18.6.09

Servilismo multitudinario.

Lo hemos visto en las noticias: al calor de las contiendas electorales, todo se vale, todo se puede, ya nada nos extraña y, lo peor, no hay autoridad alguna que haga algo para remediar las evidentes violaciones a la ley electoral.

El número que ahore referiré a ustedes tiene que ver con el pleito desatado entre perredistas de distinto signo por el control de la valiosísima -en cuestión de votos, de clientelas, y de posibilidades futuras, que no de otra cosa- delegación Iztapalapa. En la votación interna de los perredés triunfó -por motivos que se desconocen- una ciudadana desconocida que responde al nombre de Silvia Oliva. No obstante, la alquimia de Bejarano y sus amigos hizo de las suyas para montar en la candidatura para la jefatura delegacional de Iztapalapa a la infausta Clara Brugada quien, no contenta con haber chupado del presupuesto -sin mostrar resultado alguno- en el régimen pejista, ahora se recicla y se lanza para contender por el estupendo negocio que representa ser jefa delegacional. Los perredés del bando A -porque aquí no hay buenos ni malos, todos son malísimos- protestaron, fueron al Tribunal Electoral del Distrito Federal y, más tarde que temprano, lograron revocar la nominación de Brugada, si bien su nombre se encuentra ya impreso en las boletas.

El Tribunal lo dijo con claridad: "se ordena que el PRD reponga a Oliva la candidatura." El partido, como es su costumbre, se lo pensó, se hizo el remolón, y no dijo nada porque, entre otras cosas, la dirigencia nacional, la que fue a quejarse, es del bando A, es decir, del bando que pide la restitución de Oliva; empero, la dirigencia local, a la que toca acatar el fallo, es del bando B, o sea, es dependiente directa del afamado "señor de las ligas" y, por tanto, está contentísima con que la inútil de Clara Brugada sea su candidata. Colofón: nadie ha movido un dedo para que la desconocida Silvia Oliva se lance a la campaña, con todo y que a ésta le quedan, a lo sumo, dos semanas: el Tribunal no aplica la ley, el IFE dice "no hay falta alguna que perseguir", y el IEDF, lacayo irredento del PRD, nada "de muertito" para que nadie note que es la autoridad que debe poner orden en el desastre perredista, que podríamos llamar "El Cochinero Contraataca."

Por si las cosas no fueran ya suficientemente malas, hace dos días, el martes 16, el Peje hizo acto de presencia en un mitin del PT y dejó a más de uno con la boca abierta. Por si desean ver textualmente lo expresado por tan singular personaje, el enlace se encuentra aquí, y la crónica les será relatada a continuación:

Parece un mitin cualquiera, de ésos que el PT arma escudándose en la figura de su mesías particular porque, de otro modo, nadie iría: no hay propuestas, los candidatos son un cúmulo de impresentables, y el partido realmente no ofrece nada, salvo atacar a la derecha sin pensar que el propio PT es una agrupación a la que, sólo tras sufrir un politraumatismo craneoencefálico severo, se podría calificar como "izquierda". Sin embargo, a raíz de la espantosa campaña publicitaria centrada en el "estaríamos mejor con", que prolijamente he destazado en una entrada previa, los bonos del partido en cuestión han subido; no en la medida en que lo querrían, pero al menos pintan.

Para regresar al mitin, se observan en él tres personas: el candidato por el PT a la jefatura delegacional, el Peje, y Clara Brugada. Quien lleva la voz cantante es, obviamente, el loco que vino del sur que, con su voz estentórea, enuncia: "el candidato que está aquí conmigo"... y hace una pausa para preguntarle cómo demonios es que se llama, porque ni idea tiene. El tipo, sin amoscarse, le dice su nombre, y el Peje prosigue: "Rafael Acosta, haga el compromiso de que, al ganar, porque, no se la va a creer, él no va a ganar. Por civismo, va a ganar por el movimiento, y va a ganar con Clara, que se entienda bien."

