el SME parecía no importar- y tener la aptitud necesaria para desempeñar un trabajo -lo que en el SME parecía importar menos-. Tener un puesto de trabajo para simplemente "echarla" -lo que en el SME parecía ser la constante- es, no sólo un absurdo, sino un insulto para quienes, día con día, nos ganamos el pan con el propio esfuerzo, sin dádivas ni compensaciones exageradas. Defender al inepto, al holgazán, al corrupto o al tramposo es, visto así, inmoral, y da pie para pensar en la forma en que se han de conducir los "espontáneos" defensores de Esparza y los suyos, sin duda también pendientes de prebendas, no muy amigos del trabajo, proclives más a la realización de marchas o al empleo de subterfugios que a la realización de labores productivas.

11.10.09

Premios

El premio Nobel de la paz, instituido por el inventor de la dinamita para, de alguna manera, paliar los terribles efectos que su creación ha tenido en la historia de la humanidad, ha tendido a convertirse en un instrumento político, una compensación por esfuerzos no realizados, una llamada de atención sobre lo que deberá hacerse o, en todo caso, un instrumento para premiar a los omnipresentes amigos de los amigos, como diría Mario Puzo.

El último galardonado con el premio de referencia, como bien se sabe, es Barack Obama quien, al paso que va, le quitará a John F. Kennedy el título del presidente más sobrevalorado de la historia estadounidense. Obama ha sido premiado por "sus esfuerzos en pro de la paz mundial", "sus continuas llamadas a favor del desarme nuclear", y por "lograr una distensión en las relaciones exteriores de los Estados Unidos con el resto del mundo, en especial con las naciones musulmanas". Como discurso, todo el verbo referido es innegable que suena bien e, incluso, constituiría un argumento irrefutable para premiar al sujeto en cuestión; ahora bien, ¿es todo ello cierto? Como de costumbre, me he dado a la tarea de reflexionar sobre el particular, y arribé a las siguientes interesantes conclusiones.

En el escaso tiempo que Obama ha ocupado la Oficina Oval, ¿qué ha hecho? No mucho: simplemente, poner sus mejores esfuerzos para arreglar el cúmulo de tonterías que le heredó su antecesor en el cargo, y que redundaron en hacer del mundo un sitio menos seguro para la vida de sus pobladores, por no hablar de lo que acontece en el propio suelo estadounidense. La obra de Bush se resumiría en intervenciones por aquí, surgimiento de grupos extremistas por allá, amenazas por acullá, todo ello alimentado por cantidades exorbitantes de billetes verdes. Obama, en principio, ha tratado de mejorar la imagen exterior de los Estados Unidos, tarea en la que ha tenido sus altas y sus bajas, al tiempo que trata de tapar el inmenso boquete en las finanzas internas del país, en lo que también ha tenido sus éxitos y sus descalabros.

Este último punto es el que, en fechas recientes, ha llamado mi atención. Como se recordará, hace escasas semanas se dieron a conocer los datos que permiten ver la forma en que el déficit estadounidense se ha disparado en distintos rubros, lo cual no es para menos si se considera que la ayuda entregada por Obama a las grandes compañías y a distintos grupos de contribuyentes asciende a ochocientos mil millones de dólares -o, lo que es lo mismo, un ocho seguido por once ceros-. Ante ello, lo más natural es que el próximo año se realice un magno recorte de los gastos gubernamentales en sectores como educación, salud, apoyos fiscales de variado tenor y dineros del ejército.

¿Del ejército? Correcto: hoy en día, el presupuesto militar de los Estados Unidos se ubica en niveles similares a los observados durante la Guerra Fría, e incluso son aún mayores dado que la inflación también juega aquí su parte. Por tanto, resulta del todo natural que, ante un escenario de crisis, o al menos de reajuste económico, el presupuesto de la milicia deba ser reducido considerablemente.

Justo en este momento entran en acción los infaltables cabilderos de las compañías que han recibido contratos del ejército gringo, cuyo valor es desconocido a ciencia cierta -debido a la existencia de numerosos programas negros, que no son sino partidas preuspuestales infladas, detrás de las cuales se ocultan recursos destinados al desarrollo de nuevas tecnologías militares- pero que no es poca cosa. ¿Un recorte presupuestal, señor Obama? ¡Cómo va usted a creer! ¿Dónde quedará la seguridad mundial, la paz de los ciudadanos estadounidenses, la defensa de la libertad...? El bla, bla, bla que todos conocemos bien, y que apunta a evitar que se le quite un centavo al presupuesto de defensa -es un eufemismo, claro está- del país más poderoso del planeta.

Sin embargo, los números son los números, y si las cifras no cuadran, lo más natural es que se quite donde se deba quitar y se reasignen recursos donde hagan más falta. Obama, que no por ser negro deja de ser gringo y, además, resulta ser el presidente gringo, tiene que mediar en la lucha de intereses: debe balancear el presupuesto y, al mismo tiempo, evitar a toda costa que se note siquiera un atisbo de debilidad en las políticas del policía del mundo; a la par, debe convencer a los ciudadanos de que no serán enviados los excedentes poblacionales a pelear luchas ajenas en lugares que nadie conoce, y que el mundo será pacífico, bonito, agradable... pero, eso sí, libre, lo que constituye un contrasentido discursivo de proporciones mayúsculas.

En medio de tales problemas, los chamucos contemporáneos vestidos con batín y turbante, y agrupados en ese ente desconocido denominado Al Qaeda, deciden atacar en pleno Afganistán una oficina del Programa de las Naciones Unidas para la Alimentación de los Pueblos, y hacer enorme alharaca con el hecho. Como medida política, valga la expresión, su acto terrorista es una babosada: equivaldría al hecho de que una guerrilla urbana mexicana -de ésas que abundan, pero cuyos actos la autoridad disfraza de desperfectos técnicos y sandeces similares- atacara una tiendita de la Conasupo y pidiera eliminar al Estado mexicano para acceder a la autogestión de los pueblos. Sin embargo, el acto terrorista juega en el discurso un papel de suma importancia, dado que permite a Obama repensar la disminución del presupuesto de defensa -sigue siendo eufemismo-, mientras la gente de la CIA, del ejército gringo y de la industria militar se frota las manos complacida.

Al día siguiente del ataque, precisamente dos días antes de que el Comité Nobel premiara a Obama, éste declaró que no tiene intención alguna de abandonar Afganistán, e incluso no sabe si enviará más tropas a la región. ¡Oh! ¡Cuánto pacifismo! Si se piensa que los atentados del 11 de septiembre fueron un engaño genial urdido por G. W. Bush, que todo el montaje le permitió incrementar su popularidad y, al mismo tiempo, reposicionar a los Estados Unidos en el mundo tras la Guerra Fría, comienzan a surgir las dudas sobre el ataque de Al Qaeda en tierras afganas. Si, a la vez, se asume que este grupo no es sino un conjunto de mercenarios al servicio de los gringos que ataca donde el patrón manda para mover a la opinión pública en uno u otro sentido -piénsese en los atentados de Londres y Madrid, por ejemplo, y que en este último sitio todo salió de la peor forma posible-, los cuestionamientos sobre las políticas pacifistas de Obama quedan mejor parados. Por último, si se considera que el gringo presidente no ha hecho sino proseguir con las políticas agresivas contra Corea del Norte, Irán, y demás países, se tiene entonces que el premio es un camelo.

Lo dicho: se entrega el premio a quien parece mejor entregarlo. Obama no ha hecho, al momento, nada en pro de la paz mundial. Una acción decisiva sería emprender el desarme nuclear de forma unilateral, retirar las tropas gringas de aquellos sitios en que mantienen una ocupación ilegal, y lanzar un llamado a la fraternidad planetaria. Empero, como ello no es posible, simplemente porque tal no sería una política congruente con el desarrollo de los acontecimientos, el hombre oscuro se ha limitado a decir X por aquí, Z por allá, y a actuar como suelen hacerlo los presidentes gringos, manteniendo a los pueblos débiles del mundo a raya mediante la conocida tónica porfirista del "pan o palo", dependiendo del contexto.

¿Eso merece un premio Nobel de la paz? ¿Y quién lo ganará el próximo año? ¿Lucía Morett?

11.9.09

De rigurosa etiqueta

Desde hace algunos ayeres, llama poderosamente mi atención el problema de los dineros con que, alegremente, se despacha la clase política nacional sin el menor pudor. No importa que los sujetos en cuestión sean diputados, magistrados, o burócratas de distintos niveles; tampoco hace mucho al caso que representen a un partido de izquierda, de derecha, de centro o ambidiestro; menos aún que, en medio de la rebatiña presupuestal, significada por el ansia de conseguir prebendas y fondos para misteriosas obras, fundaciones, comisiones y demás, se inserten discursos relativos a la crisis, el manejo racional de los recursos, o incluso que se apele al bienestar colectivo de distintas formas. Eso, repito, no importa: el meollo es tener, tener, tener y asegurar la viabilidad financiera propia antes que la del sufrido pueblo que, con puntualidad o no, con ganas o no, conforme o no, paga sus impuestos.

