25.7.09

Encuentros académicos.

Justo en esta semana se llevó a cabo en la Ciudad de México el LIII Congreso Internacional de Americanistas que, contra lo que pudiera pensarse, no reúne a lo más granado de la afición azulcrema dispersa a lo largo del mundo, sino a académicos dedicados al estudio de América en sus distintas vertientes. La organización corrió a cargo de la UIA y del gobierno del Distrito Federal, empecinada la primera en demostrar que también puede hacer algo, y el segundo en dar lustre a su mediocre gestión a partir de eventos internacionales que no sabe de qué tratan, pero que le permiten "mostrarse al mundo". El tema del encuentro fue "Los pueblos indígenas: cambios y continuidades", y reunió a decenas -me atrevería a decir centenares- de sujetos que presentaron... lo que ya se sabe: avances de investigación, refritos diversos de lo publicado a lo largo de sus vidas, opiniones poco, mucho, o nada sustentadas y, en general, trabajos que comprenden de lo específico a lo más específico a lo absurdamente específico. Como siempre, lo abordado en esta ocasión merece ir por partes, a fin de ponerlo en claro.

¿Qué son los encuentros académicos? De forma ideal, estos espacios están pensados para que los estudiosos de un tema general, dividido a su vez en temas de mayor concreción, se reúnan, intercambien opiniones, lean trabajos y, en conjunto, enriquezcan sus posiciones al respecto, al tiempo que difunden su saber a un público de distinta amplitud. Tal es, como se mencionó, el ideal de los congresos, simposios, encuentros, coloquios y mesas de discusión. Sin embargo, la realidad dista mucho de parecerse a tal idea porque, para abrir boca, el 90% de los trabajos presentados, cuando menos, no son producto de una investigación nueva, sino que refieren a aquello que el estudioso ha realizado a lo largo de los últimos, quizá, diez años, y que, con distintos matices, ha presentado en un centenar de encuentros. Por tanto, cuando el eminente doctor Fulano de Tal toma la palabra, su auditorio sabe ya al dedillo de qué va a hablar, qué chistes va a intentar colocarle a la gente, y cómo excusará no traer nada nuevo bajo el brazo. Así, aunque existimos los que tratamos de llevar cosas nuevas cada que vamos a un coloquio, como es el caso de quien estas líneas escribe, resulta por demás exasperante ver que, en cada mesa, los temas se repiten, y se repiten, y se repiten; incluso los comentarios de los ponentes con respecto al trabajo de sus pares son los mismos de siempre, y las preguntas del auditorio, sobre todo del que es incondicional de Fulano, son también las de siempre, y por lo general se concretan a externar loas al escrito, al modo en que éste es revolucionario en cierta medida, y a la forma en que ha cambiado la vida del preguntón al abrirle los ojos a la verdad, como si fuera un infomercial de porquerías para reducir de peso, la nueva versión de El Secreto, o un programa de "Pare de sufrir", ni más, ni menos.

Viene luego, como mencioné, el intercambio de opiniones, piedra de toque de los encuentros académicos. Sin duda, ésta es la mayor añagaza de tales eventos porque, hasta donde la experiencia me permite ver -en mi corta carrera tengo ya alrededor de cincuenta participaciones en magnos sucesos como los que ahora narro-, cada ponente entra con una serie de ideas fijas en la cabeza... y sale con ellas intactas. Escasas son las ocasiones en las que alguien pregunta a otro, no con el fin de fastidiarlo, de hacerlo quedar en ridículo, o de probar que es mucho mejor que el otro, sino para saber de qué va la cosa y aprender. Muy escasas, irrisoriamente escasas, y tampoco sirven para intercambiar ideas, sino para reafirmar las del cuestionado. La mayor parte de las veces, el que pregunta lo hace con mala, malísima leche, con ánimo de descalificar al que ha presentado un trabajo bueno, regular, o malo. Tan es así que quienes nos dedicamos a establecer preguntas críticas, o a formular objeciones académicas al trabajo escuchado -en mi caso, el espíritu didáctico no me abandona, y siento la necesidad de decir al otro "revisa, replantea, repiensa", para que mejore lo hecho-, somos atacados por quien, a su vez, producto de la costumbre, se siente atacado. El resultado es que, en un encuentro académico, nadie termina por oír a nadie, todo mundo es el experto en su tema, y el público pocas veces alcanza a encontrarle sentido a las ponencias.

