Los jóvenes de hoy en día
no tienen ideología,
sólo piensan en las drogas,
en el sexo y en orgías.
Les Luthiers.
Siempre sucede que, cuando se esboza un tema que hablará de los jóvenes, así, genéricamente, no falta quien lo califique a uno de ruco, o es uno mismo el que puede darse cuenta de que tal vez ya no encaje en tal categoría. Afortunadamente, no es el caso de este texto, que no se refiere a los jóvenes, sino a unos jóvenes; en concreto, los que hoy asistieron al evento realizado por el tal Marcelo, acompañado de los miembros de su gabinete que, de un modo u otro, tienen relación con la temática abordada.
El día de hoy, en un acto netamente proselitista, el tal Marcelo se reunió con jóvenes porque, a su entender, "es la mejor manera de evitar gobiernos conservadores." No sé qué quiso decir pero, a todas luces, la maniobra tiene como fin dar a un sector de la población, erigido arbitrariamente como la juventud, la idea de que ellos intervienen en la toma de decisiones en esta ciudad caótica, mal dirigida, peor administrada y vista sólo como trampolín, como medio, jamás como fin. "Las buenas ideas para gobernar proceden de los jóvenes, y con ellos está este gobierno"; si así fuera, en ambos extremos de la afirmación, otro gallo nos cantaría a quienes padecemos a estas autoridades ineptas. No obstante ser evidentes las necedades que profiere Marcelo en esta ocasión, y con el afán de no ser acusado de ligero, he decidido analizar lo dicho por el sujeto en cuestión para llegar al meollo del asunto.
Por principio de cuentas, durante los doce infaustos años que han gobernado a la capital, los perredés han intentado presentarse como autoridades "cercanas al pueblo", como gente que oye las necesidades populares, las atiende, y les brinda las soluciones que la misma población exige. En consecuencia, las acciones de la autoridad deben ser leídas, a un mismo tiempo, como responsabilidad compartida de gobernantes y gobernados -al ser creadas por ambos-, y como medidas idóneas respecto a cualquier fin, dada su clara procedencia social. ¿Es eso cierto? La respuesta contundente es "no", y a las pruebas habré de remitirme pero, para no ampliar demasiado los razonamientos, los limitaré al tema concreto de este escrito, esto es, los jóvenes.
El GDF, en doce años, ha creado un sistema educativo patito, con una tasa de egreso en bachillerato menor al 20%, mientras que en licenciatura es cercano al 10%. Los alumnos que de ahí salen poseen amplios conocimientos en movilización de masas, llenado de mítines, apoyo a causas perdidas, confección de consignas, y mil cosas más, pero en sus asignaturas son unos asnos solemnes. Más importante aún resulta el hecho de que el índice de ingresos al sistema era considerablemente menor a lo que se esperaba debido a que la población receptora del servicio no tenía interés alguno en utilizarlo, a pesar de ser una entidad gratuita, no realizar exámenes de admisión, y garantizar el pase automático de preparatoria a universidad. Todo cambió cuando, en 2007, Marcelo otorgó una beca universal a los estudiantes del sistema (des)educativo del Distrito Federal. Como por arte de magia, las preparatorias se llenaron y, si no hubo sobrecupo, fue porque los encargados decidieron, no realizar un examen de admisión, que hubiera sido lo más sensato, sino sortear a los aspirantes para ver así, casi mediante el muy democrático sistema de los volados, quién entraba y quién no. Sin embargo, de buena fuente sé que los alumnos se mantienen en las preparatorias sólo uno, dos, o a lo sumo tres semestres, y luego se marchan, convencidos de que su vida no está en esos campos. Los que se quedan deben lidiar con un sistema que no otorga calificaciones, no mide el desempeño de los alumnos sino mediante una escala de cumplimiento de objetivos que nadie entiende y, por último, deben preparar un simulacro de trabajo final que, a su vez, es calificado en un remedo de examen profesional, el cual le vale al alumno por todas -sí, todas- las calificaciones obtenidas en su bachillerato. Resultado: el sistema de educación media superior creado por el Peje es un fracaso, y ni qué hablar de la universidad, donde se grilla más de lo que se enseña, y los profesores acceden a sus plazas más por sus convicciones partidistas que por el currículo que ostenten.