Tal es la forma de proceder de nuestros abnegados políticos, personajes que sufren gastritis y úlceras constantes debido a las hondas preocupaciones que los aquejan, siempre angustiados por llevar el bienestar a la gente, por legislar para el bien común, por hacer de éste un país mejor. Sujetos que se desvelan siete días a la semana en sus trabajos, que son cumplidos, honestos, eficientes, entregados, ajenos a las bajas pasiones humanas como la avaricia y el ansia de poder. Como tanto se afanan, lógico es que exijan ser remunerados de acuerdo con la cantidad de trabajo que por sus manos pasa, con la responsabilidad que recae sobre sus hombros y espaldas, y con las expectativas que la gente común se ha creado con respecto a sus labores.

Lo mencionado viene a cuento, en primera instancia, por los exorbitantes gastos presentados por el guardián de la democracia en este país, Leonardo Valdés Zurita, cuyas cuentas han sido revisadas en días recientes y arrojan los números que son de todos conocidos. En el estado de crisis que aqueja al país, resulta abominable -con mayúsculas, negritas y subrayado- que un organismo reciba nueve mil millones de pesos, no por trabajar, dado que el próximo año no se realizarán elecciones federales, sino simplemente por existir y dar empleo a un ingente número de personas dedicadas a tramitar credenciales, a hablar ocasionalmente de política... y no se me ocurre a qué más. Las cuentas de Valdés -cualquier similitud con las cuentas del Gran Capitán es mera coincidencia-, por ejemplo, incluyen asuntos de suma importancia para la vida nacional como desayunos, comidas y cenas de altos vuelos, gastos varios -gasolina, celulares-, contratación de asesores -once amiguitos parásitos del consejero presidente-, y enemil cuestiones más que, como se aprecia claramente, los mexicanos no tendríamos que pagar perennemente sino, tal vez, sólo en época de elecciones federales. Y digo tal vez porque, aunque es posible permitir la contratación de asesores -no once, pero sí dos, cuando mucho-, todo lo demás debería absorberlo el elevado sueldo del funcionario, y no los propios de los contribuyentes.

El mencionado no es un caso excepcional: todos los políticos mexicanos de renombre se despachan con la cuchara grande cuando de chupar del presupuesto se trata y solicitan fondos para viáticos, los infaltables asesores, gastos personales, renta de oficinas, mantenimiento de séquitos más o menos numerosos de sanguijuelas, y demás. ¿Y la crisis? Bien, gracias. ¿Y los recortes presupuestales? También bien, gracias. Oiga, pero ¿no sería sano que los sueldos se bajaran, y que los gastos se redujeran? No, ¡cómo cree usted! ¡La democracia los exige! Pero, ¿no acaso el PRD propuso bajar los sueldos de los funcionarios? Exacto, pero en ese rubro sólo se consideran aquéllos que no militan en el partido, o que forman parte de gobiernos ajenos al mismo. Ah, vaya. Ya voy comprendiendo.

Sin ir más lejos: el recorte anunciado al presupuesto de la Universidad Nacional ha desatado un sonoro escándalo, al ritmo del consabido tango "el neoliberalismo quiere hacer obreros a tus hijos y por eso quita recursos a la educación pública", sin considerar que el gasto operativo de la entidad referida es tan alto, y se emplea en cuestiones tan inútiles, que ni siquiera aparece desglosado en los informes financieros con que la institución dice cumplir la normatividad -"X millones para gastos varios", reza el rubro de referencia-. Así, el problema no se refiere tanto al dinero que se tiene o no, sino a cómo éste se gasta y en qué. Además, presas de un amago futurista, las autoridades universitarias de distintos niveles han comenzado a negar recursos a diestra y siniestra para cuestiones de importancia -el envío, por ejemplo, de estudiantes a congresos, lo que redunda en la representatividad que posee la universidad en el país y fuera de él-, pero dejan intocadas las prebendas de algunos funcionarios y académicos improductivos, quienes se han dedicado durante años a exprimir el presupuesto con proyectos, macro - proyectos, programas e investigaciones que no van a ningún lado o que, en el peor de los casos, sólo existen en la imaginación de los beneficiarios, si es que existen en alguna parte.

La gente común, como es de esperarse, no puede hacer nada ante lo mencionado, ni siquiera indignarse porque ello no sirve de nada, e incluso se cuida bien de protestar porque permanece atada a sus lealtades incuestionables, dado que no conecta una cosa con la otra y permite que tipos bien vestidos, bien comidos, y con sumas respetables de dinero en la cartera, le hablen de la justicia social, la redistribución del ingreso o la necesidad de terminar con los pobres -como no sea matándolos de hambre, no veo cómo tales sujetos podrían ser congruentes-. En consecuencia, no es raro que el mesías del pantano prosiga con sus locuras a lo largo y ancho del territorio nacional, acompañado por los rigurosos contingentes de acarreados, ilusos y curiosos, mientras se descubre que un volumen inusitado de recursos ha transitado desde la Cámara de Diputados a sus siempre ávidos bolsillos; a la par, el vándalo analfabeta autodenominado Juanito decide mantener el cargo para el que fue electo porque, sencillamente, su amiga, la muy democrática Clara Brugada, no quiso entregarle la cuota de cargos -y de sueldos, faltaba más- que el primero exigía como compensación por su patriótico sacrificio, mientras masas enardecidas lo aclaman como el nuevo ídolo popular, hijo de la democracia, y epítetos exaltados de talante parecido, sin ver que detrás de ello se encuentra la posibilidad de abandonar la pobreza... en que vivía el susodicho, y nadie más.

¿Cómo protestar? Bien, para ser sincero, he de confesar que sí hay gente que protesta, pero ¡oh desilusión!, la misma no se encuentra entre las filas de los desposeídos, sino en sectores bien alimentados que hacen suyas las consignas populares mientras, por ejemplo, se regalan con viajecitos de placer a los Estados Unidos o a Europa, compran y consumen como buenos burgueses, y no se privan de nada. ¿Congruencia, dice usted? "¡Claro! ¡Es requete - importante gritar consignas contra el gobierno y los hambreadores tradicionales mientras a mí no me falte nada, mientras pueda seguir viajando sin pena, mientras pueda presumir mi poder adquisitivo! O qué, ¿ahora, además de ser un reaccionario de la peor especie, está usted en contra de que la gente viva bien con el sudor de su frente o de su mente? Defender al pobre no me obliga a ser uno de ellos, a vivir como ellos, o a consumir sólo lo que ellos, sépalo usted bien".

Vaya plan. Se lucha por los pobres sin escatimar nada, sin sacrificar nada, desde un jet que vuela plácidamente entre un país y otro, o mientras se compran artículos de lujo. La moda del fresa izquierdoso, común en nuestros tiempos, se populariza, y gente bien -Guadalupe Loaeza es sólo un ejemplo-, que habla con tiples sacados de peor telenovela de Pedro Damián, sigue los cánones estéticos que dictan las capitales de la moda y basa en el consumo su modus vivendi, se asume como defensora del pueblo, partidaria del Peje, solidaria con los desclasados, enemiga del dispendio, del lujo, de la buena vida. ¿Cómo es ello posible? Éste es un misterio que, con toda honestidad, escapa a mi entender.

25.7.09

Encuentros académicos.

Justo en esta semana se llevó a cabo en la Ciudad de México el LIII Congreso Internacional de Americanistas que, contra lo que pudiera pensarse, no reúne a lo más granado de la afición azulcrema dispersa a lo largo del mundo, sino a académicos dedicados al estudio de América en sus distintas vertientes. La organización corrió a cargo de la UIA y del gobierno del Distrito Federal, empecinada la primera en demostrar que también puede hacer algo, y el segundo en dar lustre a su mediocre gestión a partir de eventos internacionales que no sabe de qué tratan, pero que le permiten "mostrarse al mundo". El tema del encuentro fue "Los pueblos indígenas: cambios y continuidades", y reunió a decenas -me atrevería a decir centenares- de sujetos que presentaron... lo que ya se sabe: avances de investigación, refritos diversos de lo publicado a lo largo de sus vidas, opiniones poco, mucho, o nada sustentadas y, en general, trabajos que comprenden de lo específico a lo más específico a lo absurdamente específico. Como siempre, lo abordado en esta ocasión merece ir por partes, a fin de ponerlo en claro.

