9.3.09

Doble moral.

Ayer llegó a México Nicolas Sarkozy, acompañado de ese monumento -a la estulticia- que es Carla Bruni. El mandatario francés se reunirá con el presidente Calderón para tratar asuntos de comercio, inversión, economía global, venta de armamento, intercambio cultural, y cositas por el estilo. Posteriormente, se entrevistará con la comunidad francesa en México, con la gente del dinero, y vaya usted a saber con quién más. Ah, claro: con miembros de los poderes Legislativo y Judicial, a fin de tratar el enojoso asunto de Florence Cassez. ¿Quién es ella? Permítaseme una breve digresión, para reanudar más adelante el tema central de esta entrada.

Hace unos años, en medio del proceso electoral que llevaría a Álvaro Uribe por primera vez a la presidencia de Colombia, un comando perteneciente a esos criminales disfrazados de luchadores sociales -como cada vez es más común- denominados Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, secuestró a la entonces candidata presidencial Ingrid Betancourt, de nacionalidad franco - colombiana, y la llevó a uno de los múltiples refugios que la pandilla posee en la selva. Como era de esperarse, la opinión pública se indignó, el medio político colombiano se indignó, la familia de la secuestrada se indignó... pero nada ocurrió. Ingrid Betancourt sufrió el mismo triste destino de muchos colombianos, esto es, verse privada de la libertad a manos de un grupo al que no le es suficiente el dinero que  obtiene de la venta de drogas para financiar su "lucha" y, en consecuencia, se dedica al secuestro y la extorsión para completar su "gasto", razón por la que han desaparecido cientos de ciudadanos comunes y corrientes en la impenetrable selva sudamericana.

Sin embargo, como bien se sabe, la historia tuvo un final feliz: Uribe abandonó el camino que había seguido su pusilánime predecesor y atacó frontalmente a los criminales de las FARC, proceso en medio del cual se montó un operativo peliculesco -que involucró disfrazar de guerrilleros a un grupo de soldados- merced al cual Ingrid Betancourt recuperó la libertad, junto con otros secuestrados. El rescate le valió a Uribe amplio reconocimiento internacional, salvo de parte de quienes, velada o descaradamente, apoyan al grupo de maleantes -Chávez, Correa, Morales-. Como sea, la Betancourt se vio libre, dio gracias a Uribe, dio gracias a los colombianos que no la olvidaron y, acto seguido, voló a Francia a dar las gracias al propio Sarkozy, quien había integrado un grupo de intermediación -en el que, oportunamente, se coló el infaltable Hugo Chávez- para lograr la liberación de los rehenes. Sarkozy la recibió de muy buena manera, la felicitó por su tenacidad, y se refirió en términos poco amables respecto a quienes la habían mantenido cautiva durante largos años. Fin de la digresión.

Ayer llegó Nicolas Sarkozy a México. Como se ha mencionado, en medio de su apretada agenda se entrevistará con quienes, de un modo u otro, tienen "algo" que ver con el encarcelamiento de Florence Cassez. Para responder a la pregunta formulada al inicio de esta entrada -¿quién es ésta?-, basta decir que es una francesa convicta -no sólo sospechosa- de pertenecer a una banda de secuestradores liderada por el novio de Florencia, que operaba en México, y que fue detenida tras un eficiente operativo de la Agencia Federal de Investigaciones. La mujer negó todo en un principio, pero la evidencia en su contra -proporcionada por sus mismas víctimas- la identificó como la persona que alimentaba a los prisioneros y, de paso, les endilgaba sutiles amenazas para que sus familias no demoraran en la entrega de los respectivos rescates. A resultas de lo anterior, un juez la condenó a purgar noventa años en prisión.

La honorable familia Cassez puso el grito en el cielo. ¡Cómo era posible que su querubín fuera una secuestradora! ¡No señor! Ella era una víctima más del novio porque, en primera, ni siquiera era su novio y, en segunda, la había mantenido en el engaño respecto a sus actividades. La pobre Florence, circunstancialmente -como aquella reina de belleza sinaloense-, había sido arrestada, y luego injustamente condenada. ¿Que si conocían al tipejo? ¡No, ni lo mande el Cielo! Todo es producto de un error, una conspiración -sólo les faltó decir que era un "compló"- de las corruptas autoridades mexicanas. Ah, pero ya verían quiénes eran ellos: no dudarían en acudir al presidente Sarkozy para que, con un tirón de orejas, pusiera en su lugar a los estúpidos aborígenes que habían osado detener a su amada hija, e ipso facto la soltaran.

Y como dijeron, lo hicieron. Sarkozy los escuchó, y tomó cartas en el asunto, al grado de emitir un par de comunicados, en tono poco amigable, donde pedía -así, pedía, punto menos que exigir- se liberara a la inocente Florence. Por suerte, y por una vez en la vida, el aparato judicial mexicano se fajó los pantalones y dijo "no", para disgusto de los abnegados padres.

