Para algunos partidos políticos, dos en concreto, el tiempo electoral se reduce, en la medida en que lo muestran sus "propuestas", a un tiempo gramatical: el tiempo pospretérito. Desde hace dos o tres meses, tal vez más, esos engendros del PRI agrupados en la pseudo izquierda, denominados Partido del Trabajo y Convergencia, han cifrado sus intentos -que rayan en la desesperación- por conservar sus respectivos registros en una frase por demás absurda pero que, al parecer, les brinda ciertos dividendos: "estaríamos mejor con López Obrador."
Cada vez que escucho los comerciales referidos -en la radio, la televisión, e incluso en Internet-, no puedo evitar sentir una profunda molestia, no sólo por el hecho de que detesto -así, sin cortapisas- al autonombrado adalid de los pobres, sino porque menos aún tolero al tiempo pospretérito cuando éste intenta conectarse de forma directa con la realidad instrumental. Es el caso clásico del "yo podría", "yo desearía", "yo tendría", el cual siempre va acompañado por un "si no fuera porque." En este caso, la idea que emana de las huecas cabezas del Peje y sus lacayos es simple: el Peje podría hacerlo mejor que las autoridades que ahora gobiernan. Claro está que no se dice cómo lo haría, y que tampoco los ejemplos que se tienen a la mano -su desastrosa gestión en el GDF- permiten validar al enunciado; no obstante, eso es lo de menos: la idea es decir "yo podría", sin pruebas que lo sustenten. De inmediato me viene a la mente una escena de la película A toda máquina, en la que se muestra perfectamente adónde conduce el mentado podría. Para quien guste ver en concreto de lo que ahora hablo, el enlace se encuentra aquí, y el segmento específico a que debe prestarse atención se ubica entre los 8:00 y los 8:30. Además, si ustedes ubican en la escena al Peje y a cualquier funcionario del gobierno actual, en lugar de a Luis Aguilar y a Pedro Infante, seguro disfrutarán mucho el disparate.
Para retomar el argumento central de este escrito, vale examinar, así sea superficialmente, las situaciones que las mentes maestras del PT y de Convergencia pretenden ubicar como típicos botones de muestra, después de cuya enunciación se afirma el categórico "estaríamos mejor", para dar paso finalmente a la apertura de la gloria celestial y dejar que entre en escena el iluminado, quien dirá cómo es que con él se estaría mejor.
El primer ejemplo es una belleza de comercial por la candidez que lo acompaña: dos jóvenes, no mal vestidos, departen amargamente en un café con vista a la calle. En un momento dado, aparece en escena una flamante Hummer naranja -o roja- lo cual da pie a que uno de los tertulianos exprese: "¿Viste? El político estrenando Hummer y nosotros cada vez más amolados", a lo que su compañero responde el consabido "estaríamos mejor." La pregunta inicial que surge es ¿cómo saben que el que conduce es un político? ¿Porque la camioneta es naranja -o roja-, y sólo los ridículos de Convergencia o del PT se subirían a un trasto de tan poco amistoso color? ¿O porque trae un letrero -la camioneta o su ocupante- que dice "político a bordo"? En ambos casos, se ignora la respuesta, y ello derriba cualquier argumento esgrimido por el partido, por el Peje, y por los tipos del comercial que, si están peor que antes, pero aún pueden darse el lujo de tomar cómodamente un café, seguramente eran de los que vivían del presupuesto en tiempos de su majestad El Peje, cuya derrota les impidió seguir chupando del erario. En este caso, ellos sí estarían mejor, a bordo de flamantes Hummers naranjas - o rojas-.
Segundo caso: una mujer desayuna con su marido y, tras ser inquirida en torno a lo que piensa, dice el sobado "estaríamos mejor." El marido, supuestamente sorprendido -habría que fusilar al director del comercial, que falló de forma terrible en la presentación de las emociones-, le replica "¡Pero si tú no votaste por él!", a lo que su consorte responde "Es de sabios cambiar de opinión", y remata con un "¡Me horroriza la violencia!", para proseguir con una diatriba santurrona en un tono tal que, imagino, habrá conducido a su asesinato, por parte del marido, una vez que salieron de cuadro. Concluido el diálogo aparece el mesías, cual si fuera Michael Landon en Camino al Cielo, y afirma "Ahora la sociedad nos comprende mejor. El problema de la inseguridad y de la violencia se resuelve con trabajo, educación y bienestar."
