2.5.09

Más protesta social.

Para despejar un poco la atmósfera cargada de chistes sobre la influenza -cada vez peores-, caricaturas sobre la influenza -cada vez más miopes-, y temores de contraer la influenza, dedicaré esta entrada a un acontecimiento del que recién me entero y que, me parece, vale la pena ser comentado.

Las imágenes son claras: por un lado, mujeres y hombres de todas las edades, desde niños hasta ancianos, marchan por una calle en forma pacífica. Frente a ellos aparece la policía, equipada como si debiera contener el último estallido de una banda de hooligans furiosos, o como si la guerrilla hubiera aparecido en su radio de acción. Pronto surge el gas lacrimógeno y la gente debe buscar refugio donde sea; una vez dispersado el gas, y dispersada la antes compacta marcha, la policía carga. Aparecen entonces imágenes de gente que corre con el pavor pintado en sus rostros; policías formados como si frente a ellos existiera algún tipo de peligro, parapetados tras botes de basura o de sus camiones antimotines; por último, gente intoxicada por los gases y policías que, en vilo, llevan detenida a una mujer que, para más señas, requiere del auxilio de un bastón para caminar.

Lo anterior no es, repito, ningún episodio de alguna serie gringa de heroicos policías que siempre, sin excepción, localizan al culpable y abren paso a la justicia. Tampoco es el final de un partido de la Champions League entre el Liverpool y el Napoli. Es, simplemente, el modo en que la policía venezolana decidió reprimir la manifestación opositora convocada para el día de ayer, 1 de mayo. Los gorilas de Chávez, decididos -al igual que su jefe, también primate- a ocultar cualquier indicio de rebeldía y disenso en aquella sufrida nación, arremetieron contra personas cuya única falta consiste en ubicarse en el lado equivocado del espectro político, esto es, en la oposición a ese mesías pseudo socialista que se llama Hugo Chávez, a quien ya han debido de aguantar poco más de diez años... y los que faltan.

Como era de esperarse, las autoridades dijeron que la marcha se había extralimitado y, por ende, se había lanzado el gas lacrimógeno "en forma preventiva." Yo no sé cuál sea el significado que da al término "preventiva" el mico encargado de decir lo anterior, pero lo cierto es que resultaron intoxicados numerosos ancianos, mientras el resto de los manifestantes recibía su consabido chorro de agua -¿también preventivo?-, balas de goma al por mayor -de no ser preventiva la medida, tal vez los hubieran acribillado con plomo-, e incluso se les rociaba a corta distancia un "gas anaranjado tóxico" -¿también ello es preventivo?-, disparado desde escopetas equipadas a propósito.

Mientras la policía se ejercitaba contra la manifestación opositora, a pocas calles circulaba la "gran manifestación" de trabajadores chavistas, quienes pudieron tranquilamente desplazarse por el centro de Caracas y saludar a su mesías. En un alarde de retórica barata, el ministro de Obras Públicas exclamó que el nuevo sindicalismo, al igual que el pueblo, estaban casados con Chávez, porque su movimiento es obrerista, al tiempo que tachó de nido de víboras a la CTV que, casualmente, se había encontrado en la marcha reprimida. Huelga decir que, como son víboras, hay que exterminarlas a cualquier costo, y el mensaje dado en el mismo sentido por la policía parece ser claro.

Mientras leía las notas periodísticas y observaba las imágenes, no pude dejar de pensar en la situación en que se encuentra México actualmente, donde un mal clon de Chávez intenta, por todos los medios, llegar al poder, armado de las mismas consignas gastadas donde "el pueblo" -ente amorfo que se amolda a cualquier iluminado que desee apropiárselo- decide, y donde todo lo hace "por el bien de los pobres". Ese mal clon -lo cual es lamentable, porque Chávez es basura; imagínese ahora un mal clon de eso- ha movido a sus huestes para que, justo ahora, en medio de la emergencia nacional, la cuestionen, critiquen las medidas adoptadas, se salgan por la tangente con malos chistes, ridiculicen al gobierno federal, y armen enemil teorías de la conspiración para distraer la atención pero, por sobre todas las cosas, para mantener en la mente de sus seguidores que, a pesar de que no ha hecho nada, y debe estar escondido en cualquier agujero, el mesías es el mesías, y su lugar debe permanecer intocado.

Cualquiera que lea esto pensará que tengo alguna malsana fijación con ese tipejo al que he aludido, porque, ¿cómo es que me viene a la mente así nomás, sólo por ver lo que acontece en Venezuela? Muy sencillo y, con le venia del respetable, explicaré ahora los vericuetos que ha seguido mi libre asociación para que, por degracia, me viniera a mente el loco del pantano al leer una nota sobre el simio del Caribe.

Hace unos cuantos años, mientras esta Ciudad de México sufría la mala administración del pantanoso personaje, tuvo lugar una manifestación de quienes trabajaban en la industria de los anuncios espectaculares. Para refrescar la memoria, diré que las personas en cuestión pretendían dirigirse a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para protestar porque, de buenas a primeras, se prohibían los anuncios que les daban el sustento, debido a que algunos se habían caído a consecuencia de los fuertes aires que soplaron en la urbe aquellos días. La marcha se realizó pacíficamente pero, poco antes de llegar a la Asamblea -o en su misma puerta, no recuerdo con claridad-, la policía la detuvo y, acto seguido, la dispersó, haciendo uso de toda la educación y las buenas maneras que la caracterizan; el saldo fue de muchos golpeados, algunos intoxicados, y varios detenidos. ¿Todo para qué? Para nada porque, como suele acontecer en esta pobre ciudad desgobernada por una camarilla de ineptos y corruptos, a los pocos días se dio marcha atrás en la decisión y la ley se modificó.