Vale hacer una pausa aquí y preguntar "¿es verdad lo que estoy escuchando?" Si se realiza un análisis tajante de lo dicho por un enloquecido López Obrador, es claro que él dice, en un inicio, que el candidato primeramente anónimo no va a ganar, a lo cual el pobre diablo, el candidato ninguneado, responde con una carcajada que queda a la libre interpretación de cada quien. No obstante, después le dice algo como "bueno, ganas pero no ganas, ganarás con Clara." Con Clara, evidentemente; con claridad, en absoluto; a las claras, está por verse. El remate es lo último dicho por el mesías del pantano que, en resumen, es una orden tajante a Marcelo: gana este baboso que no sé cómo se llama, ni me importa; como es baboso, renuncia; después, te mando decir -aunque se escuda en aquello de "el movimiento propondrá"- que nombres a Clara; me obedeces y le envías mi mandato a la Asamblea; ésta sigue mis órdenes y determina que la Brugada será la jefa delegacional sustituta. Fin de la alucinación.

No sé qué sea peor de todo lo visto. Por una parte, siguiendo su método tradicional, el Peje obliga al impresentable candidato a que, frente al mitin, se comprometa a renunciar después de que gane, como si tuviera alguna opción. En este caso, me pregunto: ¿para qué hacer una campaña con un tipo, si a final de cuentas no va a ganar? Es más, si el manejo en la ciudad es tan turbio, y todo lo decide el Peje, ¿para qué hacer elecciones en las delegaciones donde es posible que ganen los perredés, o los petés, o los convergentes? Mejor adoptamos el modelo cubano y elegimos listas de candidatos, todos del mismo color, y ya, nos quitamos de líos. Por si fuera poco, está el hecho de que el PT consume presupuesto para nombrar a sus candidatos, recibe dineros públicos para promoverlos y, al final, resulta que "siempre no", que el tipo, si gana, deberá entregarle el puesto obtenido a alguien por quien, evidentemente, la gente no votó. Cosas de la democracia amarilla, roja, o naranja.

Lo segundo peor es la actitud del tipejo: "sí, me comprometo porque me lo pide el presidente legítimo." De la buena nos salvamos cuando este pelmazo perdió la presidencia en 2006 porque, de otro modo, volveríamos a los viejos tiempos del PRI intransigente donde, por cualquier motivo, el presidente removía gobernadores y los reemplazaba por tipos que la gente no conocía, pero que eran fieles al dedo divino. Señor candidato sin nombre, de verdad, qué poco vale usted. Desde el momento en que dice "sí, me voy", pierde toda credibilidad, deja de contar como alguien serio y, de hecho, debería perder la posibilidad de realizar cualquier tipo de propaganda a su favor. ¿Para qué, si de cualquier manera no va a hacer nada, sino entregarle en bandeja la delegación a una distinguida militante del gang bejaranista? ¿Qué compromiso asume un tipo como éste? De servicio, evidentemente no, porque debería haberle dicho al Peje: "oye, para esas movidas ve a buscar al de Convergencia, a ver si él quiere, que yo no: yo compito para ganar yo, y servir yo a la gente que vote por ." No obstante, como la gente vale un comino, y lo que importa es quedar bien con el enviado de los dioses, qué importa que la votación se convierta en una simulación absurda.

Me parece que, a pesar de lo mencionado, lo peor es lo que no dice el Peje, pero deja translucir, y que consiste en que Marcelo va a obedecerle, la Asamblea va a obedecerle, y se saldrá con la suya. Obviamente, deberá lidiar con el hecho de que la gente vota por colores, no por candidatos, y es muy posible que termine ganando el PRD, con lo que la jefa delegacional será Silvia Oliva y al Peje, a Clarita y al baboso se les hará nudo el hígado; incluso, de creer una fuente poco fiable, es posible que gane el candidato del PRI. Sea como sea, en ambos casos ya podremos esperar una nueva oleada de movilizaciones porque hubo fraude, la mafia les quitó la delegación, el compló del innombrable ha hecho de las suyas, y la derecha operó todo para ganar a la mala. Me pregunto si el loco de Macuspana tendrá en su cabeza algo sencillo, pero fundamental: el hecho de decirle a un sujeto "ganas, pero ganará la que yo quiero" constituye un acto fraudulento, es manipular la voluntad popular a favor de un proyecto unipersonal revestido de "proyecto de nación", es apostarle a la megalomanía y no a la libertad. De verdad me pregunto si el Peje verá que, con esta última jugada, termina de matar su ya moribunda imagen de "paladín de la democracia", y se convierte definitivamente en un dictador enfermo.

