2.6.09

¿Hasta cuándo?

Según distintas notas periodísticas, un sujeto desconocido -ni tanto, tiene nombre y apellidos- fue baleado en el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Tras recibir los impactos, el sujeto corrió hacia la propia facultad para pedir ayuda, pero las heridas eran de consideración y cayó en la entrada. Los servicios de Auxilio UNAM acudieron al lugar de los hechos pero nada pudieron hacer por salvarlo. Al momento, se realizan las investigaciones pertinentes para dar con los culpables.

Esto es, en su más escueta versión, lo acontecido hoy en la misma puerta de mi casa de trabajo, entre las 13:30 y las 14:00 horas. Al salir de mi clase, una amable conocida mía que se desempeña en las difíciles tareas de la escoba y el trapeador me impidió el paso hacia la entrada: "Está cerrado, maestro." Al inquirirle el por qué, llanamente me dijo "Es que hay un muerto. Mataron a un muchacho en la puerta, aquí, junto al teléfono." Chanfles. Salí, con el resto de quienes éramos desviados de la entrada principal, por el patio de la biblioteca, sin saber a ciencia cierta qué pensar en torno a lo acontecido.

Lo primero que viene a la cabeza en tales circunstancias es, naturalmente, un alud de preguntas, un tropel de interrogantes desordenadas, un sinnúmero de cuestionamientos que van, desde lo obvio, hasta lo ilógico: ¿quién era? ¿Por qué lo mataron? ¿Agarraron a los asesinos? ¿Sería un estudiante? ¿Será el único? ¿Por, qué, por qué, por qué? A estas interrogantes se impone, en última instancia, una sobrecogedora duda: ¿estaremos seguros quienes acudimos a nuestra universidad? Si hoy mataron a un tipo, ¿quiere eso decir que las escenas cotidianas de violencia que se viven en la ciudad y en el país, se reproducirán ya normalmente en un lugar donde, de forma natural, no deberían acontecer? Con esto en mente, retorné a casa.

La información, como es natural, fluyó lentamente pero, al final, permitió armar el cuadro que he presentado al inicio de este texto, el cual debe ser amenizado por un dato más, simple pero contundente: el muerto estuvo en prisión entre los años 2000 y 2007, acusado de posesión de droga. Para quienes hemos asistido a la Universidad Nacional durante algunos años, el cuadro comienza a formarse con nitidez: el tipo era un vendedor de droga, de ésos que pululan en el espacio conocido como "Las Islas", en las justas narices de la rectoría, y contra quien nadie ha hecho nada en ningún momento. Recuerdo que, tras el ilegal y arbitrario paro de labores del año 2000, se hizo la finta de retirarlos, dado que ya operaban con descaro -sólo les faltaba vocear su mercancía para ser más evidentes- y, además, el horno no estaba para bollos después de que a los paladines del CGH les encontraron macetas sembradas de cierta hierba color verde -cuestión que, por cierto, no tardó en ser echada al cesto del olvido-. Así, los narcomenudistas debieron camuflarse pero, si se observa con cuidado, hoy en día se les distinguirá fácilmente entre quienes venden discos piratas, películas piratas, libros piratas, artesanías, ropa, muñecos y demás artículos en el tianguis que, durante la gestión de Ambrosio Velasco, prosperó a las afueras de mi facultad.

Saber que era un vendedor de droga, que discutió con quienes eventualmente le asesinarían antes de ser baleado, y que no es un universitario, da cierta tranquilidad, aunque ésta no tarda en desvanecerse. La tranquilidad surge porque, después de todo, no se trató de la ejecución, por los motivos que se gusten, de un alumno, un académico, o un administrativo: el acontecimiento es, al parecer, un ajuste de cuentas, aunque la Procuraduría de la ciudad haya abierto otras líneas de investigación. Lo anterior permite ver que no hay un comando dispuesto a ejecutar universitarios, no es una acción organizada, no tiene que ver con cuestiones represivas. Es, repito, el asesinato de un bueno para nada hijo de tal a manos de otros buenos para nada hijos de tales; en este sentido, y aunque suene horrible, no se ha perdido mucho.

