12.9.10

Opinología.

A resultas de la tozuda actitud de un sujeto —que parece no tener nada mejor que hacer—, quien se afana en publicar necedades en este espacio porque a él le ha venido a la cabeza que puede y debe hacerlo, he decidido implementar un moderador de comentarios a las entradas del blog.

La razón que me mueve a ello es simple. Mientras elaboraba mi tesis, recordaba los felices tiempos idos de la era A. Ch., cuando este espacio funcionaba como una banca de parque, ni más ni menos, en la que el que esto escribe y sus amigos —y ocasionales opinadores dotados de la mínima decencia— comentaban lo que les venía en gana y que, fuera como ello fuese, se movía a partir de una dinámica muy simple: la identificación y la pertenencia a un mismo espacio ideológico o, al menos, la formulación de preguntas que tenían que ver con el tema que de momento se discutía y la necesidad —que no la necedad— de ampliar algunos puntos. Los contertulios no tenían que temer el hecho de que, en algún momento, se apersonara junto a la banca mencionada un sujeto de la peor catadura y, en alta voz, les espetara: "¿por qué dicen eso? ¡Son ustedes unos estúpidos!"

Sin embargo, en un momento dado, por no sé qué azar del destino, sucedió lo que acabo de referir: un sujeto se coló a la plática y comenzó a hablar de todo, a tratar de colocarnos sus muy sesudas elucubraciones, a insultar al respetable y a meterse hasta en lo que no le importaba. No sólo eso: con toda la desfachatez del mundo, al decírsele "¿a ti eso qué te importa?", el tío respondía diciendo cualquier otra barbaridad, sacando la vuelta al evidentísimo parche: no, no le importaba, y a él no le importaba tampoco que eso no le importara.

En un principio, como parte de un ejercicio de tolerancia, respeté sus comentarios, salvo los notoriamente ofensivos. Incluso entablé un diálogo con él donde todo era darse con la pared, donde los argumentos se repetían hasta el infinito y donde, incluso, en un momento dado se asumió como un ente vivo que luchaba contra muertos —la cultura de los zombies ha cobrado nuevos bríos en la actualidad, pero no creí que llegara a tanto—. Sin embargo, permití que ello pasara porque algo puede sacarse de los ejercicios dialógicos... hasta este momento en que, como digo, me ha caído el veinte y he decidido enunciar el famoso "no más". Si sé que no entiende razones, si sé que lo suyo es sabotearlo todo, ¿para qué permito que se exprese aquí? ¿Para qué le abro un foro? Que se lo abra él, o que se lo abran sus amigos.

El problema de la opinión en un espacio como éste reside en varias cuestiones: en primer lugar, en que forma parte del espacio público, pero ello no implica que cualquiera pueda meterse a decir las tonterías que trae en la cabeza porque ése es el único medio que conoce para desahogar sus frustraciones muy particulares. Imaginen ustedes que, en un momento dado, se les ocurre que el PRD es una porquería y, sin más, se meten a una asamblea del mencionado partido para decírselo en la cara a los circunstantes. Por supuesto, ellos lo sacarían a usted en volandas y lo echarían a media calle. ¿Por qué? ¿Porque son intolerantes? No: simplemente, porque asumen que su espacio debe tener un mínimo de coherencia interna y que las discusiones sobre su naturaleza buena o mala deben darse afuera del mismo. Por tanto, ejercen su derecho a decidir cómo se opina en sus propios territorios y tantán, fin de la discusión.

En el caso del blog, la cuestión es simple: si esto se asume como el sitio propio de alguien, ese alguien está en posibilidad de decidir quién entra y quién no. Por decirlo de algún modo, es como la casa de uno: yo decido a quién dejo entrar, a quién mantengo alejado de ella, y quién más es posible que algún día entre. En consecuencia, resulta absurdo decir "vengo a este espacio y no me dejas hablar", porque debe asumirse que tal posibilidad entra en el marco de lo probable; resulta tan absurdo como "vengo a tu casa y no me dejas rayar las paredes". Así de sencillo. Para seguir con el tono alegórico del mensaje, si el sujeto referido quiere opinar, que busque su propia banca de parque y forme su propia tertulia, que a mí no me interesa en lo más mínimo meterme en ella. ¿Por eso utiliza un perfil no público, para que uno no pueda ir a decirle sandeces en los sitios en que escribe? Faltaba más, como si uno tuviera maldita la necesidad. Sin embargo, repito, mi banca del parque tampoco es para eso, ni tiene por qué, obligatoriamente, estar abierta a rufianes y patanes saboteadores.

Entonces, pido disculpas al respetable por los inconvenientes que lo anterior pueda ocasionarles. Tengan por seguro que los comentarios amables, las dudas, e incluso los cuestionamientos que busquen entablar un diálogo, serán bienvenidos. Por el contrario, los que sólo pretendan acaparar la conversación y demostrar cuán grande es el que los emite, ni siquiera serán leídos. Con ello, confío en que este espacio retornará a sus dimensiones habituales, en las que la charla amena privaba, no la majadería ni la sinrazón.

1 comentario:

Patricia dijo...

Es muy buena la medida que has tomado para proteger tu espacio. Como bien se sabe, si le permites a una cucaracha el andar merodeando por tu casa, al rato no será una, sino miles.
Y yo no entiendo cómo es que la cucaracha con acceso a Internet se la pasa ladrando que se le cierran espacios y demás, siendo que su runfla de patanes cerró la sección de comentarios de su página "porque no vamos a soportar insultos". ¿Insultos? ¿Es acaso un insulto decirle al que se metió a invadir un predio que se largue? Pues parece que sí, porque, para las sensibilidades de la administradora de los comentarios, lo que no era coro de focas y apología del delito, eran "insultos".
Pasó lo mismo con tu alumnito, el Enanito, que andaba ahí de infiltradito diciendo bobada y media y ¿qué pasó? Que sacó su playerita de "soy la víctima", a pesar de que esta clase de sujetos primero se hacen los indeseables y luego se quejan amargamente cuando se llama al sacaborrachos para que los lance del lugar. El problemón es hacerles entender que ellos se lo buscaron. Pero no importa: desperdiciar palabras con semejante gente es poco menos que echarles perlas a los cerdos.