A todo esto, hay más servilismo, de ahí que sea éste multitudinario. Así, no sólo es servil el candidato impresentable; no sólo lo es la gente que sigue al Peje porque "estaría mejor con él", aun sin saber cómo; no sólo lo es Clara Brugada por pensar en llegar a un puesto que no le corresponde. Horas después de la "puntada" péjica, Marcelo comentó: "está en todo su derecho; creo que es plausible y nadie se lo prohíbe." Acabáramos. Entonces, para el jefe de gobierno, es derecho del Peje mover piezas, imponer jefes delegacionales, y dejar en claro que él, Marcelo, es su criado. Asimismo, no hay falta en que una persona de la sociedad civil -porque el buen López no es sino eso- se meta a hacer política, lo cual está vedado para el resto de los mexicanos sin partido; tampoco está mal que se sugiera que la Asamblea carece de autonomía, y se halla sometida a los designios de un loco y de su fiel lacayo. Bonito gobierno es entonces el de la ciudad. ¿Adónde pretende llegar Marcelo con todo esto? Se ignora porque, al paso que vamos, la candidatura de la mancuerna PT - Convergencia, si es que logran salvar el registro, será para el de Macuspana, ni duda cabe, mientras que la del PRD puede ser para Chucho, para Juan Ramón, para Amalia, o para alguien que no sea tan claramente servil. ¿Y Marcelo? Pues deberá irse, con todo y su chinito de Supermán, a donde todos adivinamos.

¿Hay más? ¡Claro! ¿Quién es el mayor afectado en este caso? Podría pensarse que el pobre diablo que cederá su lugar a Clara Brugada; sin embargo, como marcha al sacrificio sin oponerse, es notorio que nada le afecta e, incluso, es posible que el mesías le reserve algun tipo de premio por su "entrega", el cual pudiera tener varios ceros a la derecha. Pero no, no es él el afectado: el afectado es el PRD, víctima de los manejos escasamente aseados de quien, en su momento, fue su principal arma. Ahora bien, ¿qué es lo que ha dicho el partido a todo esto? Mucho, y nada. En una conferencia de prensa, Jesús Ortega dijo que lo hecho era traición, que estaba mal, que no se podía hacer eso. Por supuesto, ni quién lo dude; sin embargo, en ningún momento dice "ah, López Peje, nos la vas a pagar"; por el contrario, todo queda en el sobreentendido, en la más absoluta cobardía, en no llamar al traidor por su nombre y exhibirlo de una vez ante la militancia. Los estatutos del PRD son claros: si algún miembro hace propaganda por otro partido, ¡para afuera! No es el caso del Peje quien, por si fuera poco, ha dicho hoy mismo que no se va, cuando la cuestión debería cifrarse en a qué hora lo "van", no en si decide irse o permanecer.

Así es esto de la democracia amarilla. A propósito de la conferencia de prensa de Chuchito, todavía hay quienes defienden al Peje y le dicen de todo al líder del PRD, ante lo cual me pregunto ¿cómo defienden la actitud del primero? Evidentemente no lo hacen, porque es indefendible, y se limitan a llamar "rastrero", cuando menos, a Ortega, sólo porque él intenta mover al partido por los rumbos de la negociación, no de la intransigencia péjica. El ataque es a Chucho por "traidor", "entreguista", "pelele", y cositas por el estilo, ideas todas que, en ningún momento, aluden a la actitud inconcebible del mesías. La retórica chafa, como se sabe, tiene mil argucias bajo la manga. Baratas, claro está, y que no soportan la mínima contraargumentación, pero mil, a fin de cuentas.

Me queda en la mente una afirmación tajante: para aquéllos que niegan la existencia de la posmodernidad, los hechos están a la vista. Si el Peje y sus seguidores incondicionales se llaman "de izquierda", atacan al partido político que ha permitido a su adalid posicionarse donde está, y defienden las arbitrariedades de un autodenominado "demócrata", ¡claro que la posmodernidad existe! ¡El autor ha muerto, los metarrelatos con él, viva el lector!

4.6.09

El primer paso.

Después de la muerte del narcomenudista, acaecida en la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM hace dos días, el Consejo Técnico de la institución dio a conocer ayer un comunicado que, a renglón cerrado, hacía uso del conocido lugar común "haremos", "vigilaremos", "tendremos que hacer", y cosas que sonaban a nada. Hoy, para fortuna de todos, resultó que sí, que sí se ha hecho algo, y que ese "algo" es el primer paso al que aludía yo en la entrada que a ésta precede.