¿Qué son los encuentros académicos? De forma ideal, estos espacios están pensados para que los estudiosos de un tema general, dividido a su vez en temas de mayor concreción, se reúnan, intercambien opiniones, lean trabajos y, en conjunto, enriquezcan sus posiciones al respecto, al tiempo que difunden su saber a un público de distinta amplitud. Tal es, como se mencionó, el ideal de los congresos, simposios, encuentros, coloquios y mesas de discusión. Sin embargo, la realidad dista mucho de parecerse a tal idea porque, para abrir boca, el 90% de los trabajos presentados, cuando menos, no son producto de una investigación nueva, sino que refieren a aquello que el estudioso ha realizado a lo largo de los últimos, quizá, diez años, y que, con distintos matices, ha presentado en un centenar de encuentros. Por tanto, cuando el eminente doctor Fulano de Tal toma la palabra, su auditorio sabe ya al dedillo de qué va a hablar, qué chistes va a intentar colocarle a la gente, y cómo excusará no traer nada nuevo bajo el brazo. Así, aunque existimos los que tratamos de llevar cosas nuevas cada que vamos a un coloquio, como es el caso de quien estas líneas escribe, resulta por demás exasperante ver que, en cada mesa, los temas se repiten, y se repiten, y se repiten; incluso los comentarios de los ponentes con respecto al trabajo de sus pares son los mismos de siempre, y las preguntas del auditorio, sobre todo del que es incondicional de Fulano, son también las de siempre, y por lo general se concretan a externar loas al escrito, al modo en que éste es revolucionario en cierta medida, y a la forma en que ha cambiado la vida del preguntón al abrirle los ojos a la verdad, como si fuera un infomercial de porquerías para reducir de peso, la nueva versión de El Secreto, o un programa de "Pare de sufrir", ni más, ni menos.

Viene luego, como mencioné, el intercambio de opiniones, piedra de toque de los encuentros académicos. Sin duda, ésta es la mayor añagaza de tales eventos porque, hasta donde la experiencia me permite ver -en mi corta carrera tengo ya alrededor de cincuenta participaciones en magnos sucesos como los que ahora narro-, cada ponente entra con una serie de ideas fijas en la cabeza... y sale con ellas intactas. Escasas son las ocasiones en las que alguien pregunta a otro, no con el fin de fastidiarlo, de hacerlo quedar en ridículo, o de probar que es mucho mejor que el otro, sino para saber de qué va la cosa y aprender. Muy escasas, irrisoriamente escasas, y tampoco sirven para intercambiar ideas, sino para reafirmar las del cuestionado. La mayor parte de las veces, el que pregunta lo hace con mala, malísima leche, con ánimo de descalificar al que ha presentado un trabajo bueno, regular, o malo. Tan es así que quienes nos dedicamos a establecer preguntas críticas, o a formular objeciones académicas al trabajo escuchado -en mi caso, el espíritu didáctico no me abandona, y siento la necesidad de decir al otro "revisa, replantea, repiensa", para que mejore lo hecho-, somos atacados por quien, a su vez, producto de la costumbre, se siente atacado. El resultado es que, en un encuentro académico, nadie termina por oír a nadie, todo mundo es el experto en su tema, y el público pocas veces alcanza a encontrarle sentido a las ponencias.

A este respecto, otro punto a reseñar sería el carácter "divulgatorio" que poseen los encuentros académicos. Sabido es que aquello que nosotros, en el medio académico, producimos, debe llegar a la gente de algún modo a fin de, por lo menos, enriquecer sus conocimientos, o para dar a la luz trabajos serios de divulgación, que hagan contrapeso a farsantes y plagiaros como Crespo, Villalpando, Rosas, Rius, Catón o El Fisgón. ¿Qué mejor oportunidad para hacerlo que un congreso, donde por igual acuden profesionales y legos, siempre y cuando la asistencia no sea cobrada, o las tarifas impuestas no sean prohibitivas? Pues no: los académicos con pretensiones de "intelectuales inalcanzables", por el simple hecho de tener un papel que los acredita como miembros de una institución X -tan seria como la UNAM, o tan ridícula como la UACM-, creen que deben expresarse siempre, o en idioma "academiqués", lo cual impide que el público amplio los comprenda, o a partir de N muy vagas referencias a trabajos especializados, de ésos que sólo conoce un segmento especializado del mundillo profesional. Así, la virtud comunicativa de tales eventos se ve eclipsada, y todo termina por ser una pasarela, como he mencionado, para demostrar qué tan fregón es el sujeto que habla, a partir de mi sabia máxima que enuncia: a mayor número de personas que no entienden lo dicho, y a mayor enrevesamiento del lenguaje, mayor calidad reviste al trabajo y al sujeto que lo ha elaborado.

Un encuentro académico, a estas alturas, resulta para mí completamente predecible, a tal grado que me he permitido esbozar una especie de recetario para guiar a quienes, en el futuro, decidan llevar a cabo tan magnos acontecimientos. Suplico al lector tomar nota de lo siguiente:

1. La institución A, B o C -en este caso, un gobierno local patético y una entidad académica ingenua- se postula como sede del evento X de la organización Z, hace gala de los lugares en que podría acomodar al suceso, y promete dar tal, tal y tal cosa a los asistentes.

2. La organización Z acepta la propuesta, emite la convocatoria para el magno evento, establece los temas del encuentro, fija las cuotas -que en ocasiones incluyen hospedaje, alimentos, programa, memorias y recuerdos, en otras sólo programa y memorias, y en otras nada-, y se dispone a cobrar, mientras los organizadores comienzan a parir chayotes con la logística.

3. Los presuntos participantes piensan unos días sus temas, se olvidan del evento, y un día antes del cierre de la convocatoria -que a estas alturas ya fue ampliada porque no habían ponencias propuestas- deciden enviar un refrito, sin importar que todo mundo se conozca y sepa exactamente de qué van a hablar.

4. El comité hace un simulacro de selección, notifica a los aceptados -que bien podrían ser todos los que quisieron entrar, vistas las porquerías que siempre aparecen-, y pare más chayotes para acomodar las ponencias, de modo que las mesas resultantes posean alguna congruencia. Lógicamente, ha aceptado a tantos -porque el dinero es el dinero- que sus integrantes terminan sufriendo una meningitis y, al final, acomodan los trabajos por orden alfabético inverso sin vocales y con consonantes terciadas; es decir, como caigan.

5. Un día antes de iniciar el evento, resulta que el impresor de los programas no los ha entregado; el de los gafetes perdió cinco páginas de la lista que recibió y tiene el material incompleto; el comité se embolsó la mitad del dinero para gastos y entrega un fólder mal impreso, un chicle y dos pastillas a cada ponente, en lugar del portafolio de piel de ternera prometido; nadie sabe cómo hacer las facturas para los participantes; los reconocimientos o constancias de participación son impresos en la sala misma de recepción, siempre con faltas de ortografía o con sutiles modificaciones a los nombres, de modo que el doctor Reynaldo Toro Palezús termina siendo Renato Lobo Pedrero; la logística falla, y todos los ponentes foráneos que confiaron en el comité son hospedados en un hotel de mala muerte; se destinó un comedor para cincuenta personas, y acudirán quinientas al evento -200 ponentes y 300 colados-; el organizador de los banquetes presenta un presupuesto altísimo -a última hora- y, como ya no hay dinero, se decide comprar una camioneta de sandwiches Lonchibón. Esto no importa a los asistentes que, como parte del "turismo académico", han decidido comer aparte, beber lo suyo, y no presentarse nunca a las mesas que tienen lugar después de los alimentos, salvo que sea el momento en que les corresponde exponer.

6. Con base en lo anotado en el punto 5, los participantes arman jaleo cada cinco minutos al descubrir las planchas de los organizadores, ver que no están sus santos nombres en las listas, o recibir reconocimientos a nombre de personajes perfectamente desconocidos. Sin embargo, cuando inicia el evento, todo mundo acude a las mesas que puede y el ajetreo es tal que nadie repara en la estafa de que ha sido objeto. Eso sí, en este último renglón es donde cae por completo el mito de los "encuentros", dado que nadie encuentra su mesa, no encuentra a sus amigos, tampoco encuentra sus papeles, reconocimientos, programas y chucherías, y el público termina por no encontrar sentido a las ponencias, mientras que el comité organizador no encuentra dónde meter la cabeza.