A este respecto, otro punto a reseñar sería el carácter "divulgatorio" que poseen los encuentros académicos. Sabido es que aquello que nosotros, en el medio académico, producimos, debe llegar a la gente de algún modo a fin de, por lo menos, enriquecer sus conocimientos, o para dar a la luz trabajos serios de divulgación, que hagan contrapeso a farsantes y plagiaros como Crespo, Villalpando, Rosas, Rius, Catón o El Fisgón. ¿Qué mejor oportunidad para hacerlo que un congreso, donde por igual acuden profesionales y legos, siempre y cuando la asistencia no sea cobrada, o las tarifas impuestas no sean prohibitivas? Pues no: los académicos con pretensiones de "intelectuales inalcanzables", por el simple hecho de tener un papel que los acredita como miembros de una institución X -tan seria como la UNAM, o tan ridícula como la UACM-, creen que deben expresarse siempre, o en idioma "academiqués", lo cual impide que el público amplio los comprenda, o a partir de N muy vagas referencias a trabajos especializados, de ésos que sólo conoce un segmento especializado del mundillo profesional. Así, la virtud comunicativa de tales eventos se ve eclipsada, y todo termina por ser una pasarela, como he mencionado, para demostrar qué tan fregón es el sujeto que habla, a partir de mi sabia máxima que enuncia: a mayor número de personas que no entienden lo dicho, y a mayor enrevesamiento del lenguaje, mayor calidad reviste al trabajo y al sujeto que lo ha elaborado.

Un encuentro académico, a estas alturas, resulta para mí completamente predecible, a tal grado que me he permitido esbozar una especie de recetario para guiar a quienes, en el futuro, decidan llevar a cabo tan magnos acontecimientos. Suplico al lector tomar nota de lo siguiente:

1. La institución A, B o C -en este caso, un gobierno local patético y una entidad académica ingenua- se postula como sede del evento X de la organización Z, hace gala de los lugares en que podría acomodar al suceso, y promete dar tal, tal y tal cosa a los asistentes.

2. La organización Z acepta la propuesta, emite la convocatoria para el magno evento, establece los temas del encuentro, fija las cuotas -que en ocasiones incluyen hospedaje, alimentos, programa, memorias y recuerdos, en otras sólo programa y memorias, y en otras nada-, y se dispone a cobrar, mientras los organizadores comienzan a parir chayotes con la logística.

3. Los presuntos participantes piensan unos días sus temas, se olvidan del evento, y un día antes del cierre de la convocatoria -que a estas alturas ya fue ampliada porque no habían ponencias propuestas- deciden enviar un refrito, sin importar que todo mundo se conozca y sepa exactamente de qué van a hablar.

4. El comité hace un simulacro de selección, notifica a los aceptados -que bien podrían ser todos los que quisieron entrar, vistas las porquerías que siempre aparecen-, y pare más chayotes para acomodar las ponencias, de modo que las mesas resultantes posean alguna congruencia. Lógicamente, ha aceptado a tantos -porque el dinero es el dinero- que sus integrantes terminan sufriendo una meningitis y, al final, acomodan los trabajos por orden alfabético inverso sin vocales y con consonantes terciadas; es decir, como caigan.

5. Un día antes de iniciar el evento, resulta que el impresor de los programas no los ha entregado; el de los gafetes perdió cinco páginas de la lista que recibió y tiene el material incompleto; el comité se embolsó la mitad del dinero para gastos y entrega un fólder mal impreso, un chicle y dos pastillas a cada ponente, en lugar del portafolio de piel de ternera prometido; nadie sabe cómo hacer las facturas para los participantes; los reconocimientos o constancias de participación son impresos en la sala misma de recepción, siempre con faltas de ortografía o con sutiles modificaciones a los nombres, de modo que el doctor Reynaldo Toro Palezús termina siendo Renato Lobo Pedrero; la logística falla, y todos los ponentes foráneos que confiaron en el comité son hospedados en un hotel de mala muerte; se destinó un comedor para cincuenta personas, y acudirán quinientas al evento -200 ponentes y 300 colados-; el organizador de los banquetes presenta un presupuesto altísimo -a última hora- y, como ya no hay dinero, se decide comprar una camioneta de sandwiches Lonchibón. Esto no importa a los asistentes que, como parte del "turismo académico", han decidido comer aparte, beber lo suyo, y no presentarse nunca a las mesas que tienen lugar después de los alimentos, salvo que sea el momento en que les corresponde exponer.