Hoy, al arribar a mi trabajo, no vi puesteros, no vi vendedores de nada -libros, películas, monitos, ropa...-, no vi siquiera a los infaltables ambulantes que, montados en bicicletas, reparten tacos de canasta por todo el campus universitario. En cambio, vi muchos cochecitos de Auxilio UNAM, muy monos todos, acomodados en el lugar en que deberían estar los vendedores. Obviamente, mi júbilo fue mayúsculo, si bien se vio empañado por el hecho de que, desde el auditorio, y al interior mismo de la facultad, comenzaban las protestas por el hecho.

Antes de reseñar las protestas, vale la pena insertar aquí un apunte: tanto aparato para retirar a unos vendedores, ¿era necesario? Al parecer, sí; el problema que aparece en el horizonte estriba en que el dispositivo -como se da hoy en llamar- que resguarda los espacios no puede durar para siempre y, por tanto, imagino que los vendedores harán acopio de paciencia hasta que la autoridad se vaya y ellos, lentamente, en operación cucaracha, regresarán. Ojalá me equivoque, aunque la experiencia me dicta que lo mencionado es posible.

Ahora, las protestas. Al ingresar a la facultad observé, como es habitual cuando "algo" se mueve, el consabido grupo de gente apeñuscada en la zona conocida como "aeropuerto", y que no es sino el descanso de las escaleras. Al avanzar un poco más, comencé a oír una voz que, con un tono también muy conocido, propio de exaltado orador de barrio, reseñaba "la injusticia" de que eran víctimas los vendedores, "el atropello que se cometía contra la gente pobre" y, por último, "la ilegalidad" con la que actuaba la autoridad al quitarlos. La oradora, de quien me ocuparé en unos instantes, terminó diciendo que, si se quitaban esas fuentes de trabajo, el gobierno debía entonces mantener a los desplazados, darles todo gratuitamente y compensar su injusta existencia. Al mismo tiempo, exigía a las autoridades -a la Junta de Gobierno y a la Dirección de Patrimonio Universitario, ni más ni menos- que le explicaran por qué habían quitado a los vendedores, por qué los atropellaban, por qué nadie daba la cara, aun reconociendo que la directora había hecho acto de presencia en la operación. Total, un galimatías populista, pseudo rojo, de ésos que bien conocemos; a su lado, un vendedor de libros piratas, para más señas uruguayo o argentino, asentía con gravedad y ponía cara de circunstancias.

¿Qué clase de protesta es ésta? ¿Ilegalidad dices? Vaya, hombre, pues entonces ha de ser muy legal vender piratería en todas sus formas, productos de contrabando, y lo que se guste y mande, por supuesto, sin pagar un centavo de impuestos. Valiente legalidad. Oh, claro: también, en el río revuelto, vale defender a los vendedores de droga que se han quedado sin trabajo. Pobrecitos. Definitivamente, el Peje tiene la razón: la inseguridad se combate con empleo, así sea vendiendo pastito vacilador; de otro modo, ya se ha visto, la inseguridad crece y, en una de tantas, los narcomenudistas se asesinan unos a otros.

Ahora, daré paso a describirles a quien, en el tono referido, decía lo ya comentado. Hace un par de semestres, al hacerme cargo de una materia de siglo XX, ingresó a mi grupo la que, por mucho, es la peor -valdría ponerlo en mayúsculas, aunque lo omito por quedar un poco mal- alumna que he tenido en todos mis años como docente. La sujeta asistía cuando quería y, en tales ocasiones, su expresión era de total apatía, hartazgo, desinterés, aburrimiento; éste, en ocasiones, terminaba por vencerla, y la alumna se dormía con la boca descomunalmente abierta, sin pena alguna. En las contadas ocasiones en que se animaba a opinar, su verborrea era un amasijo de incongruencias, anacronismos, lugares comunes, y estupideces de similar talante. Si de entregar trabajos escritos se trataba, mejor ni comentarlo: de tres palabras escritas, había una falta de ortografía en al menos una, cuando no en las tres. El colmo fue que la sujeta terminó sintiendo una especial aversión por mí el día en que, al pedirme que la dejara entregar sus trabajos fuera de tiempo -alrededor de tres meses después de la fecha acordada- le dije que con gusto, pero que la calificaría sobre seis, no sobre diez, en atención a su tardanza. La tipa me miró con odio reconcentrado y preguntó "¿sobre seis?" Al repetirle que sí, que la justicia para con el resto de sus compañeros dictaba que no había de otra, chasqueó la boca y se marchó furibunda.