7. Para concluir el evento, todos -participantes, comité y colados- se ponen hasta atrás con el vino de horror que el comité ofrece -y que, invariablemente, es vino de tetrapack, o un caldo chileno agrio y espantoso de $50 la botella-, platican de sus ponencias y, como son las mismas de siempre, terminan hablando de lo mismo, o de temas tan académicos como "estaba bien buena la ponente de Kazakhstán que presentó no recuerdo qué."

8. La organización Z revisa su cuenta bancaria, ve el saldo agradablemente crecido, y emite la convocatoria para designar la nueva sede del evento. En tanto, los ponentes regresan a sus casas pensando "¡qué buenas guarapetas agarramos ahora en este encuentro!", "Fulano hizo el imbécil, como acostumbra", o "la próxima vez presentaré un poquito más de este tema." Al llegar a su lugar de origen, cada quien se desconecta de lo sucedido -salvo en las ocasiones en que merece presumirlo-, aguarda la convocatoria y, cuando ésta aparece, repite el procedimiento descrito.

22.7.09

Los resultados.

Ahora que el polvo comienza a asentarse, parece pertinente esbozar una pequeña reflexión en torno al proceso electoral del 5 de julio que, por principio de cuentas, presentó los niveles de abstencionismo habituales para los procesos intermedios y determinó que cada voto nos saliera carísimo a los contribuyentes. Para colmo, las calles quedaron llenas de caras desconocidas -unas peores que otras-, pertenecientes a ciudadanos decididos a ganarse el voto y los dineros que el mismo conlleva. Señores míos, si ya pasó todo el argüende, ¿por qué diablos no quitan su propaganda, que es contaminación visual de la peor especie?

¿Por dónde empezar? Lo indicado parecen ser los números que resultaron del proceso: el PRI, ese PRI que se vendió como "nuevo y mejorado" -cual si fuera comida para gatos o lubricante para motores-, amparado en la poca memoria de la gente, ganó la mayoría del Congreso. Valiente futuro nos espera porque, además, de seis gubernaturas en disputa, ganó cinco. Lógicamente, las fuerzas vivas del Tricolor se lanzaron a festejar sin medida su victoria, y a enunciar que "el pueblo ha reconocido su trabajo, y ha rechazado el del gobierno federal." Sería algo para reflexionarse si no existiera, detrás del resultado, lo peor de la política priísta: la compra de votos y la cooptación de votantes. Por todas partes aparecen testimonios de la forma descarada en que el PRI entregó diversas cantidades de efectivo -las que conozco varían entre los $150.00 y los $2,000.00- a cambio de un voto, acompañadas de vales de despensa, despensas, tarjetas de tiendas departamentales, y la colaboración de las televisoras que, sin pudor, transmiten gacetillas de connotados tricolores como Peña Nieto. Ése es el punto flaco de la victoria priísta pero, al mismo tiempo, el más preocupante: con recursos obtenidos misteriosamente -sospéchase que del erario público-, los votos se magnificaron y, si la receta ha funcionado, no quiero ni pensar la que nos espera en tres años, máxime si se considera que el PAN no tiene candidato, y que la gente de la dupla - tercia amarilla/roja/naranja tiene sus bonos por el suelo.

En la cultura de las elecciones, aunque no en los números, el gran derrotado fue el PAN. ¿Por qué? Principalmente, por las inteligentes campañas montadas por la oposición, empecinada en demostrar que el país está al borde del abismo para lucrar con ello y sacar ventaja. Si a esto le sumamos que no faltó el mentecato que le dio la espalda al partido en el último momento -como el senador por San Luis Potosí, por ejemplo-, que la campaña monotemática fue atroz, y que muchos de los candidatos no hicieron campaña -tal vez se embolsaron la lana impúdicamente-, todo el escenario pintaba para el desastre... y éste sobrevino. Me queda la duda, honestamente, de si el voto a favor del PRI fue necesariamente en contra del PAN, dado que los primeros no tenían en su publicidad ningún tipo de alternativa para "hacer las cosas mejor", y todo se reducía a meras propuestas huecas. Como sea, al juntarse los diputaRAdos del PRI y del Verde, poseerán mayoría absoluta en la Cámara -254 legisladores, si no me falla la memoria- y tendrán mano libre para hacer y deshacer. Veremos qué es lo que, al final, hacen o deshacen.

En los números, el PRD protagonizó la caída más estrepitosa tenida por partido alguno en la historia contemporánea del país: entre 20 y 22 puntos porcentuales, ni más ni menos. Por obvias razones, los señores amarillos han propalado hasta la náusea la "derrota" del PAN, pero los números no mienten. ¿Por qué perdieron? Se sabe bien: entre el fuego "amigo" -vaya amistades las suyas- que les endilgó el Peje, y sus propias torpezas -poner de candidatos a un inútil como Bernardo Bátiz , o a una impresentable como Ana Guevara no es de lo más sagaz-, el partido se cayó. Si a eso se suma que nadie sabe, literalmente, para quién trabaja, que están que corren y no a quienes contendieron por otros partidos, y que el propio instituto político carece de una línea de acción precisa, se adivina el por qué del azotón. ¡Ah! Y el anulismo, faltaba más. De todas las personas que conozco y anularon sus votos, todas, salvo dos o tres, habían antes votado por ese ente amorfo llamado "izquierda", en cualquiera de sus presentaciones; asimismo, está el hecho incuestionable de que algunos votantes perredés decidieron que el nene no era alguien adecuado y dieron su voto al papá, o sea, al PRI. Sin duda, un caso muy interesante para realizar un estudio formal de cultura política.

Viene luego la llamada, con todo tino, "chiquillada", compuesta por partidos de membrete salidos del PRI o reciclados de propuestas ya rebasadas y descalificadas en su momento: el PT, Convergencia, el Partido Verde, y el PSD. Los dos primeros son, sin duda, una verdadera lástima: entre ambos juntaron el 5% de los votos -los anulistas alcanzaron el 6%-, a pesar del apoyo que les brindó el mesías que vino del pantano. Esto, aunque permite ver que son un par de opciones lamentables y sin propuestas, les ha facultado para vivir del presupuesto tres añitos más, con una agravante: gracias a nuestro absurdo sistema político, Convergencia, que no ganó un solo distrito -es decir, todos los candidatos que presentó en solitario fueron barridos-, tendrá seis diputados "plurinominales", por obra y gracia del Cofipe: seis inútiles, seis sanguijuelas, seis lacayos del Peje, o de quien les pase una corta. El PT, aunque está en el mismo costal de la desgracia, al menos ganó por acá y por allá, aunque su carta más notable fue el tal Juanito, un vándalo profesional, un analfabeta funcional, o un pelele, como gusten llamarle, que ganó la delegación Iztapalapa por razones ligadas a despensas, dinero para viejitos, vales para útiles o becas para inútiles; un tipo sin cerebro y sin carácter que, según pintan las cosas, entregará una porción de la ciudad a la ínclita Clara Brugada, destacada integrante del gang de Bejarano y Cía. Lo que les espera a los iztapalapenses bien merecido lo tienen, no cabe duda. Por cierto, hay buenas noticias en todo esto: dada la escasa votación alcanzada por el PT, la terrorista mustia que responde al nombre de Lucía Morett no alcanzó su anhelada diputación plurinominal, y ya la espera un avión para ir a rendir cuentas a Santa Fe de Bogotá.

¿Qué resta? El Verde y el PSD. El primero se metió una cantidad inusitada de votos porque, se diga lo que se diga, montó una campaña clara y precisa a partir de tres promesas fáciles de aprender: pena de muerte a secuestradores y asesinos -faltó incluir a narcos y a violadores-, vales para medicinas, y becas para estudiar computación e inglés -en el mejor estilo de Francisco Labastida-. ¿Cómo cumplirá lo prometido? Misterio, aunque sospecho que no cumplirá, con el consabido lema de "los tiempos no están maduros", o alguna idiotez por el estilo. En tanto, el PSD, para fortuna del país y del presupuesto, dejó de existir; su campaña fue espantosa y mezclaron temas de tal disimilitud que no podía esperarse otra cosa. Así, apoyar -como es mi caso- la despenalización total del aborto, no resulta compatible con legalizar las drogas -a lo que me opongo férreamente-, y plantear que "las cosas no se solucionan a balazos." ¿Cómo entonces? Los narcos existen, también los adictos, ¿vas a hablar con unos y otros para que no hagan las cosas mal, y se formen en fila? Vaya sandez. ¿Que el Estado controle la distribución de droga? Ajá, y los narcos se van a retirar del mercado porque la ley se los prohibirá, ¿no? ¿Y los gringos dejarán que el gobierno maneje el narcotráfico abiertamente? Seguro, seguro: con Bartlett, Beltrones y Bours tenemos suficiente, y eso que operan "a la sombra".

