18.3.09

Los patanes llegaron ya.

El Diccionario de la Real Academia define al patán, en su segunda acepción, como "hombre zafio y tosco"; a su vez, zafio significa "grosero o tosco en sus modales o falto de tacto en su comportamiento." Con esta luz como guía, y dejando de lado la cuestión de género asociada a las definiciones transcritas, puedo con conocimiento de causa afirmar que hoy presencié el desenvolvimiento social de varios sujetos que, en efecto, caen perfectamente en la categoría del patán por antonomasia.

El primero de ellos es, lamentablemente, un académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. No diré el nombre para no quemarlo pero, para dar un norte a quien esto lea, sólo mencionaré que pertenece al Colegio de Letras Modernas, en su división de Letras Inglesas, usa el cabello extremadamente corto y gasta lentes negros de media montura; no diré más porque en una de tantas es posible que adivinen, y mi intención no es tal. El sujeto en cuestión, aunque tiene un español perfecto, gusta de hablar en inglés a sus alumnos mientras los atiende en la sala de profesores, lo cual es por completo válido si consideramos a qué se dedica y sumamos el hecho de que, después de todo, una poca de práctica en la lengua de Shakespeare no viene mal a ninguno de quienes tal carrera estudian. El problema es el volumen: yo no sé qué corrija, ni sus motivos, y honestamente no me importa en absoluto. ¿Por qué entonces su volumen es lo suficientemente alto como para inundar el saloncito en que los académicos sin cubículo nos dedicamos a trabajar? Misterio. ¿Lo hará para llamar la atención? Posiblemente. Como sea, el tío no pasa desapercibido, y eso me permitió observar hoy cómo se convertía en el patán número 1 del día. 

En efecto, la sala de profesores es un sitio para los profesores pero no de forma exclusiva, sino un espacio donde todos podemos estar juntos pero no revueltos, en el que podemos encontrarnos y no conocernos, donde se revisan trabajos, se realizan trabajos, y se sugieren trabajos. Como todo esto indica, los alumnos son un elemento clave en el proceso: sin alumnos, los profesores no existiríamos. ¿A qué viene entonces pedirle a una alumna, sin siquiera decirle "por favor", que se retire de una mesa porque la misma será usada por un profesor? Más aún, ¿por qué ocupar una mesa si la tarea que se encaraba, esto es, revisar un trabajito, no requería de la superifcie plana, y podía llevarse a cabo con comodidad en un sillón? ¿A qué viene tal prepotencia? Oh, y no sólo esto: al mover una silla -en la que no se podría haber sentado el patán en cuestión, dada la ubicación de la misma- golpeó a la alumna, y el consabido "uy, perdón" apenas si se  escuchó. ¿Por qué obrar así? ¿No es esto propio de pobres diablos sin importancia, de ésos que gustan llamar la atención profiriendo gritos, insultos, y atropellando al otro, y no de académicos universitarios?

Una hora más tarde abría yo mi clase vespertina. Justo intentaba esbozar a los alumnos los pormenores de los instrumentos crediticios empleados en la Nueva España -lo cual tiene sus complicaciones naturales- cuando un sujeto abrió la puerta, sin tocar, y me espetó "oye, amigo, ¿nos dejas dar una información?" Como pensé que eran miembros de alguno de los grupos que participan en la elección de consejeros universitarios, los dejé entrar. ¡Cuál sería mi sorpresa al ver que el par de sujetos -un tipo y una tipa- comenzaban a anunciar la videoconferencia que dictará el próximo sábado el conocido agitador Lyndon Larouche, a quien mantengo en mente por ser un lunático capaz de defender apasionadamente las "buenas y honestas" gestiones presidenciales de Luis Echeverría y José López Portillo! Di dos minutos a los fulanos para que hablaran y se extendieron hasta diez, tras lo cual comenzaron a repartir propaganda y, al serles cuestionadas las locuras que profiere cotidianamente Larouche, no dudaron en tacharnos, a mi grupo y a mí, de sofistas -aunque, cuando los inquirí al respecto, tampoco supieron responder qué diablos hacían los sofistas, salvo que aparecían en un diálogo de Platón-, cerrados, descerebrados, y demás linduras, y arremeter contra la universidad por ser un espacio cerrado donde sólo se genera pensamiento inútil, lo cual equivaldría a "pensamiento no iluminado por la sapiencia de Lyndon Larouche". ¿Patanes, o no patanes? 