La intranquilidad reaparece cuando se echa para atrás la mirada y se recuerdan episodios que, sin ser en sí similares a lo ocurrido hoy, sí tienen una conexión ineludible. El 12 de septiembre del año pasado, por ejemplo, una turba irrumpió en el campus universitario, asaltó a cuantos encontró a su paso, lanzó petardos contra distintas instalaciones universitarias, agredió a algunos estudiantes y, finalmente, fue puesto en fuga por estudiantes de mi facultad, algunos de ellos alumnos míos. ¿El motivo? La celebración, al día siguiente, del clásico Politécnico - Universidad. ¿Las consecuencias? Unos cuantos vidrios rotos, unos cuantos muchachos robados, y una movilización policiaca digna de peor película de los hermanos Almada, o ni siquiera eso porque, al menos en una de éstas, los maleantes pagan al final sus fechorías pero, en el caso de los vándalos, no se atrapó a ninguno, no pasó nada, y el flamante secretario de Seguridad Pública de la ciudad, Manuel Mondragón, demostró su total ineptitud para el cargo.

En aquel momento, como dan cuenta los escritos que me vinieron a la cabeza, y que están en este y en este enlace, se me ocurrió preguntar algo que, a la fecha, no he podido responder: ¿qué hubiera pasado si los vándalos, en lugar de sólo lanzar petardos a la facultad, hubieran decidido ingresar en ella? ¿Quién los hubiera detenido? ¿Qué hubiera pasado si, tras lanzar algunos proyectiles contra la Biblioteca Central, se les hubiera antojado destrozar los coches que estaban en el estacionamiento, incluido el mío? ¿Quién lo hubiera impedido? La respuesta a las preguntas nones es, lógicamente, hubieran hecho lo que hubieran querido, y a las pares es nadie, no sólo porque el personal de "seguridad" o "vigilancia" no está capacitado para ello -son, en su mayoría, gente de intendencia que ha obtenido un ascenso- sino porque, con mis propios ojos, observé en una ocasión cómo estos tipos -que recién han estrenado automóviles y se ven la mar de lindos- se "arreglaban" con un vendedor de droga y, en otra, permitían cobardemente que un ladrón escapara.

En esas manos está nuestra seguridad. Hoy mataron a un tipo a la puerta de mi facultad. ¿Hasta cuándo deberemos soportar cosas como ésta? Hace un par de meses, mi buen amigo Alberto Constante publicó en su blog una entrada donde daba cuenta de las tareas que esperaban a la nueva dirección, entre ellas, la inaplazable limpieza de nuestros espacios. Tal limpieza no se refería sólo al plano físico -aunque buena falta hace-, sino al otro, al humano, al espacio que, en lo simbólico, nos cobija a quienes acudimos a compartir lo poco que sabemos, y a quienes se interesan en escucharnos, en debatirnos, en ampliar nuestras dudas y nuestros saberes. Resulta desolador que, a las afueras de la misma Facultad de Filosofía y Letras, con todo lo que el nombre implica, se venda de todo, sin importar si es legal o ilegal, desde películas hasta droga; también es deprimente que un espacio que debiera ser de todos, como es nuestro auditorio Justo Sierra, se encuentre ocupado por sujetos que, en su mayoría, nada tienen que ver con una universidad de cuyos recursos disponen libremente -agua, electricidad, espacio-; igual de malo es ver cómo, por motivos que van de lo trascendente para algunos, a lo completamente baladí, se reparten cubículos en distintos lugares de la facultad a grupúsculos sin oficio ni beneficio, cuyos integrantes -a quienes he observado como "alumnos" desde que yo mismo lo era- haraganean sin mayor pena, venden dulces y cafecitos de a $5.00, $6.00 ó $7.00 y, cuando se tercia, pintan mantas y papeles en protesta por "algo" que ha pasado, con el afán de demostrar que tienen "consciencia social" y se comprometen con las "causas populares", sin pensar que el mejor modo de dar salida a sus propósitos sería, justamente, no defraudando a la nación, estudiando a conciencia, y egresando algún día. Lo último triste, en este mar de lágrimas, es salir los viernes por la noche y encontrar que el campus de la universidad más importante de Iberoamérica es asimismo la cantina más grande de México, y el fumadero de marihuana más concurrido de esta, de por sí, concurridísima ciudad.