¿Qué nos queda a los ciudadanos? Poca cosa; por principio de cuentas, deberíamos ahora sí presionar a los inútiles que fueron elegidos para que trabajen, para que le pregunten a la gente qué demonios le hace falta, y para que rindan cuentas de lo hecho. La cantidad de iniciativas de ley que quedaron en el tintero es tal que da pie a pensar que los legisladores no trabajan sino cuando los tiempos están por vencerse... aunque ello parece ser parte de la idiosincrasia nacional. Empero, es tiempo de que los ciudadanos hagamos algo más allá de anular votos -que el tiempo dirá si la medida funcionó o no- y nos convirtamos en lo que somos: los verdaderos patrones de ésos que se denominan "servidores públicos", que están a nuestro servicio y deben, por ende, acatar lo que les solicitemos, siempre que ello no sea una barbaridad.

5.7.09

Las primeras del día.

Si bien dedicaré un espacio de mayor amplitud a reseñar lo que haya acontecido a lo largo del día, y a comentar los resultados de la votación aún en curso, de momento creo conveniente apuntar, a vuelapluma, las noticias que han ido apareciendo en torno a los comicios, para tener una pequeña idea del acontecer "minuto a minuto", como dirían algunos:
- En Playa del Carmen, los medios de comunicación descubrieron una casa en la que el PRI entregaba despensas a cambio de votos. Al percatarse de la presencia de los medios, los sujetos en cuestión salieron de la casa y, sin mediar palabra, arremetieron contra un par de reporteros, a quienes dejaron lesionados y sin sus equipos de trabajo para eliminar las evidencias. Minutos más tarde, los mismos individuos comenzaron a patrullar las calles machete y palo en mano, con el fin de evitar que los periodistas les caigan en más movidas.
- En Zacatecas, el PRD ha denunciado que el PT compra votos con dinero en efectivo; como muestra, incautó $200,000 a tan singulares "promotores del voto".
- En Tabasco, el PRD ha denunciado... al PRD por acarrear votantes.
- En un municipio de Guanajuato -Salvatierra, me parece-, el narco ha amenazado a los candidatos del PAN y del PRI; es decir, gane quien gane, la tiene sentenciada.
- En Veracruz, una camioneta embistió -y mató- al candidato del PAN a la presidencia municipal de Pánuco. Curiosamente, la camioneta es propiedad del marido de la candidata priísta.
- En la delegación Miguel Hidalgo del Distrito Federal, Ana Guevara repitió que "ya ganó", aun cuando la votación apenas se desarrolla y los números no le son favorables.
- En Hermosillo, la policía estatal allanó las instalaciones del PAN local y se robó una computadora. ¿Para qué? Aún se ignora.
- En San Luis Potosí, creo recordar que en Ciudad Valles, el candidato priísta a la gubernatura denunció que su camioneta había sido baleada.
- En el municipio poblano de Santa Rita Atlahuapan, el presidente municipal impidió que los ciudadanos votaran, y mandó a su mujer para que promoviera el abstencionismo.
- Como noticia positiva, los delegados de los tianguis capitalinos no han hecho acto de presencia, hasta este momento, para exigir a los puesteros su voto por el PRD. Lo más probable es que no tengan la menor idea de si deberán solicitar amablemente el voto para los amarillos, los rojos, o los naranjas.
- En los municipios de Chimalhuacán, Chalco y Nezahualcóyotl, el PRI entregó tarjetas de una tienda departamental para asegurarse votantes.
- En Iztapalapa, sujetos desconocidos, o tal vez no, y que podrían presumirse amarillos o rojos, asaltaron una casilla y golpearon a quien se les puso enfrente.
- En la Alameda Central de la Ciudad de México, los anulistas hicieron un mitin para promover su postura. Creo que, si se ha cortado el proselitismo político desde el 1o. de julio, este tipo de manifestaciones también deberían limitarse en este momento.
- El dato curioso lo constituye el hecho de que la tinta "indeleble"utilizada en las casillas locales del Distrito Federal... no es indeleble. Yo voté hacia la 1 de la tarde y, al momento de escribir estas líneas -las 3 de la tarde-, mi dedo sólo muestra el rastro de la tinta empleada en las casillas federales.
Así están las cosas. Al parecer, la amenidad proseguirá hasta que, a las seis de la tarde, cierren las casillas, y el show comenzará cuando se den a conocer los resultados.

18.6.09

Servilismo multitudinario.

Lo hemos visto en las noticias: al calor de las contiendas electorales, todo se vale, todo se puede, ya nada nos extraña y, lo peor, no hay autoridad alguna que haga algo para remediar las evidentes violaciones a la ley electoral.

El número que ahore referiré a ustedes tiene que ver con el pleito desatado entre perredistas de distinto signo por el control de la valiosísima -en cuestión de votos, de clientelas, y de posibilidades futuras, que no de otra cosa- delegación Iztapalapa. En la votación interna de los perredés triunfó -por motivos que se desconocen- una ciudadana desconocida que responde al nombre de Silvia Oliva. No obstante, la alquimia de Bejarano y sus amigos hizo de las suyas para montar en la candidatura para la jefatura delegacional de Iztapalapa a la infausta Clara Brugada quien, no contenta con haber chupado del presupuesto -sin mostrar resultado alguno- en el régimen pejista, ahora se recicla y se lanza para contender por el estupendo negocio que representa ser jefa delegacional. Los perredés del bando A -porque aquí no hay buenos ni malos, todos son malísimos- protestaron, fueron al Tribunal Electoral del Distrito Federal y, más tarde que temprano, lograron revocar la nominación de Brugada, si bien su nombre se encuentra ya impreso en las boletas.

El Tribunal lo dijo con claridad: "se ordena que el PRD reponga a Oliva la candidatura." El partido, como es su costumbre, se lo pensó, se hizo el remolón, y no dijo nada porque, entre otras cosas, la dirigencia nacional, la que fue a quejarse, es del bando A, es decir, del bando que pide la restitución de Oliva; empero, la dirigencia local, a la que toca acatar el fallo, es del bando B, o sea, es dependiente directa del afamado "señor de las ligas" y, por tanto, está contentísima con que la inútil de Clara Brugada sea su candidata. Colofón: nadie ha movido un dedo para que la desconocida Silvia Oliva se lance a la campaña, con todo y que a ésta le quedan, a lo sumo, dos semanas: el Tribunal no aplica la ley, el IFE dice "no hay falta alguna que perseguir", y el IEDF, lacayo irredento del PRD, nada "de muertito" para que nadie note que es la autoridad que debe poner orden en el desastre perredista, que podríamos llamar "El Cochinero Contraataca."

Por si las cosas no fueran ya suficientemente malas, hace dos días, el martes 16, el Peje hizo acto de presencia en un mitin del PT y dejó a más de uno con la boca abierta. Por si desean ver textualmente lo expresado por tan singular personaje, el enlace se encuentra aquí, y la crónica les será relatada a continuación:

Parece un mitin cualquiera, de ésos que el PT arma escudándose en la figura de su mesías particular porque, de otro modo, nadie iría: no hay propuestas, los candidatos son un cúmulo de impresentables, y el partido realmente no ofrece nada, salvo atacar a la derecha sin pensar que el propio PT es una agrupación a la que, sólo tras sufrir un politraumatismo craneoencefálico severo, se podría calificar como "izquierda". Sin embargo, a raíz de la espantosa campaña publicitaria centrada en el "estaríamos mejor con", que prolijamente he destazado en una entrada previa, los bonos del partido en cuestión han subido; no en la medida en que lo querrían, pero al menos pintan.

Para regresar al mitin, se observan en él tres personas: el candidato por el PT a la jefatura delegacional, el Peje, y Clara Brugada. Quien lleva la voz cantante es, obviamente, el loco que vino del sur que, con su voz estentórea, enuncia: "el candidato que está aquí conmigo"... y hace una pausa para preguntarle cómo demonios es que se llama, porque ni idea tiene. El tipo, sin amoscarse, le dice su nombre, y el Peje prosigue: "Rafael Acosta, haga el compromiso de que, al ganar, porque, no se la va a creer, él no va a ganar. Por civismo, va a ganar por el movimiento, y va a ganar con Clara, que se entienda bien."