6. Con base en lo anotado en el punto 5, los participantes arman jaleo cada cinco minutos al descubrir las planchas de los organizadores, ver que no están sus santos nombres en las listas, o recibir reconocimientos a nombre de personajes perfectamente desconocidos. Sin embargo, cuando inicia el evento, todo mundo acude a las mesas que puede y el ajetreo es tal que nadie repara en la estafa de que ha sido objeto. Eso sí, en este último renglón es donde cae por completo el mito de los "encuentros", dado que nadie encuentra su mesa, no encuentra a sus amigos, tampoco encuentra sus papeles, reconocimientos, programas y chucherías, y el público termina por no encontrar sentido a las ponencias, mientras que el comité organizador no encuentra dónde meter la cabeza.

7. Para concluir el evento, todos -participantes, comité y colados- se ponen hasta atrás con el vino de horror que el comité ofrece -y que, invariablemente, es vino de tetrapack, o un caldo chileno agrio y espantoso de $50 la botella-, platican de sus ponencias y, como son las mismas de siempre, terminan hablando de lo mismo, o de temas tan académicos como "estaba bien buena la ponente de Kazakhstán que presentó no recuerdo qué."

8. La organización Z revisa su cuenta bancaria, ve el saldo agradablemente crecido, y emite la convocatoria para designar la nueva sede del evento. En tanto, los ponentes regresan a sus casas pensando "¡qué buenas guarapetas agarramos ahora en este encuentro!", "Fulano hizo el imbécil, como acostumbra", o "la próxima vez presentaré un poquito más de este tema." Al llegar a su lugar de origen, cada quien se desconecta de lo sucedido -salvo en las ocasiones en que merece presumirlo-, aguarda la convocatoria y, cuando ésta aparece, repite el procedimiento descrito.

22.7.09

Los resultados.

Ahora que el polvo comienza a asentarse, parece pertinente esbozar una pequeña reflexión en torno al proceso electoral del 5 de julio que, por principio de cuentas, presentó los niveles de abstencionismo habituales para los procesos intermedios y determinó que cada voto nos saliera carísimo a los contribuyentes. Para colmo, las calles quedaron llenas de caras desconocidas -unas peores que otras-, pertenecientes a ciudadanos decididos a ganarse el voto y los dineros que el mismo conlleva. Señores míos, si ya pasó todo el argüende, ¿por qué diablos no quitan su propaganda, que es contaminación visual de la peor especie?

¿Por dónde empezar? Lo indicado parecen ser los números que resultaron del proceso: el PRI, ese PRI que se vendió como "nuevo y mejorado" -cual si fuera comida para gatos o lubricante para motores-, amparado en la poca memoria de la gente, ganó la mayoría del Congreso. Valiente futuro nos espera porque, además, de seis gubernaturas en disputa, ganó cinco. Lógicamente, las fuerzas vivas del Tricolor se lanzaron a festejar sin medida su victoria, y a enunciar que "el pueblo ha reconocido su trabajo, y ha rechazado el del gobierno federal." Sería algo para reflexionarse si no existiera, detrás del resultado, lo peor de la política priísta: la compra de votos y la cooptación de votantes. Por todas partes aparecen testimonios de la forma descarada en que el PRI entregó diversas cantidades de efectivo -las que conozco varían entre los $150.00 y los $2,000.00- a cambio de un voto, acompañadas de vales de despensa, despensas, tarjetas de tiendas departamentales, y la colaboración de las televisoras que, sin pudor, transmiten gacetillas de connotados tricolores como Peña Nieto. Ése es el punto flaco de la victoria priísta pero, al mismo tiempo, el más preocupante: con recursos obtenidos misteriosamente -sospéchase que del erario público-, los votos se magnificaron y, si la receta ha funcionado, no quiero ni pensar la que nos espera en tres años, máxime si se considera que el PAN no tiene candidato, y que la gente de la dupla - tercia amarilla/roja/naranja tiene sus bonos por el suelo.

En la cultura de las elecciones, aunque no en los números, el gran derrotado fue el PAN. ¿Por qué? Principalmente, por las inteligentes campañas montadas por la oposición, empecinada en demostrar que el país está al borde del abismo para lucrar con ello y sacar ventaja. Si a esto le sumamos que no faltó el mentecato que le dio la espalda al partido en el último momento -como el senador por San Luis Potosí, por ejemplo-, que la campaña monotemática fue atroz, y que muchos de los candidatos no hicieron campaña -tal vez se embolsaron la lana impúdicamente-, todo el escenario pintaba para el desastre... y éste sobrevino. Me queda la duda, honestamente, de si el voto a favor del PRI fue necesariamente en contra del PAN, dado que los primeros no tenían en su publicidad ningún tipo de alternativa para "hacer las cosas mejor", y todo se reducía a meras propuestas huecas. Como sea, al juntarse los diputaRAdos del PRI y del Verde, poseerán mayoría absoluta en la Cámara -254 legisladores, si no me falla la memoria- y tendrán mano libre para hacer y deshacer. Veremos qué es lo que, al final, hacen o deshacen.