Lo anterior son los problemas que nos aquejan a los miembros de la comunidad -dudo que lo sea, pero de algún modo hay que llamarla- de Filosofía y Letras. ¿Qué tienen que ver con lo que refiere este texto? Simple: a más gente extraña en las inmediaciones de la institución, más posibilidades de que se cuelen conflictos ajenos y, por ejemplo, los narquitos se maten en el estacionamiento. Asimismo, a mayor cantidad de ajenos, mayor inseguridad, mayores posibilidades de sufrir un robo o una agresión, mayores distracciones a nuestras labores cotidianas. Por eso me pregunto ¿hasta cuándo habremos de sufrir esto? ¿En qué momento las autoridades se fajarán los pantalones y aplicarán los reglamentos universitarios? Me imagino que, al expulsar definitivamente a los primeros cien borrachines o marihuanos que se encuentren en el campus -afuera es otro problema-, los demás se la pensarán y la práctica disminuirá; igualmente, al correr a los vendedores y recuperar el auditorio, las cosas comenzarán a verse mejor en todo sentido; por último, al permitir que entren las autoridades y detengan a los narcos, mucho ganaremos. En este sentido, vale recordar -por si hiciera falta aunque, visto lo dicho por los periódicos, vaya que la hace- que la "autonomía" universitaria no es sinónimo de extraterritorialidad, no tiene que ver con una tierra sin ley donde la policía no debe entrar; ante todo, la autonomía es financiera y educativa, no de orden legal o judicial. Por tanto, la policía debería buscar el medio para ingresar en las instalaciones universitarias y echar el guante a vendedores y consumidores de porquerías, y a vendedores de piratería. Por su parte, la autoridad universitaria, comenzando con la directora de la facultad, tendría que asumirse como tal en el papel y, primero, echar a los sujetos del auditorio, o llegar a un acuerdo con ellos para que el espacio nos fuera reintegrado; segundo, quitar el tianguis que su antecesor permitió se instalara libremente; tercero, aplicar los reglamentos ipso facto y expulsar a los transgresores.

Esto es un sueño guajiro pero, total, no cuesta nada enunciarlo. Sobre todo, no cuesta nada preguntar ¿hasta cuándo? Tal vez no me refiero a la limpieza de fondo que se requiere: simplemente, la que competa a lo más evidente. Incluso, me conformaría con ver sólo la intención, los primeros pasos; empero, no cejo en preguntar ¿cuándo? ¿Hasta cuándo mi casa de trabajo será un tianguis, una narcotiendita, un sitio ocupado por extraños? ¿Hasta cuándo?

15 comentarios:

Daniel G.G. dijo...

En efecto: Auxilio UNAM y las autoridades sirven para maldita la cosa. Es más fácil que un par de personitas en sus cinco sentidos retiren un p!$" bote de basura con el que un a-narquito pagado por la whiskyzquierda tapa el circuito, que poner a la gente a hacer su trabajo. Malditos sindicatos. Y además, nadie se atreve a gritar; y si se grita, las buenas conciencias lo tachan a uno de loco. En fin: pero eso sí, los filósofos hacen desplegados de a sesentamil pesos y todo...

Alfredo R. I. dijo...

Gracuas por el comentario, Daniel. La cosa es así de clara: si protestas porque no hay disciplina, se hace lo que no se debe, y pides un poquito de orden... ufff, eres el nazi del momento, el hijo de la ultra, el guardián de la derecha. Resulta que nuestra facultad (y, por extensión, esta pobre ciudad) es el sitio donde se protesta por lo absurdo, mientras las protestas por lo inaplazable son muy mal vistas.

Me dijeron que en el reino del revés, un señor, llamado Andrés...

Anónimo dijo...

No me compete deslindar resposabilidades. No puedo hablar con verdad sobre lo que sólo conozco por rumores y notas periodísticas de diarios de nota roja.