Vale hacer una pausa aquí y preguntar "¿es verdad lo que estoy escuchando?" Si se realiza un análisis tajante de lo dicho por un enloquecido López Obrador, es claro que él dice, en un inicio, que el candidato primeramente anónimo no va a ganar, a lo cual el pobre diablo, el candidato ninguneado, responde con una carcajada que queda a la libre interpretación de cada quien. No obstante, después le dice algo como "bueno, ganas pero no ganas, ganarás con Clara." Con Clara, evidentemente; con claridad, en absoluto; a las claras, está por verse. El remate es lo último dicho por el mesías del pantano que, en resumen, es una orden tajante a Marcelo: gana este baboso que no sé cómo se llama, ni me importa; como es baboso, renuncia; después, te mando decir -aunque se escuda en aquello de "el movimiento propondrá"- que nombres a Clara; me obedeces y le envías mi mandato a la Asamblea; ésta sigue mis órdenes y determina que la Brugada será la jefa delegacional sustituta. Fin de la alucinación.

No sé qué sea peor de todo lo visto. Por una parte, siguiendo su método tradicional, el Peje obliga al impresentable candidato a que, frente al mitin, se comprometa a renunciar después de que gane, como si tuviera alguna opción. En este caso, me pregunto: ¿para qué hacer una campaña con un tipo, si a final de cuentas no va a ganar? Es más, si el manejo en la ciudad es tan turbio, y todo lo decide el Peje, ¿para qué hacer elecciones en las delegaciones donde es posible que ganen los perredés, o los petés, o los convergentes? Mejor adoptamos el modelo cubano y elegimos listas de candidatos, todos del mismo color, y ya, nos quitamos de líos. Por si fuera poco, está el hecho de que el PT consume presupuesto para nombrar a sus candidatos, recibe dineros públicos para promoverlos y, al final, resulta que "siempre no", que el tipo, si gana, deberá entregarle el puesto obtenido a alguien por quien, evidentemente, la gente no votó. Cosas de la democracia amarilla, roja, o naranja.

Lo segundo peor es la actitud del tipejo: "sí, me comprometo porque me lo pide el presidente legítimo." De la buena nos salvamos cuando este pelmazo perdió la presidencia en 2006 porque, de otro modo, volveríamos a los viejos tiempos del PRI intransigente donde, por cualquier motivo, el presidente removía gobernadores y los reemplazaba por tipos que la gente no conocía, pero que eran fieles al dedo divino. Señor candidato sin nombre, de verdad, qué poco vale usted. Desde el momento en que dice "sí, me voy", pierde toda credibilidad, deja de contar como alguien serio y, de hecho, debería perder la posibilidad de realizar cualquier tipo de propaganda a su favor. ¿Para qué, si de cualquier manera no va a hacer nada, sino entregarle en bandeja la delegación a una distinguida militante del gang bejaranista? ¿Qué compromiso asume un tipo como éste? De servicio, evidentemente no, porque debería haberle dicho al Peje: "oye, para esas movidas ve a buscar al de Convergencia, a ver si él quiere, que yo no: yo compito para ganar yo, y servir yo a la gente que vote por ." No obstante, como la gente vale un comino, y lo que importa es quedar bien con el enviado de los dioses, qué importa que la votación se convierta en una simulación absurda.

Me parece que, a pesar de lo mencionado, lo peor es lo que no dice el Peje, pero deja translucir, y que consiste en que Marcelo va a obedecerle, la Asamblea va a obedecerle, y se saldrá con la suya. Obviamente, deberá lidiar con el hecho de que la gente vota por colores, no por candidatos, y es muy posible que termine ganando el PRD, con lo que la jefa delegacional será Silvia Oliva y al Peje, a Clarita y al baboso se les hará nudo el hígado; incluso, de creer una fuente poco fiable, es posible que gane el candidato del PRI. Sea como sea, en ambos casos ya podremos esperar una nueva oleada de movilizaciones porque hubo fraude, la mafia les quitó la delegación, el compló del innombrable ha hecho de las suyas, y la derecha operó todo para ganar a la mala. Me pregunto si el loco de Macuspana tendrá en su cabeza algo sencillo, pero fundamental: el hecho de decirle a un sujeto "ganas, pero ganará la que yo quiero" constituye un acto fraudulento, es manipular la voluntad popular a favor de un proyecto unipersonal revestido de "proyecto de nación", es apostarle a la megalomanía y no a la libertad. De verdad me pregunto si el Peje verá que, con esta última jugada, termina de matar su ya moribunda imagen de "paladín de la democracia", y se convierte definitivamente en un dictador enfermo.

A todo esto, hay más servilismo, de ahí que sea éste multitudinario. Así, no sólo es servil el candidato impresentable; no sólo lo es la gente que sigue al Peje porque "estaría mejor con él", aun sin saber cómo; no sólo lo es Clara Brugada por pensar en llegar a un puesto que no le corresponde. Horas después de la "puntada" péjica, Marcelo comentó: "está en todo su derecho; creo que es plausible y nadie se lo prohíbe." Acabáramos. Entonces, para el jefe de gobierno, es derecho del Peje mover piezas, imponer jefes delegacionales, y dejar en claro que él, Marcelo, es su criado. Asimismo, no hay falta en que una persona de la sociedad civil -porque el buen López no es sino eso- se meta a hacer política, lo cual está vedado para el resto de los mexicanos sin partido; tampoco está mal que se sugiera que la Asamblea carece de autonomía, y se halla sometida a los designios de un loco y de su fiel lacayo. Bonito gobierno es entonces el de la ciudad. ¿Adónde pretende llegar Marcelo con todo esto? Se ignora porque, al paso que vamos, la candidatura de la mancuerna PT - Convergencia, si es que logran salvar el registro, será para el de Macuspana, ni duda cabe, mientras que la del PRD puede ser para Chucho, para Juan Ramón, para Amalia, o para alguien que no sea tan claramente servil. ¿Y Marcelo? Pues deberá irse, con todo y su chinito de Supermán, a donde todos adivinamos.

¿Hay más? ¡Claro! ¿Quién es el mayor afectado en este caso? Podría pensarse que el pobre diablo que cederá su lugar a Clara Brugada; sin embargo, como marcha al sacrificio sin oponerse, es notorio que nada le afecta e, incluso, es posible que el mesías le reserve algun tipo de premio por su "entrega", el cual pudiera tener varios ceros a la derecha. Pero no, no es él el afectado: el afectado es el PRD, víctima de los manejos escasamente aseados de quien, en su momento, fue su principal arma. Ahora bien, ¿qué es lo que ha dicho el partido a todo esto? Mucho, y nada. En una conferencia de prensa, Jesús Ortega dijo que lo hecho era traición, que estaba mal, que no se podía hacer eso. Por supuesto, ni quién lo dude; sin embargo, en ningún momento dice "ah, López Peje, nos la vas a pagar"; por el contrario, todo queda en el sobreentendido, en la más absoluta cobardía, en no llamar al traidor por su nombre y exhibirlo de una vez ante la militancia. Los estatutos del PRD son claros: si algún miembro hace propaganda por otro partido, ¡para afuera! No es el caso del Peje quien, por si fuera poco, ha dicho hoy mismo que no se va, cuando la cuestión debería cifrarse en a qué hora lo "van", no en si decide irse o permanecer.

Así es esto de la democracia amarilla. A propósito de la conferencia de prensa de Chuchito, todavía hay quienes defienden al Peje y le dicen de todo al líder del PRD, ante lo cual me pregunto ¿cómo defienden la actitud del primero? Evidentemente no lo hacen, porque es indefendible, y se limitan a llamar "rastrero", cuando menos, a Ortega, sólo porque él intenta mover al partido por los rumbos de la negociación, no de la intransigencia péjica. El ataque es a Chucho por "traidor", "entreguista", "pelele", y cositas por el estilo, ideas todas que, en ningún momento, aluden a la actitud inconcebible del mesías. La retórica chafa, como se sabe, tiene mil argucias bajo la manga. Baratas, claro está, y que no soportan la mínima contraargumentación, pero mil, a fin de cuentas.

Me queda en la mente una afirmación tajante: para aquéllos que niegan la existencia de la posmodernidad, los hechos están a la vista. Si el Peje y sus seguidores incondicionales se llaman "de izquierda", atacan al partido político que ha permitido a su adalid posicionarse donde está, y defienden las arbitrariedades de un autodenominado "demócrata", ¡claro que la posmodernidad existe! ¡El autor ha muerto, los metarrelatos con él, viva el lector!

4.6.09

El primer paso.

Después de la muerte del narcomenudista, acaecida en la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM hace dos días, el Consejo Técnico de la institución dio a conocer ayer un comunicado que, a renglón cerrado, hacía uso del conocido lugar común "haremos", "vigilaremos", "tendremos que hacer", y cosas que sonaban a nada. Hoy, para fortuna de todos, resultó que sí, que sí se ha hecho algo, y que ese "algo" es el primer paso al que aludía yo en la entrada que a ésta precede.