En los números, el PRD protagonizó la caída más estrepitosa tenida por partido alguno en la historia contemporánea del país: entre 20 y 22 puntos porcentuales, ni más ni menos. Por obvias razones, los señores amarillos han propalado hasta la náusea la "derrota" del PAN, pero los números no mienten. ¿Por qué perdieron? Se sabe bien: entre el fuego "amigo" -vaya amistades las suyas- que les endilgó el Peje, y sus propias torpezas -poner de candidatos a un inútil como Bernardo Bátiz , o a una impresentable como Ana Guevara no es de lo más sagaz-, el partido se cayó. Si a eso se suma que nadie sabe, literalmente, para quién trabaja, que están que corren y no a quienes contendieron por otros partidos, y que el propio instituto político carece de una línea de acción precisa, se adivina el por qué del azotón. ¡Ah! Y el anulismo, faltaba más. De todas las personas que conozco y anularon sus votos, todas, salvo dos o tres, habían antes votado por ese ente amorfo llamado "izquierda", en cualquiera de sus presentaciones; asimismo, está el hecho incuestionable de que algunos votantes perredés decidieron que el nene no era alguien adecuado y dieron su voto al papá, o sea, al PRI. Sin duda, un caso muy interesante para realizar un estudio formal de cultura política.

Viene luego la llamada, con todo tino, "chiquillada", compuesta por partidos de membrete salidos del PRI o reciclados de propuestas ya rebasadas y descalificadas en su momento: el PT, Convergencia, el Partido Verde, y el PSD. Los dos primeros son, sin duda, una verdadera lástima: entre ambos juntaron el 5% de los votos -los anulistas alcanzaron el 6%-, a pesar del apoyo que les brindó el mesías que vino del pantano. Esto, aunque permite ver que son un par de opciones lamentables y sin propuestas, les ha facultado para vivir del presupuesto tres añitos más, con una agravante: gracias a nuestro absurdo sistema político, Convergencia, que no ganó un solo distrito -es decir, todos los candidatos que presentó en solitario fueron barridos-, tendrá seis diputados "plurinominales", por obra y gracia del Cofipe: seis inútiles, seis sanguijuelas, seis lacayos del Peje, o de quien les pase una corta. El PT, aunque está en el mismo costal de la desgracia, al menos ganó por acá y por allá, aunque su carta más notable fue el tal Juanito, un vándalo profesional, un analfabeta funcional, o un pelele, como gusten llamarle, que ganó la delegación Iztapalapa por razones ligadas a despensas, dinero para viejitos, vales para útiles o becas para inútiles; un tipo sin cerebro y sin carácter que, según pintan las cosas, entregará una porción de la ciudad a la ínclita Clara Brugada, destacada integrante del gang de Bejarano y Cía. Lo que les espera a los iztapalapenses bien merecido lo tienen, no cabe duda. Por cierto, hay buenas noticias en todo esto: dada la escasa votación alcanzada por el PT, la terrorista mustia que responde al nombre de Lucía Morett no alcanzó su anhelada diputación plurinominal, y ya la espera un avión para ir a rendir cuentas a Santa Fe de Bogotá.

¿Qué resta? El Verde y el PSD. El primero se metió una cantidad inusitada de votos porque, se diga lo que se diga, montó una campaña clara y precisa a partir de tres promesas fáciles de aprender: pena de muerte a secuestradores y asesinos -faltó incluir a narcos y a violadores-, vales para medicinas, y becas para estudiar computación e inglés -en el mejor estilo de Francisco Labastida-. ¿Cómo cumplirá lo prometido? Misterio, aunque sospecho que no cumplirá, con el consabido lema de "los tiempos no están maduros", o alguna idiotez por el estilo. En tanto, el PSD, para fortuna del país y del presupuesto, dejó de existir; su campaña fue espantosa y mezclaron temas de tal disimilitud que no podía esperarse otra cosa. Así, apoyar -como es mi caso- la despenalización total del aborto, no resulta compatible con legalizar las drogas -a lo que me opongo férreamente-, y plantear que "las cosas no se solucionan a balazos." ¿Cómo entonces? Los narcos existen, también los adictos, ¿vas a hablar con unos y otros para que no hagan las cosas mal, y se formen en fila? Vaya sandez. ¿Que el Estado controle la distribución de droga? Ajá, y los narcos se van a retirar del mercado porque la ley se los prohibirá, ¿no? ¿Y los gringos dejarán que el gobierno maneje el narcotráfico abiertamente? Seguro, seguro: con Bartlett, Beltrones y Bours tenemos suficiente, y eso que operan "a la sombra".