Vaya que hay tela de dónde cortar en este breve comercial. Para comenzar, la mujer apela a un dicho popular para validar su aserción: "es de sabios cambiar de opinión." Es posible, pero también es de indecisos y de estúpidos moverse de un lado a otro; además, por la forma en que prosigue con su discurso, resulta evidente que la tía podrá ser muchas cosas, pero sabia, definitivamente no. Su horror por la violencia, y la forma en que conecta ello con el "estaríamos mejor", pretende decir que la violencia es un fenómeno de hoy, y que con el Peje ésta no existiría. Tal vez tenga razón: durante seis años, en la Ciudad de México nos acostumbramos a que las cosas no pasaban, o pasaban por motivos absurdos. ¿Cómo es ello? Supóngase que el Peje gobierna el país -sí, sé que es algo macabro, pero haga usted el esfuerzo, por favor-: ¿quién encabezaría la Procuraduría General de la República? Ni más ni menos que Bernardo Bátiz Vázquez. ¿Qué es lo que acontecería en el país? Como en todo, hay dos opciones: la primera, que hubiera ya claudicado en la lucha contra el crimen y, por debajo de la mesa, negociara con las mafias para evitarse mutuamente molestias -como ocurrió en esta sufrida ciudad-, con lo que, efectivamente, no pasaría nada, aunque huelga decir que no "estaríamos mejor". Opción número dos: la violencia no sería producto de acciones llevadas a cabo por el crimen organizado, sino que el inepto procurador repetiría las frases que lo hicieron famoso durante su gestión en la capital: ¿secuestraron al niño Martí? "Eeeeeh, fue un crimen pasional." ¿Ejecutaron a veinte personas en Yucatán y les cortaron la cabeza? "Eeeeeh, fua una confusión." ¿Hay narcos metidos en la procuraduría? "Eeeeeh, estamos investigando. No tenemos pruebas de nada, pero les puedo adelantar que ya sabremos algo." Cosas por el estilo; tampoco estaríamos mejor pero, al menos, ignoraríamos que el crimen organizado ha crecido alarmantemente.
La última parte del comercial es, asimismo, magistral: el Peje, aparecido cual si fuera alguien venido "del más allá", recita su perorata: "ahora la sociedad nos comprende mejor." ¡Un momento! ¿"Ahora"? O sea, ¿antes no? Y si antes no, ¿cómo dice que ganó? O, vale preguntar, ¿sus votantes no lo comprendían? ¿O la sociedad lo repudiaba? ¿Cómo es que, entonces, afirmaba ser "tan" popular? Vayan ustedes a saber; lo cierto es que la frase carece de sentido por más de un motivo, dado que también implicaría que él ya había dicho que el camino no era presentar combate al hampa sino hacer otra cosa, de lo cual no tengo memoria pero que, vistos los numerosos arreglos entre su gobierno y los grupos criminales de la ciudad, podría ser cierto. Después aparece la inocencia en su máxima expresión: "el problema de la inseguridad se resuelve con trabajo, educación, y bienestar." ¿Con trabajo? ¿Cuánto gana un narco, señor López? ¿Qué trabajo le va a dar usted para que opte por la vida legal y no por el crimen? ¿Con educación? ¿De qué forma la educación, en el sentido en que existe, sin quimeras, aleja a la gente del crimen o de la ilegalidad? Es más, ¿cómo decir que la educación inhibe la corrupción, si en distintos centros educativos conocemos la corrupción de primera mano, comenzando por el monstruoso sistema de preparatorias y educación superior del Distrito Federal? ¿Con esa educación nos salvamos? Por último, ¿con bienestar? ¿Quiere usted decir, señor Peje, con limosnas, de ésas que usted acostumbra dar a viejitos, madres solteras, chavos de preparatoria y desempleados? ¿Ignora que sus limosnas tampoco hacen menos deseable asumir el crimen como forma de vida, dado que son cuestiones mutuamente incompatibles? Como remate, ¿tiene usted, señor mesías del pantano, la varita mágica para brindar educación, trabajo y bienestar a todos los mexicanos en un instante, cambiar sus mentes, eliminar las fabulosas ganancias que produce el crimen, y desterrar para siempre la idea de que es un medio de vida redituable? Por supuesto que no, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no deja de decir sandeces?
Obvio es que hay más comerciales, pero este par es el que mejor se presta para el análisis. Yo me pregunto, visto lo que recién he expuesto: con las "ideas" que alberga en su cabeza, ¿cree el Peje que va a salvar a México? Vaya, pues valiente salvación. Oh, y a propósito, ¿dónde queda eso del "nuestro proyecto sigue vivo"? ¿Ya se prepara para el 2012? ¿Y Marcelo? No cabe duda de que esto se va a poner bueno: los priístas del salinato, agrupados en torno a Marcelo y Camacho Solís, contra los priístas de Echeverría y López Portillo, arropados por el Peje. Todos se visten de "izquierdas", todos tienen "los mejores planes", todos son "salvadores de la patria", todos se destazan sin piedad. Y eso, amigos míos, no me lo pierdo: pido mano para tomar un asiento de primera fila y ver cómo vuelan los despojos, de aquí a la próxima elección presidencial.