Hoy, al arribar a mi trabajo, no vi puesteros, no vi vendedores de nada -libros, películas, monitos, ropa...-, no vi siquiera a los infaltables ambulantes que, montados en bicicletas, reparten tacos de canasta por todo el campus universitario. En cambio, vi muchos cochecitos de Auxilio UNAM, muy monos todos, acomodados en el lugar en que deberían estar los vendedores. Obviamente, mi júbilo fue mayúsculo, si bien se vio empañado por el hecho de que, desde el auditorio, y al interior mismo de la facultad, comenzaban las protestas por el hecho.

Antes de reseñar las protestas, vale la pena insertar aquí un apunte: tanto aparato para retirar a unos vendedores, ¿era necesario? Al parecer, sí; el problema que aparece en el horizonte estriba en que el dispositivo -como se da hoy en llamar- que resguarda los espacios no puede durar para siempre y, por tanto, imagino que los vendedores harán acopio de paciencia hasta que la autoridad se vaya y ellos, lentamente, en operación cucaracha, regresarán. Ojalá me equivoque, aunque la experiencia me dicta que lo mencionado es posible.

Ahora, las protestas. Al ingresar a la facultad observé, como es habitual cuando "algo" se mueve, el consabido grupo de gente apeñuscada en la zona conocida como "aeropuerto", y que no es sino el descanso de las escaleras. Al avanzar un poco más, comencé a oír una voz que, con un tono también muy conocido, propio de exaltado orador de barrio, reseñaba "la injusticia" de que eran víctimas los vendedores, "el atropello que se cometía contra la gente pobre" y, por último, "la ilegalidad" con la que actuaba la autoridad al quitarlos. La oradora, de quien me ocuparé en unos instantes, terminó diciendo que, si se quitaban esas fuentes de trabajo, el gobierno debía entonces mantener a los desplazados, darles todo gratuitamente y compensar su injusta existencia. Al mismo tiempo, exigía a las autoridades -a la Junta de Gobierno y a la Dirección de Patrimonio Universitario, ni más ni menos- que le explicaran por qué habían quitado a los vendedores, por qué los atropellaban, por qué nadie daba la cara, aun reconociendo que la directora había hecho acto de presencia en la operación. Total, un galimatías populista, pseudo rojo, de ésos que bien conocemos; a su lado, un vendedor de libros piratas, para más señas uruguayo o argentino, asentía con gravedad y ponía cara de circunstancias.

¿Qué clase de protesta es ésta? ¿Ilegalidad dices? Vaya, hombre, pues entonces ha de ser muy legal vender piratería en todas sus formas, productos de contrabando, y lo que se guste y mande, por supuesto, sin pagar un centavo de impuestos. Valiente legalidad. Oh, claro: también, en el río revuelto, vale defender a los vendedores de droga que se han quedado sin trabajo. Pobrecitos. Definitivamente, el Peje tiene la razón: la inseguridad se combate con empleo, así sea vendiendo pastito vacilador; de otro modo, ya se ha visto, la inseguridad crece y, en una de tantas, los narcomenudistas se asesinan unos a otros.

Ahora, daré paso a describirles a quien, en el tono referido, decía lo ya comentado. Hace un par de semestres, al hacerme cargo de una materia de siglo XX, ingresó a mi grupo la que, por mucho, es la peor -valdría ponerlo en mayúsculas, aunque lo omito por quedar un poco mal- alumna que he tenido en todos mis años como docente. La sujeta asistía cuando quería y, en tales ocasiones, su expresión era de total apatía, hartazgo, desinterés, aburrimiento; éste, en ocasiones, terminaba por vencerla, y la alumna se dormía con la boca descomunalmente abierta, sin pena alguna. En las contadas ocasiones en que se animaba a opinar, su verborrea era un amasijo de incongruencias, anacronismos, lugares comunes, y estupideces de similar talante. Si de entregar trabajos escritos se trataba, mejor ni comentarlo: de tres palabras escritas, había una falta de ortografía en al menos una, cuando no en las tres. El colmo fue que la sujeta terminó sintiendo una especial aversión por mí el día en que, al pedirme que la dejara entregar sus trabajos fuera de tiempo -alrededor de tres meses después de la fecha acordada- le dije que con gusto, pero que la calificaría sobre seis, no sobre diez, en atención a su tardanza. La tipa me miró con odio reconcentrado y preguntó "¿sobre seis?" Al repetirle que sí, que la justicia para con el resto de sus compañeros dictaba que no había de otra, chasqueó la boca y se marchó furibunda.

Ahora bien, la pregunta del millón: ¿quién imaginan ustedes, amables lectores, que era la oradora de la protesta mencionada párrafos atrás? Ni más, ni menos: una sujeta que no sabe hablar, que no sabe escribir, y que no estudia, se asume ahora como portavoz de los desposeídos e inocentes vendedores. Mucho me gustaría ver su tira de materias y su avance de créditos, para tener armas en la mano con las cuales preguntarle "oye, ¿y tú a qué diablos vienes aquí?" A estudiar no va, eso es seguro; ¿ésa es la gente que "toma consciencia", que se cree "universitaria", que lucha por la "legalidad"? Pues ya vamos listos. Lo primero a cuestionar sería su permanencia en la universidad, y luego su defensa de los fósiles, parásitos e invasores que han ocupado nuestros espacios. Gente de tal calaña es la que, hoy mismo, tuvo el descaro de colgar dos inmensos papeles afuera del auditorio, en protesta por el desalojo de vendedores, y también como queja porque el Consejo Universitario ha solicitado a la Procuraduría que ingrese al auditorio y atrape a los que estén en posesión de droga. Ellos, que sí tienen droga -en macetas-, protestan porque se violaría la "autonomía universitaria" que, como ya he señalado, no se refiere a zarandajas extraterritoriales ni mucho menos, pero que en tal caso habrían destruido ellos primero al permitir que numerosas organizaciones no universitarias se hicieran con el control del auditorio; ellos, que nos han despojado de un espacio común, exigen -ajá, tal cual- que no se meta nadie en los espacios "liberados" y "autogestivos". ¿Reímos, o lloramos?

Por lo pronto, el primer paso está dado. Veremos hasta dónde llega y, sobre todo, qué se le ocurre a los vagos, parásitos, invasores y, sobre todo, violentos, para oponerse a lo que se viene. Ya comenzaron a lanzar consignas contra la "represión", contra "los ataques de la autoridad"; sin embargo, si la comunidad de la facultad se asume como tal y actúa en conjunto, creo que podremos recuperar nuestros espacios y tornarlos, como decía el comunicado del Consejo, en sitios dignos para la vida académica.

2.6.09

¿Hasta cuándo?

Según distintas notas periodísticas, un sujeto desconocido -ni tanto, tiene nombre y apellidos- fue baleado en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Tras recibir los impactos, el sujeto corrió hacia la propia facultad para pedir ayuda, pero las heridas eran de consideración y cayó en la entrada. Los servicios de Auxilio UNAM acudieron al lugar de los hechos pero nada pudieron hacer por salvarlo. Al momento, se realizan las investigaciones pertinentes para dar con los culpables.

Esto es, en su más escueta versión, lo acontecido hoy en la misma puerta de mi casa de trabajo, entre las 13:30 y las 14:00 horas. Al salir de mi clase, una amable conocida mía que se desempeña en las difíciles tareas de la escoba y el trapeador me impidió el paso hacia la entrada: "Está cerrado, maestro." Al inquirirle el por qué, llanamente me dijo "Es que hay un muerto. Mataron a un muchacho en la puerta, aquí, junto al teléfono." Chanfles. Salí, con el resto de quienes éramos desviados de la entrada principal, por el patio de la biblioteca, sin saber a ciencia cierta qué pensar en torno a lo acontecido.

Lo primero que viene a la cabeza en tales circunstancias es, naturalmente, un alud de preguntas, un tropel de interrogantes desordenadas, un sinnúmero de cuestionamientos que van, desde lo obvio, hasta lo ilógico: ¿quién era? ¿Por qué lo mataron? ¿Agarraron a los asesinos? ¿Sería un estudiante? ¿Será el único? ¿Por, qué, por qué, por qué? A estas interrogantes se impone, en última instancia, una sobrecogedora duda: ¿estaremos seguros quienes acudimos a nuestra universidad? Si hoy mataron a un tipo, ¿quiere eso decir que las escenas cotidianas de violencia que se viven en la ciudad y en el país, se reproducirán ya normalmente en un lugar donde, de forma natural, no deberían acontecer? Con esto en mente, retorné a casa.