La del estribo: habitualmente, el recorrido entre la universidad y mi casa toma cerca de 40 minutos; si el tránsito es excesivamente lento, puede ser un poco más. Hoy tardé 40 minutos en recorrer dos cuadras. ¿La razón? Un cúmulo de patanes que olvidaba la regla básica del movimiento vehicular y peatonal alrededor del mundo -verde, avance; rojo, no avance- e invadía, con total despreocupación, el área por la que debían transitar los autos procedentes de la otra calle. 40 minutos. ¿Un policía que ponga orden en el cruce? Vamos, ¿en qué ciudad crees que vives? Para resumir la peripecia, diré que a punto estuve, en cuatro ocasiones, de ver mi coche golpeado por otros automovilistas desesperados, tuve que caracolear sin sentido a lo largo de una cuadra larga y, finalmente, debí esperar a que un par de ciudadanos comunes y corrientes asumieran las funciones de los ínclitos policías para que la circulación se regularizara lo suficiente y dejara atrás el cruce. Patanes, ¿no es cierto? El colmo de todo fue ver, escaso kilómetro y medio delante del atorón, a tres motocicletas -sí, tres- escoltando un camión para que éste, impunemente, se pasara los altos. Cosas de patanes, no hay duda.

9.3.09

Doble moral.

Ayer llegó a México Nicolas Sarkozy, acompañado de ese monumento -a la estulticia- que es Carla Bruni. El mandatario francés se reunirá con el presidente Calderón para tratar asuntos de comercio, inversión, economía global, venta de armamento, intercambio cultural, y cositas por el estilo. Posteriormente, se entrevistará con la comunidad francesa en México, con la gente del dinero, y vaya usted a saber con quién más. Ah, claro: con miembros de los poderes Legislativo y Judicial, a fin de tratar el enojoso asunto de Florence Cassez. ¿Quién es ella? Permítaseme una breve digresión, para reanudar más adelante el tema central de esta entrada.

Hace unos años, en medio del proceso electoral que llevaría a Álvaro Uribe por primera vez a la presidencia de Colombia, un comando perteneciente a esos criminales disfrazados de luchadores sociales -como cada vez es más común- denominados Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, secuestró a la entonces candidata presidencial Ingrid Betancourt, de nacionalidad franco - colombiana, y la llevó a uno de los múltiples refugios que la pandilla posee en la selva. Como era de esperarse, la opinión pública se indignó, el medio político colombiano se indignó, la familia de la secuestrada se indignó... pero nada ocurrió. Ingrid Betancourt sufrió el mismo triste destino de muchos colombianos, esto es, verse privada de la libertad a manos de un grupo al que no le es suficiente el dinero que  obtiene de la venta de drogas para financiar su "lucha" y, en consecuencia, se dedica al secuestro y la extorsión para completar su "gasto", razón por la que han desaparecido cientos de ciudadanos comunes y corrientes en la impenetrable selva sudamericana.

Sin embargo, como bien se sabe, la historia tuvo un final feliz: Uribe abandonó el camino que había seguido su pusilánime predecesor y atacó frontalmente a los criminales de las FARC, proceso en medio del cual se montó un operativo peliculesco -que involucró disfrazar de guerrilleros a un grupo de soldados- merced al cual Ingrid Betancourt recuperó la libertad, junto con otros secuestrados. El rescate le valió a Uribe amplio reconocimiento internacional, salvo de parte de quienes, velada o descaradamente, apoyan al grupo de maleantes -Chávez, Correa, Morales-. Como sea, la Betancourt se vio libre, dio gracias a Uribe, dio gracias a los colombianos que no la olvidaron y, acto seguido, voló a Francia a dar las gracias al propio Sarkozy, quien había integrado un grupo de intermediación -en el que, oportunamente, se coló el infaltable Hugo Chávez- para lograr la liberación de los rehenes. Sarkozy la recibió de muy buena manera, la felicitó por su tenacidad, y se refirió en términos poco amables respecto a quienes la habían mantenido cautiva durante largos años. Fin de la digresión.

Ayer llegó Nicolas Sarkozy a México. Como se ha mencionado, en medio de su apretada agenda se entrevistará con quienes, de un modo u otro, tienen "algo" que ver con el encarcelamiento de Florence Cassez. Para responder a la pregunta formulada al inicio de esta entrada -¿quién es ésta?-, basta decir que es una francesa convicta -no sólo sospechosa- de pertenecer a una banda de secuestradores liderada por el novio de Florencia, que operaba en México, y que fue detenida tras un eficiente operativo de la Agencia Federal de Investigaciones. La mujer negó todo en un principio, pero la evidencia en su contra -proporcionada por sus mismas víctimas- la identificó como la persona que alimentaba a los prisioneros y, de paso, les endilgaba sutiles amenazas para que sus familias no demoraran en la entrega de los respectivos rescates. A resultas de lo anterior, un juez la condenó a purgar noventa años en prisión.