Lo único que puedo decir, es que si la dinámica de enrarecimiento y corrupción de la vida en comunidad al interior de la Facultad de Filosofía y Letras (y alrededores) se incrementa exponencialmente, respecto de nuestra indiferencia y falta de congruencia ética, entonces vamos, muy pronto a terminar de sepultar la legitimidad y autoridad moral que nos han legado con esfuerzo, generaciones de humanistas, intelectuales y coherentes disidentes políticos.

Principalmente, me examino a mí mismo y pienso... ¿Qué papel he jugado yo en la no conservación del único espacio físico en éste país, al que puedo considerar mí oasis personal?

Y sobre todo: ¿He cuidado la casa de mi espíritu?

***
Por legitimidad y autoridad moral, no pretendo decir que estamos autorizados para ser los inquisidores y modernos "sospechadores de hombres", dictando sentencia sobre lo "bueno y lo malo" de las acciones del individuo. Ni siquiera quiero expresar que exista cierta comunidad filosófica inter-generacional de la cual recibimos "vales y bonos" para seguir con la incansable labor de repartir (con nuestra bonita presencia) moralidad al mundo... para nada.

Mi punto es que, si existe alguna legitimidad y autoridad moral que reconocemos en ciertas personas de nuestra tradición humanística, es porque reconocemos en ellos el esfuerzo y el compromiso de llevar hasta las últimas consecuencias la siempre contradictoria relación entre teoría y práctica y que ese reconocimiento nos reclama al menos, una toma de postura a nivel teórico.

Nada más, ni nada menos es lo que pienso... pues no propongo conversiones sectarias o que seamos la Gestapo del pensamiento mexicano, ni estilitas, eunucos o renunciantes hindúes. Tan sólo (y tan mucho) que logremos ser personas dispuestas al diálogo; personas de las que razonablemente se puedan esperar propuestas y acuerdos mínimamente practicables, para avanzar proyectos de vida personales, viviendo en comunidad.



Si en la FFyL no se puede esperar eso ... ¿Dónde?

Alfredo R. I. dijo...

Amable anónimo -hubiera preferido una luz para saber quién eres y desde dónde hablas pero, visto que el espacio lo permite, deberé conformarme con un decir sin sujeto-: con toda honestidad, no entendí hacia dónde va tu comentario. Me parece que la propuesta es por el diálogo, una cuestión equivocista que apruebo aunque, con pena, creo que no es aplicable al cien por ciento en el espacio de referencia frente a los sujetos de referencia. Es así de sencillo: no somos jueces, no somos inquisidores, no somos palabra santa; no, de ningún modo. Simplemente, somos, y somos en la medida en que nuestros discursos son autorizados por alguien más, y también en la medida en que nos comprometemos, tomamos posiciones, y renunciamos a ecuanimidades imposibles para el ser humano -a menos que nos convirtamos en yoguis-. Por tanto, mi texto es eso, una toma de posición, respaldada por lo que yo sí he hecho en el contexto referido, frente a ciertos sujetos referidos, y no más porque no está en mis manos.

Hoy apareció un comunicado del Consejo Técnico. En unos minutos le daré una repasada breve, porque me voy enterando de que, de nueva cuenta, todo es bla, bla, pero no le hallo factibilidad alguna.

A propósito, sin recovecos, ¿cuál es tu posición? Ésa no ha sido clara: está enmascarada en un texto confuso, que dice y se retracta, que dice sin decir, que dice y se "echa para atrás." Yo he sido claro, ¿lo has sido tú?

Anónimo dijo...

No he sido claro.

Pues lo único que entendiste de mi comentario, es que cuestiono tú integridad moral para expresarte sobre auntos que a todos en la Facultad nos competen. Lo cual está muy alejado de mi intención y por lo cual te pido una sincera disculpa.


Por lo demás, toda esa retórica confusa, vertida en frases como: "decir sin sujeto", "dice sin decir" y cosas por el estilo... me aturde, pues no comprendo a ciencia cierta, a que se refieren tan exquisitas expresiones.