Ahora bien, la pregunta del millón: ¿quién imaginan ustedes, amables lectores, que era la oradora de la protesta mencionada párrafos atrás? Ni más, ni menos: una sujeta que no sabe hablar, que no sabe escribir, y que no estudia, se asume ahora como portavoz de los desposeídos e inocentes vendedores. Mucho me gustaría ver su tira de materias y su avance de créditos, para tener armas en la mano con las cuales preguntarle "oye, ¿y tú a qué diablos vienes aquí?" A estudiar no va, eso es seguro; ¿ésa es la gente que "toma consciencia", que se cree "universitaria", que lucha por la "legalidad"? Pues ya vamos listos. Lo primero a cuestionar sería su permanencia en la universidad, y luego su defensa de los fósiles, parásitos e invasores que han ocupado nuestros espacios. Gente de tal calaña es la que, hoy mismo, tuvo el descaro de colgar dos inmensos papeles afuera del auditorio, en protesta por el desalojo de vendedores, y también como queja porque el Consejo Universitario ha solicitado a la Procuraduría que ingrese al auditorio y atrape a los que estén en posesión de droga. Ellos, que sí tienen droga -en macetas-, protestan porque se violaría la "autonomía universitaria" que, como ya he señalado, no se refiere a zarandajas extraterritoriales ni mucho menos, pero que en tal caso habrían destruido ellos primero al permitir que numerosas organizaciones no universitarias se hicieran con el control del auditorio; ellos, que nos han despojado de un espacio común, exigen -ajá, tal cual- que no se meta nadie en los espacios "liberados" y "autogestivos". ¿Reímos, o lloramos?

Por lo pronto, el primer paso está dado. Veremos hasta dónde llega y, sobre todo, qué se le ocurre a los vagos, parásitos, invasores y, sobre todo, violentos, para oponerse a lo que se viene. Ya comenzaron a lanzar consignas contra la "represión", contra "los ataques de la autoridad"; sin embargo, si la comunidad de la facultad se asume como tal y actúa en conjunto, creo que podremos recuperar nuestros espacios y tornarlos, como decía el comunicado del Consejo, en sitios dignos para la vida académica.

2.6.09

¿Hasta cuándo?

Según distintas notas periodísticas, un sujeto desconocido -ni tanto, tiene nombre y apellidos- fue baleado en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Tras recibir los impactos, el sujeto corrió hacia la propia facultad para pedir ayuda, pero las heridas eran de consideración y cayó en la entrada. Los servicios de Auxilio UNAM acudieron al lugar de los hechos pero nada pudieron hacer por salvarlo. Al momento, se realizan las investigaciones pertinentes para dar con los culpables.

Esto es, en su más escueta versión, lo acontecido hoy en la misma puerta de mi casa de trabajo, entre las 13:30 y las 14:00 horas. Al salir de mi clase, una amable conocida mía que se desempeña en las difíciles tareas de la escoba y el trapeador me impidió el paso hacia la entrada: "Está cerrado, maestro." Al inquirirle el por qué, llanamente me dijo "Es que hay un muerto. Mataron a un muchacho en la puerta, aquí, junto al teléfono." Chanfles. Salí, con el resto de quienes éramos desviados de la entrada principal, por el patio de la biblioteca, sin saber a ciencia cierta qué pensar en torno a lo acontecido.

Lo primero que viene a la cabeza en tales circunstancias es, naturalmente, un alud de preguntas, un tropel de interrogantes desordenadas, un sinnúmero de cuestionamientos que van, desde lo obvio, hasta lo ilógico: ¿quién era? ¿Por qué lo mataron? ¿Agarraron a los asesinos? ¿Sería un estudiante? ¿Será el único? ¿Por, qué, por qué, por qué? A estas interrogantes se impone, en última instancia, una sobrecogedora duda: ¿estaremos seguros quienes acudimos a nuestra universidad? Si hoy mataron a un tipo, ¿quiere eso decir que las escenas cotidianas de violencia que se viven en la ciudad y en el país, se reproducirán ya normalmente en un lugar donde, de forma natural, no deberían acontecer? Con esto en mente, retorné a casa.