La honorable familia Cassez puso el grito en el cielo. ¡Cómo era posible que su querubín fuera una secuestradora! ¡No señor! Ella era una víctima más del novio porque, en primera, ni siquiera era su novio y, en segunda, la había mantenido en el engaño respecto a sus actividades. La pobre Florence, circunstancialmente -como aquella reina de belleza sinaloense-, había sido arrestada, y luego injustamente condenada. ¿Que si conocían al tipejo? ¡No, ni lo mande el Cielo! Todo es producto de un error, una conspiración -sólo les faltó decir que era un "compló"- de las corruptas autoridades mexicanas. Ah, pero ya verían quiénes eran ellos: no dudarían en acudir al presidente Sarkozy para que, con un tirón de orejas, pusiera en su lugar a los estúpidos aborígenes que habían osado detener a su amada hija, e ipso facto la soltaran.

Y como dijeron, lo hicieron. Sarkozy los escuchó, y tomó cartas en el asunto, al grado de emitir un par de comunicados, en tono poco amigable, donde pedía -así, pedía, punto menos que exigir- se liberara a la inocente Florence. Por suerte, y por una vez en la vida, el aparato judicial mexicano se fajó los pantalones y dijo "no", para disgusto de los abnegados padres.

¿Abnegados? Pamplinas.Poco a poco se ha descubierto que el par de cretinos no sólo conocía al novio secuestrador, sino que le había abierto las puertas de su casa y la pasaba bomba con él en reuniones amenizadas por generosas dosis de alcohol. Asimismo, se ha verificado que Florence participaba muy a su gusto en los secuestros y era, de cierta forma, la mano derecha del criminal. Por tanto, los noventa años de condena son justos y, aunque no reparan el daño -sobre todo psicológico- que han sufrido las víctimas, al menos les permite ver que una parte de la banda está tras las rejas.

Ahora que viene Sarkozy, han comenzado a ocurrir cosas extrañas. Primero, la condena de Florence se reduce de noventa a sesenta años; si bien ello asegura que la tipa morirá en la cárcel, no deja de ser extraño el dictamen. Luego, el gobierno francés saca de su manga un tratado ingenuamente firmado por México hace ya varios años -tal vez veinte-, por el que los ciudadanos de un país europeo que se encuentren presos en otra nación pueden ser enviados a su lugar de origen para purgar su condena. Más tarde, se sabe que Francia concedería una serie de atenuantes increíbles a la secuestradora, por los cuales la condena terminaría siendo de entre veinte y cuarenta años. Por último, Sarkozy viene a México, a ver si se lleva a su basura y la premia con la libertad.

¿No es acaso una doble moral escandalosa? ¿No fue acaso ignominioso el secuestro de Ingrid Betancourt? ¿Por qué no lo es el de los mexicanos víctimas de la banda en que participaba Florence? ¿Sólo porque son mexicanos, posiblemente prietos, y apellidados Pérez, o Sánchez, no Betancourt, y son comerciantes, no políticos de altos vuelos? ¿Por qué viene este sujeto a abogar por una criminal y, lo peor de todo, por qué se van a escuchar sus argumentos? ¿Acaso el país le debe algo a Francia? ¿Su apoyo económico, o incluso moral, es determinante en nuestro futuro? ¿Por qué se redujo la condena de la tipeja ésta? No quiero ni pensar lo que sentirán en este momento quienes fueron secuestrados por el novio de la susodicha que, a su vez, les vomitaba con su acento franchute toda suerte de amenazas para que la lana fluyera con prontitud. 

Qué lástima. Por una vez parecía que México haría justicia y se mostraría como un país soberano frente a las presiones de otros. Parecía, pero no. Todo indica que Florence se irá a cumplir un pedazo de su condena a Francia y, en algún momento no muy lejano, por buena conducta, por revisión del caso, por caridad, o porque se les da la gana, saldrá a la calle a mofarse, junto con sus cretinos progenitores, de la justicia. Repito, qué lástima. Por eso es que la pena de muerte debería operar, y cuanto antes, mejor, para que estos chistes no nos los vuelvan a contar. Cualquier duda sobre mi posición, pregúntele al secuestrado más cercano a usted, que muchos habrá a la mano.