¿Abnegados? Pamplinas.Poco a poco se ha descubierto que el par de cretinos no sólo conocía al novio secuestrador, sino que le había abierto las puertas de su casa y la pasaba bomba con él en reuniones amenizadas por generosas dosis de alcohol. Asimismo, se ha verificado que Florence participaba muy a su gusto en los secuestros y era, de cierta forma, la mano derecha del criminal. Por tanto, los noventa años de condena son justos y, aunque no reparan el daño -sobre todo psicológico- que han sufrido las víctimas, al menos les permite ver que una parte de la banda está tras las rejas.

Ahora que viene Sarkozy, han comenzado a ocurrir cosas extrañas. Primero, la condena de Florence se reduce de noventa a sesenta años; si bien ello asegura que la tipa morirá en la cárcel, no deja de ser extraño el dictamen. Luego, el gobierno francés saca de su manga un tratado ingenuamente firmado por México hace ya varios años -tal vez veinte-, por el que los ciudadanos de un país europeo que se encuentren presos en otra nación pueden ser enviados a su lugar de origen para purgar su condena. Más tarde, se sabe que Francia concedería una serie de atenuantes increíbles a la secuestradora, por los cuales la condena terminaría siendo de entre veinte y cuarenta años. Por último, Sarkozy viene a México, a ver si se lleva a su basura y la premia con la libertad.

¿No es acaso una doble moral escandalosa? ¿No fue acaso ignominioso el secuestro de Ingrid Betancourt? ¿Por qué no lo es el de los mexicanos víctimas de la banda en que participaba Florence? ¿Sólo porque son mexicanos, posiblemente prietos, y apellidados Pérez, o Sánchez, no Betancourt, y son comerciantes, no políticos de altos vuelos? ¿Por qué viene este sujeto a abogar por una criminal y, lo peor de todo, por qué se van a escuchar sus argumentos? ¿Acaso el país le debe algo a Francia? ¿Su apoyo económico, o incluso moral, es determinante en nuestro futuro? ¿Por qué se redujo la condena de la tipeja ésta? No quiero ni pensar lo que sentirán en este momento quienes fueron secuestrados por el novio de la susodicha que, a su vez, les vomitaba con su acento franchute toda suerte de amenazas para que la lana fluyera con prontitud. 

Qué lástima. Por una vez parecía que México haría justicia y se mostraría como un país soberano frente a las presiones de otros. Parecía, pero no. Todo indica que Florence se irá a cumplir un pedazo de su condena a Francia y, en algún momento no muy lejano, por buena conducta, por revisión del caso, por caridad, o porque se les da la gana, saldrá a la calle a mofarse, junto con sus cretinos progenitores, de la justicia. Repito, qué lástima. Por eso es que la pena de muerte debería operar, y cuanto antes, mejor, para que estos chistes no nos los vuelvan a contar. Cualquier duda sobre mi posición, pregúntele al secuestrado más cercano a usted, que muchos habrá a la mano.

1 comentario:

Patricia dijo...

Es muy triste que hasta ahora no se siga la sabia consigna, hasta con cancioncita, que se escuchaba en los ochentas: 'ponga la basura en su lugar.'
Lo que comentas no deja de tener horrendas aristas, tales como la discriminación y el eurocentrismo. La importancia de una víctima parece crecer o decrecer según su nacionalidad. Los sufrimientos de equis o yé no importan, lo que interesa es de dónde es la víctima para así poder aplicar todo tipo de catalogaciones, no sólo a la propia víctima, sino hasta al secuestrador.
Nunca he estado de acuerdo con las FARC, sin embargo, parece que para Sarkoszy ni es lo mismo ni es igual que hubieran secuestrado a la Betancourt-¿y qué hay con los miles de ciudadanos equis colombianos que han desaparecido a lo largo de los años? Esos valen gorro, al parecer-, a que una ciudadana francesa hubiera tomado parte en secuestros. Porque carajo, la changa esta secuestraba, no sabemos si por dinero o por diversión, pero para el caso...se merece los mismos adjetivos poco amables que el mono ese les dedicó a las FARC. ¿Simplemente porque es francesa es menos culpable? No, señor. Secuestradora convicta y confesa. Pero asistimos a un refrito chafa de 'Expreso de medianoche'. No dudaría ni por un segundo que los malditos franceses, junto con el imbécil de Sarkoszy, creyeran a pie juntillas que lo peor que le puede suceder a un ciudadano primermundista, hiperdesarrollado y aséptico-dejando afuera la poca afición de los franceses por el baño, dicho sea de paso-es caer en un muladar de cárcel latinoamericana. ¡Qué espanto, mon Dieu, qué horror! Seguramente todos en Francia han de estar leyendo ávidamente 'Papillon', para 'refrescarse' la memoria de cómo tratan a sus conciudadanos en el extranjero, y si es el extranjero subdesarrollado, peor. No importa que nos anden exportando delincuentes-a propósito de la oleada de vándalos que está a punto de dejársenos caer-, son delincuentes primermundistas, y sus vícitimas...pues unos pinches piojosos tercermundistas. ¿Cómo es posible que no veamos la diferencia? Dirán: 'total, si entre ellos mismos se lo hacen...¿qué más da que uno de los nuestros llegue a hacer a ese país lo que en el suyo ni siquiera pensaría, por temor y por respeto de las leyes?' Es el teatro de la deshumanización. Todos somos humanos...pero unos más que otros. Es lo que nos está tratando de decir Sarkoszy.