La información, como es natural, fluyó lentamente pero, al final, permitió armar el cuadro que he presentado al inicio de este texto, el cual debe ser amenizado por un dato más, simple pero contundente: el muerto estuvo en prisión entre los años 2000 y 2007, acusado de posesión de droga. Para quienes hemos asistido a la Universidad Nacional durante algunos años, el cuadro comienza a formarse con nitidez: el tipo era un vendedor de droga, de ésos que pululan en el espacio conocido como "Las Islas", en las justas narices de la rectoría, y contra quien nadie ha hecho nada en ningún momento. Recuerdo que, tras el ilegal y arbitrario paro de labores del año 2000, se hizo la finta de retirarlos, dado que ya operaban con descaro -sólo les faltaba vocear su mercancía para ser más evidentes- y, además, el horno no estaba para bollos después de que a los paladines del CGH les encontraron macetas sembradas de cierta hierba color verde -cuestión que, por cierto, no tardó en ser echada al cesto del olvido-. Así, los narcomenudistas debieron camuflarse pero, si se observa con cuidado, hoy en día se les distinguirá fácilmente entre quienes venden discos piratas, películas piratas, libros piratas, artesanías, ropa, muñecos y demás artículos en el tianguis que, durante la gestión de Ambrosio Velasco, prosperó a las afueras de mi facultad.

Saber que era un vendedor de droga, que discutió con quienes eventualmente le asesinarían antes de ser baleado, y que no es un universitario, da cierta tranquilidad, aunque ésta no tarda en desvanecerse. La tranquilidad surge porque, después de todo, no se trató de la ejecución, por los motivos que se gusten, de un alumno, un académico, o un administrativo: el acontecimiento es, al parecer, un ajuste de cuentas, aunque la Procuraduría de la ciudad haya abierto otras líneas de investigación. Lo anterior permite ver que no hay un comando dispuesto a ejecutar universitarios, no es una acción organizada, no tiene que ver con cuestiones represivas. Es, repito, el asesinato de un bueno para nada hijo de tal a manos de otros buenos para nada hijos de tales; en este sentido, y aunque suene horrible, no se ha perdido mucho.

La intranquilidad reaparece cuando se echa para atrás la mirada y se recuerdan episodios que, sin ser en sí similares a lo ocurrido hoy, sí tienen una conexión ineludible. El 12 de septiembre del año pasado, por ejemplo, una turba irrumpió en el campus universitario, asaltó a cuantos encontró a su paso, lanzó petardos contra distintas instalaciones universitarias, agredió a algunos estudiantes y, finalmente, fue puesto en fuga por estudiantes de mi facultad, algunos de ellos alumnos míos. ¿El motivo? La celebración, al día siguiente, del clásico Politécnico - Universidad. ¿Las consecuencias? Unos cuantos vidrios rotos, unos cuantos muchachos robados, y una movilización policiaca digna de peor película de los hermanos Almada, o ni siquiera eso porque, al menos en una de éstas, los maleantes pagan al final sus fechorías pero, en el caso de los vándalos, no se atrapó a ninguno, no pasó nada, y el flamante secretario de Seguridad Pública de la ciudad, Manuel Mondragón, demostró su total ineptitud para el cargo.

En aquel momento, como dan cuenta los escritos que me vinieron a la cabeza, y que están en este y en este enlace, se me ocurrió preguntar algo que, a la fecha, no he podido responder: ¿qué hubiera pasado si los vándalos, en lugar de sólo lanzar petardos a la facultad, hubieran decidido ingresar en ella? ¿Quién los hubiera detenido? ¿Qué hubiera pasado si, tras lanzar algunos proyectiles contra la Biblioteca Central, se les hubiera antojado destrozar los coches que estaban en el estacionamiento, incluido el mío? ¿Quién lo hubiera impedido? La respuesta a las preguntas nones es, lógicamente, hubieran hecho lo que hubieran querido, y a las pares es nadie, no sólo porque el personal de "seguridad" o "vigilancia" no está capacitado para ello -son, en su mayoría, gente de intendencia que ha obtenido un ascenso- sino porque, con mis propios ojos, observé en una ocasión cómo estos tipos -que recién han estrenado automóviles y se ven la mar de lindos- se "arreglaban" con un vendedor de droga y, en otra, permitían cobardemente que un ladrón escapara.