La información, como es natural, fluyó lentamente pero, al final, permitió armar el cuadro que he presentado al inicio de este texto, el cual debe ser amenizado por un dato más, simple pero contundente: el muerto estuvo en prisión entre los años 2000 y 2007, acusado de posesión de droga. Para quienes hemos asistido a la Universidad Nacional durante algunos años, el cuadro comienza a formarse con nitidez: el tipo era un vendedor de droga, de ésos que pululan en el espacio conocido como "Las Islas", en las justas narices de la rectoría, y contra quien nadie ha hecho nada en ningún momento. Recuerdo que, tras el ilegal y arbitrario paro de labores del año 2000, se hizo la finta de retirarlos, dado que ya operaban con descaro -sólo les faltaba vocear su mercancía para ser más evidentes- y, además, el horno no estaba para bollos después de que a los paladines del CGH les encontraron macetas sembradas de cierta hierba color verde -cuestión que, por cierto, no tardó en ser echada al cesto del olvido-. Así, los narcomenudistas debieron camuflarse pero, si se observa con cuidado, hoy en día se les distinguirá fácilmente entre quienes venden discos piratas, películas piratas, libros piratas, artesanías, ropa, muñecos y demás artículos en el tianguis que, durante la gestión de Ambrosio Velasco, prosperó a las afueras de mi facultad.

Saber que era un vendedor de droga, que discutió con quienes eventualmente le asesinarían antes de ser baleado, y que no es un universitario, da cierta tranquilidad, aunque ésta no tarda en desvanecerse. La tranquilidad surge porque, después de todo, no se trató de la ejecución, por los motivos que se gusten, de un alumno, un académico, o un administrativo: el acontecimiento es, al parecer, un ajuste de cuentas, aunque la Procuraduría de la ciudad haya abierto otras líneas de investigación. Lo anterior permite ver que no hay un comando dispuesto a ejecutar universitarios, no es una acción organizada, no tiene que ver con cuestiones represivas. Es, repito, el asesinato de un bueno para nada hijo de tal a manos de otros buenos para nada hijos de tales; en este sentido, y aunque suene horrible, no se ha perdido mucho.

La intranquilidad reaparece cuando se echa para atrás la mirada y se recuerdan episodios que, sin ser en sí similares a lo ocurrido hoy, sí tienen una conexión ineludible. El 12 de septiembre del año pasado, por ejemplo, una turba irrumpió en el campus universitario, asaltó a cuantos encontró a su paso, lanzó petardos contra distintas instalaciones universitarias, agredió a algunos estudiantes y, finalmente, fue puesto en fuga por estudiantes de mi facultad, algunos de ellos alumnos míos. ¿El motivo? La celebración, al día siguiente, del clásico Politécnico - Universidad. ¿Las consecuencias? Unos cuantos vidrios rotos, unos cuantos muchachos robados, y una movilización policiaca digna de peor película de los hermanos Almada, o ni siquiera eso porque, al menos en una de éstas, los maleantes pagan al final sus fechorías pero, en el caso de los vándalos, no se atrapó a ninguno, no pasó nada, y el flamante secretario de Seguridad Pública de la ciudad, Manuel Mondragón, demostró su total ineptitud para el cargo.

En aquel momento, como dan cuenta los escritos que me vinieron a la cabeza, y que están en este y en este enlace, se me ocurrió preguntar algo que, a la fecha, no he podido responder: ¿qué hubiera pasado si los vándalos, en lugar de sólo lanzar petardos a la facultad, hubieran decidido ingresar en ella? ¿Quién los hubiera detenido? ¿Qué hubiera pasado si, tras lanzar algunos proyectiles contra la Biblioteca Central, se les hubiera antojado destrozar los coches que estaban en el estacionamiento, incluido el mío? ¿Quién lo hubiera impedido? La respuesta a las preguntas nones es, lógicamente, hubieran hecho lo que hubieran querido, y a las pares es nadie, no sólo porque el personal de "seguridad" o "vigilancia" no está capacitado para ello -son, en su mayoría, gente de intendencia que ha obtenido un ascenso- sino porque, con mis propios ojos, observé en una ocasión cómo estos tipos -que recién han estrenado automóviles y se ven la mar de lindos- se "arreglaban" con un vendedor de droga y, en otra, permitían cobardemente que un ladrón escapara.

En esas manos está nuestra seguridad. Hoy mataron a un tipo a la puerta de mi facultad. ¿Hasta cuándo deberemos soportar cosas como ésta? Hace un par de meses, mi buen amigo Alberto Constante publicó en su blog una entrada donde daba cuenta de las tareas que esperaban a la nueva dirección, entre ellas, la inaplazable limpieza de nuestros espacios. Tal limpieza no se refería sólo al plano físico -aunque buena falta hace-, sino al otro, al humano, al espacio que, en lo simbólico, nos cobija a quienes acudimos a compartir lo poco que sabemos, y a quienes se interesan en escucharnos, en debatirnos, en ampliar nuestras dudas y nuestros saberes. Resulta desolador que, a las afueras de la misma Facultad de Filosofía y Letras, con todo lo que el nombre implica, se venda de todo, sin importar si es legal o ilegal, desde películas hasta droga; también es deprimente que un espacio que debiera ser de todos, como es nuestro auditorio Justo Sierra, se encuentre ocupado por sujetos que, en su mayoría, nada tienen que ver con una universidad de cuyos recursos disponen libremente -agua, electricidad, espacio-; igual de malo es ver cómo, por motivos que van de lo trascendente para algunos, a lo completamente baladí, se reparten cubículos en distintos lugares de la facultad a grupúsculos sin oficio ni beneficio, cuyos integrantes -a quienes he observado como "alumnos" desde que yo mismo lo era- haraganean sin mayor pena, venden dulces y cafecitos de a $5.00, $6.00 ó $7.00 y, cuando se tercia, pintan mantas y papeles en protesta por "algo" que ha pasado, con el afán de demostrar que tienen "consciencia social" y se comprometen con las "causas populares", sin pensar que el mejor modo de dar salida a sus propósitos sería, justamente, no defraudando a la nación, estudiando a conciencia, y egresando algún día. Lo último triste, en este mar de lágrimas, es salir los viernes por la noche y encontrar que el campus de la universidad más importante de Iberoamérica es asimismo la cantina más grande de México, y el fumadero de marihuana más concurrido de esta, de por sí, concurridísima ciudad.

Lo anterior son los problemas que nos aquejan a los miembros de la comunidad -dudo que lo sea, pero de algún modo hay que llamarla- de Filosofía y Letras. ¿Qué tienen que ver con lo que refiere este texto? Simple: a más gente extraña en las inmediaciones de la institución, más posibilidades de que se cuelen conflictos ajenos y, por ejemplo, los narquitos se maten en el estacionamiento. Asimismo, a mayor cantidad de ajenos, mayor inseguridad, mayores posibilidades de sufrir un robo o una agresión, mayores distracciones a nuestras labores cotidianas. Por eso me pregunto ¿hasta cuándo habremos de sufrir esto? ¿En qué momento las autoridades se fajarán los pantalones y aplicarán los reglamentos universitarios? Me imagino que, al expulsar definitivamente a los primeros cien borrachines o marihuanos que se encuentren en el campus -afuera es otro problema-, los demás se la pensarán y la práctica disminuirá; igualmente, al correr a los vendedores y recuperar el auditorio, las cosas comenzarán a verse mejor en todo sentido; por último, al permitir que entren las autoridades y detengan a los narcos, mucho ganaremos. En este sentido, vale recordar -por si hiciera falta aunque, visto lo dicho por los periódicos, vaya que la hace- que la "autonomía" universitaria no es sinónimo de extraterritorialidad, no tiene que ver con una tierra sin ley donde la policía no debe entrar; ante todo, la autonomía es financiera y educativa, no de orden legal o judicial. Por tanto, la policía debería buscar el medio para ingresar en las instalaciones universitarias y echar el guante a vendedores y consumidores de porquerías, y a vendedores de piratería. Por su parte, la autoridad universitaria, comenzando con la directora de la facultad, tendría que asumirse como tal en el papel y, primero, echar a los sujetos del auditorio, o llegar a un acuerdo con ellos para que el espacio nos fuera reintegrado; segundo, quitar el tianguis que su antecesor permitió se instalara libremente; tercero, aplicar los reglamentos ipso facto y expulsar a los transgresores.

Esto es un sueño guajiro pero, total, no cuesta nada enunciarlo. Sobre todo, no cuesta nada preguntar ¿hasta cuándo? Tal vez no me refiero a la limpieza de fondo que se requiere: simplemente, la que competa a lo más evidente. Incluso, me conformaría con ver sólo la intención, los primeros pasos; empero, no cejo en preguntar ¿cuándo? ¿Hasta cuándo mi casa de trabajo será un tianguis, una narcotiendita, un sitio ocupado por extraños? ¿Hasta cuándo?