Dicho lo anterior, te respondo que mi postura ya fue (confusamente, según parece) expuesta y es un argumento de la siguiente forma:

A entonces B

"Si la dinámica de enrarecimiento y corrupción de la vida en comunidad al interior de la Facultad de Filosofía y Letras (y alrededores) se incrementa exponencialmente, respecto de nuestra indiferencia y falta de congruencia ética, ENTONCES vamos muy pronto, a terminar de sepultar la legitimidad y autoridad moral que nos han legado con esfuerzo, generaciones de humanistas, intelectuales y coherentes disidentes políticos"

La aclaración que hice fue sobre la condición necesaria, que según éste primer argumento puede ser falsa y a la cual consideré necesario, añadir argumentos suplementarios para tratar de reforzarla. Tal "refuerzo" implica expresar lo que entiendo por la supuesta "autoridad moral", definida aproximativamente como "una toma de posición teórica", en caso de que la ejecución práctica sea difícilmente realizable.

Aún así, el argumento corre riesgo de desmoronarse desde los cimientos.


Saludos.

Anónimo dijo...

"asuntos" en lugar de "auntos"

Alfredo R. I. dijo...

Vaya, leído todo dos veces comienza a cobrar sentido y, de hecho, he debido suprimir un comentario algo venenoso porque, precisamente, apuntaba hacia donde no. Sin embargo, creo que sigo sin concordar, por una causa de lo más simple: las tomas de posición no son simplemente teóricas, lo cual habría que definir, sino que deben de traducirse en prácticas; en este simple caso, lo he preguntado donde he podido: ¿qué vamos a hacer? El comunicado del Consejo Técnico es completamente huero, es un texto hecho para llenar un espacio que debía ser llenado, nada más. La pregunta es ¿qué haremos los demás? No marchas, no plantones, no tomas de instalaciones, no pliegos llenos de palabras absurdas. No, eso está probado que, a los buenos, no nos sirve. ¿Qué haremos.

La última: mi primera respuesta no tiene ninguna "retórica confusa", porque el marco retórico -es decir, el tramado persuasivo de la argumentación- es congruente. A menos, claro, que emplees los términos en sentido coloquial, lo cual cambiaría totalmente los canales de comprensión del comentario que has vertido.

Anónimo dijo...

Hola que tal, solo una observación. Usted utilizó la palabra "chanfle". Con sus estudios de Licenciatura y usando esa palabra tan mala, que hasta se escuha de muy mal gusto.
Disculpeme, pero da mucho que desear con esa expresión.

Alfredo R. I. dijo...

Gracias por el comentario, "Anónimo". La cuestión aquí es que, hasta donde sé, emplear una palabra u otra no demerita ni da mucho o poco que desear... a menos, claro, que decidamos investir de solemnidad y pompa a todo lo que hacemos o escribimos para responder a una imagen cierta, al aura académica que nos debiera revestir. Eso, mi estimado, son pamplinas, pretensiones dignas de peor Monsiváis, quien siempre me preguntaré cómo hace para pedir un helado en Coyoacán y lograr que le entiendan, o cómo anuncia que tiene un problema estomacal sin rebuscarse como acostumbra.

Por cierto, un dato: el texto más deliciosamente mal hablado que he leído es una carta dirigida por Salvador Novo a Carlos Pellicer, una muestra real de que ese perpetuo hablar pomposo es es propio de petulantes. El habla y la escritura son libres y, si las palabras existen, es para ser empleadas.

Alfredo R. I. dijo...

Ah, a propósito: tengo estudios de doctorado... y eso no hace ninguna diferencia en el uso del "chanfle".

Regoleta dijo...

A la próxima usa chale. Se oye menos chespiritiano y más tacuvesco.

Mi conflicto moral aparece cuando las leyes son unas y la realidad es otra. Tienes razón en cuanto a que no debe venderse piratería, porque es una forma de obtener dinero con los esfuerzos de otro, pero además de ser un modo de ingreso para la gente, también sirve para que otras personas tengamos acceso a cultura y tecnología que, de otro modo, no obtendríamos. Las películas y música extranjera no comercial son carísimas y yo, de plano, si no las comprara en pirata, tampoco las compraría en originales y sólo me abstendría de verlas.

Los ratas de Microsoft no tienen vergüenza al venderte computadoras con un "trial" de los programas básicos para el trabajo de un estudiante promedio (entiéndase, Microsoft Office) y que te obliguen a pagar más de 2000 pesos por un pinche numerito. El dueño de la empresa es uno de los hombres más ricos del mundo y aprovecha su cuasi-monopolio para alzar sus precios.