3.3.09

Enloquecer de pronto.

Sabia es la ¿máxima?, ¿dicho?, ¿refrán?, ¿sentencia?, que reza "el poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente." Sin embargo, ¿qué pasa cuando el poder se va, se esfuma, o se evapora el anhelo de poder? Ciertamente, puede enloquecerse, si no se tienen los pies bien puestos sobre la tierra o el sueño alcanzó límites, dicho de forma literal, delirantes.

Recién eso ha acontecido en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, o algo muy parecido. Para poner al tanto a quienes no tengan idea de cómo están las cosas, comentaré que, durante el último mes, nos vimos envueltos en un proceso para elegir al director de nuestra institución. Elegir es un eufemismo: los interesados en ocupar la dirección promovieron sus candidaturas, y un segmento de la facultad -una minoría, vale decirlo- apoyó a uno u otro con base en sus propuestas, sus talentos o, no podía faltar, en la posibilidad de obtener algún beneficio personal de todo el embrollo. Al final, la rectoría esgrimió su dedo súper poderoso para designar a quien, por razones que nos son desconocidas, le pareció adecuado.

Cinco eran, en un principio, los candidatos, de entre los cuales dos parecían ser favorecidos fuertemente por la administración saliente. Tras realizarse la presentación de sus proyectos de trabajo, realizamos una votación. Un candidato adicional apareció de la nada y, como vulgar saboteador, se "brincó" el proceso interno que se realizaba en la facultad -estaba en su derecho, cabe decirlo, pero lo esquirol no se lo quita nadie- y se registró directamente en la rectoría. Seis candidatos, seis. De entre ellos, el rector armó una terna con tres, curiosamente no quienes habían obtenido mayores apoyos en el proceso, sino quienes contaban con los mismos de antemano. Integrada la terna, dos hombres y una mujer, todo fue esperar un par de semanas.

En ese lapso, se vio claramente cómo se habían movido las aguas: una candidata era apoyada por una personalidad clave en las altas esferas de la Universidad Nacional y, aunque ni su currículum ni su trayectoria la avalaban, contaba también con el apoyo del director saliente. La otra candidata, sin duda poseedora del mejor currículum de quienes integraron la terna, contaba con apoyos fuertes en el interior de la facultad, a los cuales se sumaba un miembro de la junta de gobierno. A su vez, el candidato contaba con el apoyo de una mafia de ésas que se arman al calor de la academia y, lamentablemente, terminan por contaminarlo todo a su paso. Hay que decirlo: el candidato, desde mi muy particular punto de vista, no era malo; empero, el grupo que lo había apoyado es responsable, entre otras cosas, de integrar a la plantilla académica de la facultad a un conjunto amplio de mediocres, sin más mérito que la cuatitud que se profesan entre todos; asimismo, cuentan con valiosos prospectos para escalar posiciones con rapidez, entre quienes destaca la eminentísima doctora exprés, tal vez la única integrante del personal académico de la facultad que ha conseguido -y lo presume, con todo el cinismo- un doctorado en seis meses, cual si fuera un título de ésos que emitía el antaño muy conocido Atena College.

El resultado del proceso favoreció a la candidata B, la del mejor currículum. Sin embargo, su designación como directora de la facultad no fue bien acogida por el grupo del candidato, en primer lugar, porque ambos son del Colegio de Historia y, en segundo, porque éstos habían comenzado a acomodarse en posiciones estratégicas para que, tras el triunfo de su gallo, les fuera la mar de sencillo operar, pudieran poner a sus mediocres y quitar a quien no les pareciera, y todo terminara siendo una fiesta. Bien, les falló, y mucho me alegro.

¿Dónde queda la locura con la que inició este texto? En la reacción del grupillo perdedor. Hoy mismo comenzaron a enloquecer, primero quien funge como coordinador del Colegio -que es un simple hombre de paja de la mujer que mueve los hilos en su mafia-, y posiblemente después los demás. Para muestra, no sólo alteró de un plumazo un sínodo de examen profesional -aun cuando ya estaba todo casi listo para realizar el mismo-, sino que incluso insultó a la alumna, menospreció su trabajo, asumió una autoridad despótica que no va, para nada, con su poco carácter y, lo más evidente, rompió con la apariencia de hombre bueno, comprensivo, tolerante, que había guardado desde que asumió su cargo. ¿Cómo se explica tan radical transformación? ¿Se ha pirado? ¿O sólo se quitó la careta?