En esas manos está nuestra seguridad. Hoy mataron a un tipo a la puerta de mi facultad. ¿Hasta cuándo deberemos soportar cosas como ésta? Hace un par de meses, mi buen amigo Alberto Constante publicó en su blog una entrada donde daba cuenta de las tareas que esperaban a la nueva dirección, entre ellas, la inaplazable limpieza de nuestros espacios. Tal limpieza no se refería sólo al plano físico -aunque buena falta hace-, sino al otro, al humano, al espacio que, en lo simbólico, nos cobija a quienes acudimos a compartir lo poco que sabemos, y a quienes se interesan en escucharnos, en debatirnos, en ampliar nuestras dudas y nuestros saberes. Resulta desolador que, a las afueras de la misma Facultad de Filosofía y Letras, con todo lo que el nombre implica, se venda de todo, sin importar si es legal o ilegal, desde películas hasta droga; también es deprimente que un espacio que debiera ser de todos, como es nuestro auditorio Justo Sierra, se encuentre ocupado por sujetos que, en su mayoría, nada tienen que ver con una universidad de cuyos recursos disponen libremente -agua, electricidad, espacio-; igual de malo es ver cómo, por motivos que van de lo trascendente para algunos, a lo completamente baladí, se reparten cubículos en distintos lugares de la facultad a grupúsculos sin oficio ni beneficio, cuyos integrantes -a quienes he observado como "alumnos" desde que yo mismo lo era- haraganean sin mayor pena, venden dulces y cafecitos de a $5.00, $6.00 ó $7.00 y, cuando se tercia, pintan mantas y papeles en protesta por "algo" que ha pasado, con el afán de demostrar que tienen "consciencia social" y se comprometen con las "causas populares", sin pensar que el mejor modo de dar salida a sus propósitos sería, justamente, no defraudando a la nación, estudiando a conciencia, y egresando algún día. Lo último triste, en este mar de lágrimas, es salir los viernes por la noche y encontrar que el campus de la universidad más importante de Iberoamérica es asimismo la cantina más grande de México, y el fumadero de marihuana más concurrido de esta, de por sí, concurridísima ciudad.

Lo anterior son los problemas que nos aquejan a los miembros de la comunidad -dudo que lo sea, pero de algún modo hay que llamarla- de Filosofía y Letras. ¿Qué tienen que ver con lo que refiere este texto? Simple: a más gente extraña en las inmediaciones de la institución, más posibilidades de que se cuelen conflictos ajenos y, por ejemplo, los narquitos se maten en el estacionamiento. Asimismo, a mayor cantidad de ajenos, mayor inseguridad, mayores posibilidades de sufrir un robo o una agresión, mayores distracciones a nuestras labores cotidianas. Por eso me pregunto ¿hasta cuándo habremos de sufrir esto? ¿En qué momento las autoridades se fajarán los pantalones y aplicarán los reglamentos universitarios? Me imagino que, al expulsar definitivamente a los primeros cien borrachines o marihuanos que se encuentren en el campus -afuera es otro problema-, los demás se la pensarán y la práctica disminuirá; igualmente, al correr a los vendedores y recuperar el auditorio, las cosas comenzarán a verse mejor en todo sentido; por último, al permitir que entren las autoridades y detengan a los narcos, mucho ganaremos. En este sentido, vale recordar -por si hiciera falta aunque, visto lo dicho por los periódicos, vaya que la hace- que la "autonomía" universitaria no es sinónimo de extraterritorialidad, no tiene que ver con una tierra sin ley donde la policía no debe entrar; ante todo, la autonomía es financiera y educativa, no de orden legal o judicial. Por tanto, la policía debería buscar el medio para ingresar en las instalaciones universitarias y echar el guante a vendedores y consumidores de porquerías, y a vendedores de piratería. Por su parte, la autoridad universitaria, comenzando con la directora de la facultad, tendría que asumirse como tal en el papel y, primero, echar a los sujetos del auditorio, o llegar a un acuerdo con ellos para que el espacio nos fuera reintegrado; segundo, quitar el tianguis que su antecesor permitió se instalara libremente; tercero, aplicar los reglamentos ipso facto y expulsar a los transgresores.

Esto es un sueño guajiro pero, total, no cuesta nada enunciarlo. Sobre todo, no cuesta nada preguntar ¿hasta cuándo? Tal vez no me refiero a la limpieza de fondo que se requiere: simplemente, la que competa a lo más evidente. Incluso, me conformaría con ver sólo la intención, los primeros pasos; empero, no cejo en preguntar ¿cuándo? ¿Hasta cuándo mi casa de trabajo será un tianguis, una narcotiendita, un sitio ocupado por extraños? ¿Hasta cuándo?