En cuanto al libro, bueno, creo que tienes razón ¿qué opinas de las fotocopias que sacamos los estudiantes? tenemos acceso a los escritos, y el dinero invertido no le llega a los autores, pero tampoco hay un intermediario que lo obtenga (los copistas cobran por las copias, no por el contenido del libro)

Saluditos

Regoleta dijo...

Si tuviera dinero de sobra (textualmente) quizás si compraría puro original (menos de microsoft, creo que los odio un poco)

Alfredo R. I. dijo...

La piratería... espinosillo problema, sin duda. La cuestión es que, en determinado momento, todos hemos adquirido piratería, principalmente porque, o no es asequible el material original -tengo en este momento ese problema, requiero una película que no he conseguido por ningún lado-, o no hay dinero para hacerlo.

Yo mismo dejé de comprar piratería hasta el día mismo en que me enteré que me había convertido en víctima; a pesar de ello, he procurado en la medida de todas mis posibilidades no recurrir de nuevo a ello, y ahí la llevo: en dos años, sólo he comprado unas muy pocas películas piratas, y eso porque no las había encontrado en original y, además, el realizador -Eisenstein- poco tiene ya que ver con esta vida material.

Como sea, sé que es flaco el argumento, que siempre existirá la posibilidad de justificar la adquisición de piratería, que los videoclubes no tienen siempre el surtido que quisiéramos, aunque son una muy buena opción. Diría que, como opción, sería la última: compro original; si no puedo, rento original; si no puedo, compro piratería.

En cuanto a las fotocopias... vaya, es un hueco legal terrible. Se supone que se obligaría a los centros de fotocopiado a pagar derechos a la Cámara Nacional de la Industria Editorial pero, hasta el momento, no se ha hecho, con un sinfín de excusas. Sería lo deseable porque, como se le vea, cada juego de copias equivale a un libro que no se vende y que, por si fuera poco, el autor no ve un centavo de lo que de él se lee. El lucro no es directo con el fotocopiador, aunque lo hay, porque se gana un dinero pasando lo que hizo otro.

Es, repito, difícil la posición, sobre todo cuando somos estudiantes y no tenemos dinero.

Gracias por comentar, saludos para ti.

Regoleta dijo...

Pues mira, en discos de música compro originales de esos grupos o cantantes independientes porque, si de por sí se las ven negras para hacerle a su rollo, pues más trabas les ponemos a sus esfuerzos.
Películas "no-comerciales" (y hasta comerciales) están en más de 200 pesos (algunas cuestan hasta 600), lo cual es un precio inaccesible para mí como estudiante mantenida. En el blockbuster sería bueno rentarlas pero no siempre las tienen, aunque tienes razón, debería ser primera opción antes que comprarlas en pirata... esque me entra mi complejo de juez y me viene a la mente la lanísima que se llevan los estudios y la relativa miseria que cobran los trabajadores como los guionistas, los técnicos, etc...

Los copistas no pagarían ese derecho, lo pagaríamos los estudiantes, y si se pagara ¿les llegaría a los autores? ¿se hace una formato para saber qué libro se copió o es un derecho general? ¿las ganancias las reparten entre los autres de best-seller y los de libros que se ponen de oferta a final del año porque nadie los quiere? ¿se reparte equitativamente?
El fotocopista no lucra, en definitiva, con lo que hizo otra persona. El lucra por las copias, igual sería si se sacan diez copias de formatos o si se sacan diez de un libro, a él le da igual.

Es un gran problema, lo sé. Varios de nosotros terminaremos escribiendo y será frustrante no poder sobrevivir con eso. Me encantaría encontrar una forma para que los libros sean accesibles al bolsillo y que al mismo tiempo los autores tengan garantizada su ganancia, porque se me hace verdaderamente despreciable negociar con el conocimieto (si no pagas, no sabes)... pensemos una solución...

Saludos

Regoleta dijo...

Válgame, qué terrible redacté el comentario. Lo siento, es que por las prisas ya no lo revisé antes.