Podríamos preguntarnos ¿de qué murieron los quemados? ¿O ya, al saber que tendrá que dejar el puesto porque se cargó al lado equivocado, todo le importa poco y arrasa con quien se deje, aunque sean alumnos que ni la deben ni la temen? Lo dicho, de la buena nos salvamos ahora que este grupillo no llegó a la dirección.

Breve de académicos.

Según dictan los cánones, el medio académico de las humanidades es el espacio destinado a la reflexión, el análisis, y la presentación de posibles soluciones a los poblemas que nos aquejan. Hastiada de las teorías economicistas, panpolitistas -perdónese el terminajo-, o simplemente descerebradas, la sociedad voltea los ojos a la academia, de cuando en cuando, para que le dé una recetita, aunque sea minúscula, que le explique lo que ha sido, en el pasado remoto o inmediato, y lo que es. 

Hasta aquí parece no haber problema alguno. Sin embargo, de cuando en cuando, personas investidas del aura mágica que implica ser "investigador de nosedónde", "analista de nosequé", "catedrático de quesecuántos", o "experto en yoquesé", meten la pata hasta el fondo y, en lugar de aprovechar una valiosísima oportunidad para quedarse calladas, abren el pico y la riegan. ¿Qué riegan? Eso que usted, querido lector, y yo, bien nos imaginamos. El origen del disparate puede ser, simplemente, la precipitación, aunque bien pueden existir los clásicos componentes del golpeteo político y el partidismo como combustible para decir un sinsentido determinado. La casualidad, como es obvio, queda descartada en estos casos.

El fondo de lo anterior es, en concreto, el siguiente: el día de hoy escuché una noticia que, textualmente, indicaba que "expertos del Colegio de México afirman que la pobreza extrema en México ha crecido un 26% en los dos últimos años." Tal dato es, cuando menos, escalofriante pero, al mismo tiempo, merecedor de un aplauso para los cerebros que han logrado, por arcanos métodos, llegar a tan contundente enunciado. Sin embargo, cuando la investigadora (primera trampa: no son los, es la, una solita) fue cuestionada al respecto, se internó en el peor de los terrenos académicos posibles, a saber, el resguardado por el tiempo pospretérito. La mujer dijo que, de 2006 a la fecha, la pobreza extrema en el país pudo haber aumentado (o sea, no hay certeza en ello) en 4.3 millones de personas, lo que colocaría (sí, matemáticamente, pero con la misma base hipotética) a X número de mexicanos dentro del grupo que viviría (¿no es que viven, acaso?) con menos de $33.00 al día para solventar el total de sus necesidades.

¿Qué clase de dato es éste? Como no me canso de repetirlo, ya Gaston Bachelard, y su dilecto discípulo Georges Canguilhem, dedicaron un buen número de cuartillas a desmitificar el valor de la matemática como explicación cierta, objetiva e infalible de la realidad. Sin embargo, a un determinado tipo de estudiosos les seduce la posibilidad de dar un dato concreto, duro, que pruebe cuán inteligentes, agudos y certeros son. Sin embargo, ¿de qué sirve dar cifras, si el verbo que las acompaña permite ver que todo es una suposición? Con esta base, cualquier cosa es cierta, hasta los reportes muy científicos de Jaime Maussan, quien estaría facultado para decir: "el día de hoy podrían haberse observado alienígenas a la puerta de nuestras casas." Cierto, podrían pero, ¿se vieron?

Todo parece cobrar sentido cuando se ve que la investigadora entrevistada, Araceli Damián González, es (o fue) dirigente del sindicato de trabajadores del Colmex. Comienza a sonar sospechoso, ¿no es verdad? Asimismo, es asiduamente entrevistada por el órgano de difusión ideológica del PRD y del grupo péjico, La Jornada que, por cierto, de forma invariable la presenta como "la experta del Colmex, Fulanita de Tal", como si ello la librara de decir sandeces y meter la pata. No obstante, parece quedar claro el sentido del mensaje: no tengo los datos verdaderos ni me importa tenerlos; simplemente, hago uso de mi aureola académica para darle un palo al gobierno "de la derecha" y quedar bien con los míos. 

Me pregunto si los suyos no son también los académicos, y si éstos no podrán, en algún momento, darle un jalón de orejas por su poca ética y su peor método para encubrir sus intenciones.