¿Qué nos queda a los ciudadanos? Poca cosa; por principio de cuentas, deberíamos ahora sí presionar a los inútiles que fueron elegidos para que trabajen, para que le pregunten a la gente qué demonios le hace falta, y para que rindan cuentas de lo hecho. La cantidad de iniciativas de ley que quedaron en el tintero es tal que da pie a pensar que los legisladores no trabajan sino cuando los tiempos están por vencerse... aunque ello parece ser parte de la idiosincrasia nacional. Empero, es tiempo de que los ciudadanos hagamos algo más allá de anular votos -que el tiempo dirá si la medida funcionó o no- y nos convirtamos en lo que somos: los verdaderos patrones de ésos que se denominan "servidores públicos", que están a nuestro servicio y deben, por ende, acatar lo que les solicitemos, siempre que ello no sea una barbaridad.

5.7.09

Las primeras del día.

Si bien dedicaré un espacio de mayor amplitud a reseñar lo que haya acontecido a lo largo del día, y a comentar los resultados de la votación aún en curso, de momento creo conveniente apuntar, a vuelapluma, las noticias que han ido apareciendo en torno a los comicios, para tener una pequeña idea del acontecer "minuto a minuto", como dirían algunos:
- En Playa del Carmen, los medios de comunicación descubrieron una casa en la que el PRI entregaba despensas a cambio de votos. Al percatarse de la presencia de los medios, los sujetos en cuestión salieron de la casa y, sin mediar palabra, arremetieron contra un par de reporteros, a quienes dejaron lesionados y sin sus equipos de trabajo para eliminar las evidencias. Minutos más tarde, los mismos individuos comenzaron a patrullar las calles machete y palo en mano, con el fin de evitar que los periodistas les caigan en más movidas.
- En Zacatecas, el PRD ha denunciado que el PT compra votos con dinero en efectivo; como muestra, incautó $200,000 a tan singulares "promotores del voto".
- En Tabasco, el PRD ha denunciado... al PRD por acarrear votantes.
- En un municipio de Guanajuato -Salvatierra, me parece-, el narco ha amenazado a los candidatos del PAN y del PRI; es decir, gane quien gane, la tiene sentenciada.
- En Veracruz, una camioneta embistió -y mató- al candidato del PAN a la presidencia municipal de Pánuco. Curiosamente, la camioneta es propiedad del marido de la candidata priísta.
- En la delegación Miguel Hidalgo del Distrito Federal, Ana Guevara repitió que "ya ganó", aun cuando la votación apenas se desarrolla y los números no le son favorables.
- En Hermosillo, la policía estatal allanó las instalaciones del PAN local y se robó una computadora. ¿Para qué? Aún se ignora.
- En San Luis Potosí, creo recordar que en Ciudad Valles, el candidato priísta a la gubernatura denunció que su camioneta había sido baleada.
- En el municipio poblano de Santa Rita Atlahuapan, el presidente municipal impidió que los ciudadanos votaran, y mandó a su mujer para que promoviera el abstencionismo.
- Como noticia positiva, los delegados de los tianguis capitalinos no han hecho acto de presencia, hasta este momento, para exigir a los puesteros su voto por el PRD. Lo más probable es que no tengan la menor idea de si deberán solicitar amablemente el voto para los amarillos, los rojos, o los naranjas.
- En los municipios de Chimalhuacán, Chalco y Nezahualcóyotl, el PRI entregó tarjetas de una tienda departamental para asegurarse votantes.
- En Iztapalapa, sujetos desconocidos, o tal vez no, y que podrían presumirse amarillos o rojos, asaltaron una casilla y golpearon a quien se les puso enfrente.
- En la Alameda Central de la Ciudad de México, los anulistas hicieron un mitin para promover su postura. Creo que, si se ha cortado el proselitismo político desde el 1o. de julio, este tipo de manifestaciones también deberían limitarse en este momento.
- El dato curioso lo constituye el hecho de que la tinta "indeleble"utilizada en las casillas locales del Distrito Federal... no es indeleble. Yo voté hacia la 1 de la tarde y, al momento de escribir estas líneas -las 3 de la tarde-, mi dedo sólo muestra el rastro de la tinta empleada en las casillas federales.
Así están las cosas. Al parecer, la amenidad proseguirá hasta que, a las seis de la tarde, cierren las casillas, y el show comenzará cuando se den a conocer los resultados.