Dos son aquí las cuestiones de fondo: la primera, el hecho de que los gobiernos del Distrito Federal han solapado, tolerado, y hasta patrocinado, infinidad de marchas, algunas con motivos válidos, otras no; algunas que no pueden sino tener lugar en las calles de la ciudad, y otras que deberían desarrollarse frente a los palacios de gobierno estatales a que corresponde la reclamación. Como sea, y siguiendo su norma de "lo que le pegue al gobierno federal, me beneficia a mí", la administración local ha convertido a esta ciudad en el paraíso de los manifestantes, mientras los habitantes debemos buscar vías alternas para circular -que no debiéramos- o, si no las hay, esperar a que los contingentes pasen y dejen las calles sucias, las paredes pintadas y, ocasionalmente, destrozos en tiendas, restaurantes, y hasta casas.

Tal es el segundo punto de fondo: no faltará quien lea esto y piense "¿y la represión que ha desatado el gobierno federal? ¿Atenco, por ejemplo?" Aquí vale la pena hacer un alto y decir: he hablado de marchas pacíficas reprimidas; lo de Ateco se cuece aparte. Como no es éste el sitio para hablar largamente sobre ello -remítase el lector a este textito-, sólo comentaré que en Atenco, mañosamente, se ha pretendido ocultar que el causante de la acción policiaca fue la gente asociada al FPDT quienes, por si fuera poco, fueron los primeros en atacar. Sin embargo, eso se ha eliminado del discurso y, de victimarios, se han convertido en víctimas. Por tanto, de ellos no se habla en esta entrada del blog. La protesta social, según se entiende ahora, involucra daños en propiedad privada, lesiones, ultrajes diversos y actos similares, escudado todo en que se pelea "por una buena causa", la cual no es perceptible la mayoría de las veces, o pretende convertir en mártires del sistema a infinidad de delincuentes, vagos, o improductivos. No obstante lo anterior, las autoridades que simpatizan con tales movimientos, o que los dejan florecer con fines poco claros, permiten el desarrollo de tales marchas sin apenas mover un dedo o, lo que presulta ya el colmo, les brindan protección oficial para que destrocen todo en un radio limitado.

Así están las cosas. Por lo pronto, la emergencia sanitaria ha inhibido las manifestaciones en México, hecho que ha purgado sobremanera al llamado "sindicalismo democrático", el cual cobija a ilustres personajes que, cuando menos llevan treinta años en sus cargos. ¡Ésa sí es democracia, y no pedazos! Sin embargo, se espera que, cuando todo retorne a la normalidad, ésta se traduzca en la reaparición de marchas, marchitas y marchotas, caos vial, aglomeraciones sinfín, pintas en las bardas, y apariciones salvíficas del paladín del pantano. Mientras, habremos de conformarnos con las notas que vienen del exterior, donde los líderes populares hacen de las suyas muy quitados de la pena.

2 comentarios:

Patricia dijo...

Válgame, ¿y de las marchas que no se habla?
Hace unos cuantos meses, efectuando el periplo que me lleva a atravesar la ciudad para ir de mi chamba a mi casita, me encontré con una marcha en pleno Reforma Norte, más o menos a la altura de las oficinas del SAT, poquito antes de llegar al metro Hidalgo. Lógico, se estaba desviando la circulación, de modo que antes de que me botaran sepa la bola por dónde, me bajé del microbús. Los manifestantes no eran muchos, la verdad. Habrán sido, cuando mucho, unas cien personas, eso sí, muy ordenaditas ellas, marchando por el carril central, tan ordenaditas que sólo te enterabas de que estaban marchando cuando pasabas junto a ellas. Los manifestantes portaban unas mantitas cuya petición, 'elevada' a Marcelo, mencionaba algo así como 'no a lo que quieres hacer en los mercados populares'. En las mantas se leían varios números, corespondientes, supongo, a los del respectivo mercado que se pretende perjudicar. Llegando a casa anduve indagando sobre el significado de las mantas, o de lo que el tal Marcelo pretende hacer, sin embargo, en ninguna parte mentose la marcha y las causas, mucho menos. Hasta la fecha no sé qué es lo que se pretende, porque nadie ha dicho media palabra al respecto. ¿Acaso será que Marcelo pretende alinear a todos los mercados bajo amenaza de cerrar los que no lo hagan? Vete a saber. Pero tanto mutismo a mí me suena mucho peor que si sales a la calle y te suenan.

Alfredo R. I. dijo...

Parece ser todo parte de lo mismo. Aquí, la medida es clara: si no lo nombras, no existe, y es la tónica de los nefastos "gobiernos" del "pe - erre - de", como dice la niña descerebrada de los comerciales.

En el caso de los comercios, voy a lanzar un tiro muy largo, pero que pudiera funcionar: típicamente, la gente que trabaja en ellos ha sido cooptada por el PRI, papá del PRD, desde la época de Uruchurtu. Es más, los mercados tienen una sección sindical que pertenece al sindicato del ISSSTE, a través de su rama capitalina. ¿Qué trama Marcelo? Puede todo ser tan inocente como imponerles nuevos tipos de cuotas, o tan agresivo como intentar una reorganización para introducir nuevas personas. No lo sé, pero lo que parece cierto es que hay ahí una pugna por el poder, similar a la que, en 1997, existió entre la gente de la ANIC, también afiliada al PRI, y las nuevas autoridades amarillas.