¿Qué es lo que sustenta la existencia del bodrio mencionado? Según el gobierno, la necesidad del mismo, generada a su vez por la insuficiente oferta educativa gratuita para la gente de escasos recursos. Aunque tal afirmación es posible, el problema a que se enfrenta reside en que nadie ha querido darse cuenta -o se dan, pero no les importa- de que la mayoría de los asistentes se presentan, no porque quieran estudiar, sino porque recibirán una beca a cambio de prácticamente nada. La monetización de las relaciones políticas, común en esta ciudad, deviene en la formación de vicios como el citado, donde el joven preparatoriano acude no a recibir una instrucción con la que, según se le trata de vender, mejorará su vida futura, sino a recibir una cantidad que mejorará su vida presente, y las dificultades surgen cuando la carga de responsabilidades se incrementa, el sujeto entiende que el dinero a recibir tiene una compensación de su parte -asistir a aburrirse a una escuela-, y se percata de que eso no es lo suyo. Corolario: abandona los estudios, mientras los impuestos de la población se emplean para pagar sueldos que ya quisiéramos los académicos universitarios a profesores que atienden a quince personas cuatro horas a la semana.
Los jóvenes necesitan educación, el gobierno de la ciudad se las da; mal y con un fin mezquino, porque resulta obvio que la beca compra los votos de la familia que es beneficiada, pero en el discurso se cumple con brindar educación gratuita. ¿Qué más necesitan los jóvenes? Diversiones; por ello, desde los tiempos infames del Peje, el gobierno se ha convertido en uno de los más grandes promotores de espectáculos en la urbe, dado que contrata a los artistas del momento por cantidades celosamente guardadas, y los presenta de forma gratuita en el Zócalo, sitio al que acuden decenas de miles para la nueva versión del pan y circo. A ello se suman las pistas de hielo que Marcelo instala cada invierno -sin importar que la temperatura sea mayor a 20°C, y que en este país no exista la tradición de patinar en hielo por la simple razón de que no tenemos lagos abundantes en zonas cercanas a las ciudades y, además, éstos no se hielan por nuestro clima tropical- y las playas artificiales que aparecen en el verano. La gente lo pide, Marcelo se los da.
¿Es esto en sí negativo? No mientras fueran acciones de gobierno; sí cuando son negocio y operaciones cazavotos, que no sólo distraen ingentes recursos del presupuesto, sino que se oponen al sentir de grupos de ciudadanos que creen -como un servidor- que cualquier playa o pista sobra mientras exista un bache en las calles, un semáforo sin operar, una cuadra con ambulantes o franeleros, o una fuga de agua sin atender. Empero, el gobierno cercano a la gente, y a los jóvenes en particular, hace caso omiso de las necesidades apremiantes de la capital, y satisface aquéllas que no le competen.
Por si lo anterior fuera poco, las mafias perredés se han posesionado del Instituto de la Juventud del Distrito Federal, organismo creado para atender las necesidades de los jóvenes, brindarles orientación y oportunidades de desarrollo. Para la gente a cargo, todo lo anterior se traduce en dar apoyos económicos a quienes participen en los programas más absurdos de la administración, de los que el mejor ejemplo son las brigadas que reparten volantes en los que se leen loas a la magífica acción del gobierno. Como todo tiene un pago, estos jóvenes deben acudir a los eventos organizados por Marcelo, fungir como sus portavoces vecinales, y hacer proselitismo cada que se les pida.
Aquí es donde retorno al tema con el que abrí este espacio: "las buenas ideas para gobernar proceden de los jóvenes"; un momento: ¿de qué jóvenes? ¿De aquéllos que reciben dinero del Instituto de la Juventud? Pero, ¿cuáles ideas proceden de ellos, si son máquinas de repetir las consignas que el PRD les inculca? ¿O acaso alguien ha oído que, en uno de estos eventos, alguien critique a Marcelo, hable mal del Peje, o se queje de la situación en que está la ciudad? Si se atiene uno a los hechos, no hay truco: los jóvenes con quienes Marcelo se encuentra dicen "mi idea es que se instalen más playas", o "necesitamos más diversiones", o incluso "queremos más becas." Sin embargo, el engaño surge al ver que tales ideas no proceden de los jóvenes, sino que son por completo aquéllas que las autoridades tienen como correctas y oportunas para lograr su objetivo final: ganar adeptos, ser populares, y escalar puestos públicos. Aquí no hay una dicotomía tipo "¿qué fue primero, la gallina o el huevo?", sino una cuestión tan transparente de responderse como "¿qué fue primero, el pollo vivo o el pollo frito?", donde el vivo son los planes de gobierno, y el frito las ideas que expresan los jóvenes.
Mal y de malas están estos jóvenes que sólo apropian una idea, por los motivos que sea, la repiten a quien se las dijo, y permiten que éste les diga "escucho y doy cumplimiento a sus ideas." Es tal y como acontece en los mítines del Peje, o de Chávez, donde el locutor expresa una serie de puntos que, dada la naturaleza de su auditorio, sabe incontestables y de fácil adopción. Sin embargo, como lo mueve un afán "democrático", termina por preguntarle a la gente si quiere que se haga lo que, en su momento, enunció como lo único que puede y debe hacerse. No tiene pierde.
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